Creo que te necesito, aunque tal vez ya no te amo como antes ni tú a mí; tan solo sé que no puedo seguir viviendo si no puedo apaciguar unos momentos mi tristeza con tus besos y si no puedo mitigar un poco mis deseos suicidas con tu sensual y delirante cuerpo.
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El corazón cambia y la mente agoniza, nada sincero puede existir en esta fantasía de dolor e injusticia a la que se le considera por error como vida. Estoy seguro de que llegué a amarte demasiado, más de lo debido, pero lamentablemente esa clase de sentimientos no perduran en una realidad como esta regida por la avaricia, la crueldad y el egoísmo. Lo mejor que pudo habernos pasado, así pues, fue habernos amado tanto durante tan poco tiempo para luego separarnos por la eternidad.
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La trivialidad del amor humano había agotado todos mis sentidos, me había desterrado de esta supuesta esfera de espíritus marchitados. No obstante, parecía naufragar con la vana esperanza de hallar un lugar donde mi corazón pudiera ser sanado y donde mi alma pudiera ser purificada. Bien sabía, sin embargo, que, mientras no me suicidase, tal cosa sería solo una hermosa quimera.
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¡Qué lamentable debe ser buscar lo que no existe, tal como el amor, la verdad o la felicidad! Pero así es el patético ser que habita este mundo infame: cualquier falacia le resultar interesante para hacerle olvidar la sublime purificación que traerá consigo la muerte. De ahí que, ciertamente, lo mejor que puede hacerse es autoengañarse lo mejor posible con cualquier persona o actividad para luego pegarse un tiro antes de que sea demasiado tarde.
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Sé que estarás mejor en algún otro lugar donde yo no exista, pues aquí no queda sino la miserable y raquítica memoria de lo que algún día hizo arder mi fallecida alma. Ya no tengo deseos de seguir luchando y aparentando que me importa seguir respirando. Ahora tan solo quiero estar lejos de todos y fortalecerme con la mágica esencia de la soledad. Luego, espero tener el valor suficiente para desprenderme de absolutamente todo; incluso de ti, incluso de mí…
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Me ocasionaba una gracia tremenda escuchar que algunos seres decían amarse y hacían en nombre del amor absurdos juramentos. ¡Qué banal era el supuesto entendimiento que dos personas creían haber entablado por el simple hecho de permanecer unidas en la carne! Si acaso, a lo mucho, se trataba solo de costumbre, dependencia o apego, ya que era esto lo más a lo que se aspiraba manteniéndose en los brazos de un supuesto amante… Solo eso y nada más, ni amor ni comprensión ni absolutamente nada; todo eran meras mentiras mediante las cuales se suponía que debíamos salir adelante. Pero, de hecho, era esa la magnífica trampa para perpetuar este nocivo e irrelevante sistema mediante la producción de más funestos esclavos.
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Amor Delirante
