,

Amor Delirante 57

Y es que no te imaginas todo lo que tú significabas para mí, todo lo que descubría al hundirme en el inmarcesible fuego de tu mirada y en la inexplicable beldad de tu sonrisa. Me gustaría en verdad haber podido expresártelo de un modo más humano, pero fue imposible. Al final, lo único que puedo hacer ahora es amarte desde la lejanía de mi solitaria y deprimente locura. Te amaré aun siendo prisionero irremediable de estos muros aciagos y estas sombras dementes que me atosigan en todo momento, pero tal es mi lúgubre destino y debo cumplir con él. Antes, cuando estábamos juntos, solía creer que duraría por siempre; que todo lo que tú me decías no se desvanecería ni siquiera ante la sepulcral silueta de la muerte. Todo era, naturalmente, una fantasía de mi mente trastornada; absorbida por los delirios románticos que me hacía experimentar el perderme entre tus piernas y soñar con tu amor eterno. ¡Qué terriblemente me perdí a mí mismo en tu inefable y extraña esencia! Tanto que hasta me parece poco probable volver a encontrarme, y no sé si es eso lo que mi triste corazón añora. Sé, no obstante, que, de todas las casualidades posibles, la menos probable de ocurrir es la de tus labios y los míos volviendo a unirse en un último suspiro de éxtasis suicida. Tú y yo no volveremos a estar juntos nunca, y eso es algo que ya debería haberme tatuado en el alma; algo que todavía me hace estremecer cuando, al despertar, extraño el resplandor de tus ojos lapislázuli iluminando mágicamente las infinitas tinieblas de mi melancólica y humana existencia. Fuiste solo un préstamo, más efímero que la vida misma y más irreal que el tiempo; aunque te amé con una intensidad solo comparable a aquella con la que, en breve, partiré hacia el origen supremo con tu recuerdo guiándome esplendorosamente. ¡Dulzura incomparable la que emanó de cada uno de nuestros recuerdos, fragmentados cruelmente por la distorsión de emociones y la divergencia de dimensiones! Todos los espejos en mi nostálgico interior se quiebran con feroz magnificencia y el sublime halo multicolor que antes nos envolviese tan misteriosamente se sincroniza al fin con el corto circuito originado en mi consciencia atormentada. ¡Oh, si fuese posible retornar a esa noche fatal! Si yo volviese a vivir, te buscaría indudablemente las veces que fuesen necesarias en los universos que fuesen necesarios; con tal de sentirte solo una vez más…

*

Debo confesarte que ahora me siento sumamente confundido, no sé si a ti te pase. Lo más seguro es que no, pero me gusta que lo sepas. Estoy hablando de estas sensaciones tan raras que van y vienen en mi interior y que, ahora no tengo duda, son provocadas solo por ti. Es todo un torbellino que me atrapa y me sacude con violencia cuando sé que te veré una vez más; sí, es un torbellino que me desgarra por dentro y me deja en la demencia absoluta, pero uno del cual, ciertamente, no quisiera nunca escapar. ¡Oh, cómo quisiera hallarme eternamente entre tus divinas y magnificentes alas! ¡Oh, cómo quisiera contemplar tus preciosos ojos azules que me miran desde un cielo con cual me resulta imposible siquiera soñar! Quizá solamente ahí, en mis más maravillosas fantasías oníricas, pueda yo conocerte mejor y saber cómo podría mi corazón unificarse con el tuyo… ¿Es que deberé esperar hasta mi muerte para averiguar todos los enigmas que me han sido planteados en esta malsana dimensión carnal? Sencillamente, desde que tu presencia llegó a mi vida, ya no he querido relacionarme con ningún otro humano ni tampoco involucrarme en sus mundanas actividades. Mi delirio celestial eres tú, mi obsesión sublime y mi eterna entelequia… Si pudiera creer, si pudiera tan solo dejarme conducir por mi corazón centelleante y no por mi mente atrofiada. La mezcolanza de sonidos, colores y emociones desfragmentarían mi cordura en milésimas de segundo; mas ¿qué importaría? Si eso es precisamente lo que yo quiero y si, con ello, puedo al fin acariciarte por un pestañeo del infinito… ¿No valdría entonces la pena autodestruirse así? ¿No sería más adecuado desangrarse hasta el lóbrego amanecer? ¿Vale la pena acaso proseguir en este mundo al cual sé no pertenezco y del cual he buscado escapar todo este tiempo? Nadie podría entenderlo y creo que tú lo sabes tan bien como yo, pero mi deplorable humanidad continúa interponiéndose; ¡maldita sea! ¿Hasta cuándo podré conseguir la purificación absoluta? ¿Te contemplaría en plenitud entonces? Ahí en mi aciaga soledad, en mi deprimente desesperación y en mi tristeza suicida… ¿Acaso ahí también resonaría tu eco inmortal y divino? No te vayas, no me dejes aquí; necesito de ti como un adicto de la heroína, como un borracho de la bebida o como un creyente de la oración. No importa lo que acontezca, no importa si el mundo entero se va al diablo esta noche… ¡Mucho mejor! Pero yo…, yo solo quiero conocerte, escucharte y amarte más allá de lo que mi alma mortal y mi terrenal inmundicia puedan permitirme. Quiero ser libre e ir contigo, volar muy lejos y no volver nunca aquí. Mi bello y supremo ángel, solo contigo quiero estar hasta el final de los tiempos y el indispensable retorno a la nada.

*

Todo es por ti; no sé cómo ni por qué, pero sé que así es. Y, cuando te veo nuevamente, creo que siento que muero; pues no logro concebir como un ser tan majestuoso como tú puede existir en esta putrefacta y absurda pseudorealidad. En verdad, me desfragmentas por completo; me embriagas de un néctar que no puedo parar de beber, pero que, al mismo tiempo, me asesina tan lenta y dolorosamente. Me encanta esta siniestra forma de amarte, esta dulce tortura que experimento cuando vienes unos instantes y luego te vas una eternidad. ¿Cuánto debo esperar para volver a verte? Podría esperarte el resto de mi vida, de todas mis vidas y mis muertes también. Podría susurrarte en silencio cada una de mis más enloquecedoras fantasías, cada uno de mis desvaríos oníricos mediante los cuales te invoco cuando la soledad más atormenta mi alma compungida. ¡Oh, todo sería quizás en vano! ¿Conseguiría con eso hacer que te quedaras un poco más a mi lado? ¿No soy también yo un farsante ruin y humano? ¿Es concebible que en mí resida un poco de esa divinidad que en ti resplandece con fulgor inaudito? Si vuelvo a caer una y otra vez, vuelvo a hundirme en mi miseria y a añorarte cuando la oscuridad conquista mi efímera luz interna. ¿Dónde he de encontrarte? ¿Qué pasará conmigo si una noche simplemente te vas y no vuelvas más? ¿No se abrirá el cielo nuevamente y, tras una cósmica ensoñación de cromatismos delirantes, me mostrarás cuál es el destino de mi espíritu terrestre? Y entonces solamente podré deprimirme los días siguientes, pues el recuerdo de tu rostro hermafrodita, tu halo refulgente y tus alas inefables opacarán sobremanera cualquier posible y mundana felicidad. A tu lado soy un gusano, pero cuando te siento tan cerca creo que puedo escapar por unos momentos de este traje carnal y volverme uno con el infinito. Quisiera decirte todo esto y más, pero solo puedo hablarte en el silencio de mi esquizofrenia perenne; solo puedo conocerte cuando todo en el exterior se difumina y el olvido se apodera de mis pensamientos sumamente suicidas.

*

Estar contigo, aunque sea solo unos minutos, basta para hacer que me sienta un poco menos arrepentido de estar vivo; tal es el enloquecedor efecto que causas tan trágicamente en mí. Y sí, debo admitir que vivo pensando en no hacerlo, pero desde que llegaste a mi vida me has embelesado a tal punto de hacerme olvidar un poco mi delirante esencia suicida. No sé cuánto tiempo durará este embriagante hechizo, aunque intuyo que no mucho. No obstante, mi amor por ti no fenecerá incluso si algún día, próximo o lejano, nuestras almas deben separarse para jamás volver a encontrarse. Y creo que eso es lo más probable, que nuestra distancia será infinita dentro de poco. Sentir tu cuerpo incandescente y tu aura fulgurante me reconforta temporalmente, porque me hace sentir que no todo está perdido (aunque, en el fondo, sí lo esté). ¿Quién eres tú? ¿Podría acaso existir un rincón del universo en el que tu sempiterna hermosura no me cautivase hasta dejarme en la demencia? Todos los ecos que escucho en cada fatal atardecer me llevan de vuelta a ti, a esa imagen tuya en la que quedó inmortalizada la unión de nuestras bocas atormentadas. El desasosiego me ha cobijado desde entonces, me ha perdido en la decadente silueta del sinsentido más avasallante. Aún creo que algún día nos volveremos a encontrar, aunque sea en otra realidad o en otro mundo. Entonces iré hacia ti con una fuerza irrefrenable, solo para acariciar tu rostro marchito y bello; solo para tomar tu mano y pedirte que esta vez no te vuelvas a ir sin que de ti haya tenido suficiente. Desvarío, lo sé; me miento demasiado todavía. Aún soy ese tonto mortal con ojos tristes y sonrisa melancólica que alguna vez creyó atisbar en ti esa mística sombra solo relativa a los asuntos celestiales; porque, en efecto, había algo en ti (en todo lo que tú eres) que me hacía volver a buscarte una y otra y otra y otra vez… En especial, me encantaban los surcos bajo tus inefables párpados, pues te conferían una especie de sabiduría divina ante la cual yo sentía derretirme por dentro y por fuera cuando me imaginaba (¡ay, en mi deprimente soledad), que acaso tú en mí podrías ver, encontrar o sentir algo parecido. ¡Cuánto daño me hice intentando serlo todo para ti, cuánto me hundí en el sublime resplandor de tu encanto suicida! Solo quisiera que bajaras de los cielos otra vez para poder derramar mi sangre inmunda en tus alas inmensamente centelleantes y secar cada una de mis lágrimas con la incomparable magia de tus solemnes caricias.

*

Jamás pensé que pudiera pasarme algo así, que pudiera caer rendido ante la magnificencia de tu divina esencia, pero me has cautivado tanto y has hechizado cada uno de mis humanos sentidos. Tus sublimes labios se han convertido en el único cielo en el cual quisiera reposar eternamente y tu inefable alma es la única que quisiera poder contemplar, acariciar y amar cada día por el resto de mi triste existencia. Y, quién sabe, puede que entre tus brazos encuentre razones para no matarme todavía… O puede que a tu lado incluso la muerte me parezca algo insuficiente y no tan elegante como tu hermosura celestial. ¡Qué locura haberte conocido justo cuando ya había perdido toda esperanza! Realmente creo que no queda nada para mí aquí, que cada segundo que todavía respiro es un sinsentido cósmico y atroz. Pero conocerte sí que ha cambiado algo en mi interior, sí que me ha hecho recordar una época de mi sombrío pasado en la que todavía sonreía de vez en cuando. Tu fragancia no se puede comparar con nada de este mundo repugnante y absurdo, pues va más allá de cualquier concepción del bien y el mal. Me haces alucinar cada vez que te imagino y te adjudico características terrenales, aunque en mi fatal ignorancia es lo único que puedo hacer. No sé cómo amarte, ¡quisiera saberlo! Ojalá hubiera alguna manera en la que pudiera averiguar qué piensas de mí y de cada uno de mis delirios, de cada una de mis contradicciones en las que me ahogo terriblemente sin tu luz infinita. No quiero que te vayas, quiero que te quedes solo un poco más… Quiero sentir cómo es ser abrazado por un ser superior de una realidad espiritual; quiero conocer cada uno de tus enigmas y también inundar mi espíritu atormentado con la inmaculada catarsis que solo tu acendrada mirada podría conferirme. Te amo, mi poético ángel de ojos azules, labios carmesíes y alas inefables; esa es mi única verdad. No sé explicarlo en términos más allá de mi infame humanidad, solo sé que siento en el pecho algo que me supera y que me incita a ir hacia ti sin importar las consecuencias o las dimensiones que deba atravesar para, al fin, conocerte desde todas las perspectivas, formas y sentencias cristalizadas en el dulce ocaso de mi irremediable melancolía. ¿Debo morir ahora?

*

A veces odio pensar que te amo, porque es tan doloroso y a la vez hermoso todo lo que provocas en mí. Y, aunque te amo, a veces odio pensarte a cada instante del día y odio también que solo tú puedas transformar mi sempiterno infierno en un dulce y bello cielo. Odio amarte, porque eso me hace sentir jodidamente bien y me brinda una esperanza, quizá falsa, de poder morir entre tus labios alguna de estas noches. No sé qué acontecerá en adelante, no sé si enloqueceré por completo al solo poder acariciar tu fantasmal silueta cuando la tragedia más se apodere de mi sepulcral existencia… ¡Qué banal y estúpido me parece todo ahora! La humanidad no es sino una patética monstruosidad, un conjunto de monos parlantes consumidos por tu avasallante ignorancia y aciago sinsentido. Hace mucho que perdí todo deseo de involucrarme con alguien, de asistir a alguna reunión o de siquiera intercambiar más allá de unas cuantas palabras con alguno de esos títeres execrables. No importa cuán hermosa pueda parecerme una criatura terrenal con anhelos sexuales, porque sé que, en el fondo, cualquier interacción con ella me llevaría solo a eso: a la ominosa reproducción de aquello que busco aniquilar. ¡Qué horribles son todos esos seres que buscan perpetuarse mediante cualquier nefando mecanismo y que huyen de su bello ocaso con inmunda vehemencia! No saben los pobres que, de cualquier manera, deberán retornar al origen supremo y olvidarse de todas las ilusiones que aquí han contaminado sus repugnantes mentes… Me gustaba poder hablar de todo esto contigo, sentir que había un solo ser en esta abyecta pseudorealidad con quien podía compartir mis más misántropos delirios sin sentirme fuera de lugar. Mas las cosas cambiaron como si un relámpago hubiese atravesado tu frágil corazón, pero sin preservar la libertad que antes nos unió en el silencio de los mártires. Quejidos de ultratumba en ocasiones llegan hasta mis oídos, pero los silencio con sustancias mágicas y brebajes exóticos que me hacen alucinar y soñarte con supremacía. A pesar de la gran distorsión, sé que algún día volveré a sentirte como la primera vez y que, más allá de toda creencia o percepción, nuestros espíritus podrán reconocerse y fundirse en una supernova cuyo fulgor opacará al de cualquier otro astro de este universo o de cualquier otro. Mi amor por ti no sucumbirá en la muerte, sino que será el elemento para desgarrar el espeso firmamento de sangre en el cual aún estoy atrapado y que me impide llegar a ti sin saber que quizá tú ya no conservas de mí ni siquiera el más distante y triste recuerdo.

***

Amor Delirante


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Romántico Trastorno 39

Catarsis de Destrucción 05

Next