,

Amor Delirante 58

Odio que hayas conquistado así mi trastornada mente y que seas tú la única persona a la que mi roto corazón haya querido amar, pues creo que no queda ninguna duda de que haría lo que fuera por ti de modo incondicional; incluso quitarme la vida para tu simple diversión o estar a tus pies por propia voluntad. Sería tu esclavo en esta y en cualquier otra vida, porque para mis ojos solo los tuyos se parecen a los de Dios. Y es que yo pierdo cualquier rastro de cordura cuando es tu boca celestial la que devora a la mía y cuando son tus inhumanas caricias las que me dejan al borde de la más insensata locura de muerte. Quiero largarme muy lejos contigo, a un lugar en donde solo tú y yo podamos amarnos sin parar y sin que nada ni nadie pueda volver a encontrarnos ni separarnos jamás.

*

Ciertamente, no sé si es sano todo esto que me provocas, pero te juro que me cuesta tanto apaciguar mis controvertidas emociones al verte. Y también me pone tan triste pensar que algún día te irás para siempre, que no podré volver a escuchar tu sinfónica voz ni contemplar tus hermosos ojos, tan relucientes como la puesta del sol. Sé que me dolerá tu partida mucho más de lo que te imaginas, pues tú le has dado cierto sentido a mi patética vida. Sin embargo, si lo mejor para ti es el suicidio (y así es), no me queda nada más por hacer sino hacerte el amor por última vez en tu funeral. Haberte amado tan obsesivamente se convirtió en la locura inmaculada que me llevó a saborear tu sangre aquel trágico atardecer mientras los muros de las dimensiones adyacentes colapsaban y era tu espíritu multicolor quien se elevaba para ya jamás retornar a mi triste y siniestra imaginación. ¡Ay! ¡Qué deprimente luce todo ahora sin ti, sin tus besos dementes! No sé si fuiste real o no, solo sé que te amé más que cualquier otra ilusión de mi atemporal y esquizofrénica existencia. Ahora debo volver a ese lugar donde siempre me embriagaba con tu mística silueta, pero sin esperar que vuelvas a aparecerte ni siquiera en los rincones más profundos de mi retorcido y humano corazón.

*

Tal vez no quería creerlo así, pero era cierto: fuiste tú quien convirtió mi aburrida y melancólica existencia en un bello y tragicómico idilio. Y, aunque bien sabía que se trataba solo de un cruel autoengaño más, la verdad es que se trataba de uno demasiado hermoso y cálido para ignorarlo. Yo en tu rostro atisbaba algo misterioso, una especie de mezcolanza extraña entre lo místico y lo sensual. Solo eras tú (y tu centellante halo) quien me hacía alucinar de tan peculiar manera cuando, ocasionalmente, abandonaba mi sempiterna soledad y me perdía terriblemente en el increíble fulgor de tu boca escarlata. Era como si en los hermosos pliegues de tus párpados pudiera yo vislumbrar los recovecos de mi sombrío destino y como si hubiese algo de tristemente espiritual en cada etéreo laberinto de tu cara inmortal. Me encantas tal como eres, no te cambiaría absolutamente nada. E incluso cada una de las arrugas, manchas y posibles defectos tuyos me embriagan hasta la más insana desesperación. Tu cuerpo es para mí el aposento donde yo quisiera desangrarme por el resto de mi vida y aún más allá de mi inminente suicidio. Creo que podría obsesionarme contigo tantas veces como volviera a nacer y que te buscaría más allá de las estrellas y del infinito mismo. Pero, más que tu forma física, me siento adorablemente conectado a aquello que no puedo percibir mediante mis humanos sentido: tu alma. Quien sea que te creó, quien sea que te diseñó… ¡Oh! ¡Demonios! Debe ser el creador de lo más sublime, hermoso, poético, espiritual y divino encarnado en cada partícula tuya que yo amo y amaré hasta el apocalipsis de lo eterno y lo perfecto. Agradezco haber tenido la oportunidad de hacerle el amor a tu alma cuando ya estaba a punto de matarme, pues te convertiste en el singular resplandor que iluminó mis tinieblas solo por tan efímero periodo. Ahora ambos debemos continuar nuestros senderos por separado, debemos decirnos adiós para siempre… Y siendo plenamente conscientes de que ya nunca, sin importar cuántas realidades existan, volveremos a alucinar mientras nuestras lágrimas de muerte se mezclan y nuestra sangre se unifica en el calor de un beso tan profundo que sea capaz de suprimir toda la agonía, tristeza y blasfema nostalgia en nuestro marchito y atormentado espíritu. Te extrañaré tanto, mi eterno e imposible amor… ¡Hasta nunca! Y ojalá que pronto los dioses me concedan abandonar mi inaudita miseria, a ver si muerto puede dejar de amarte mi deprimido corazón y si puedo al fin olvidar la imagen de tu silueta incandescente derramándose sobre la mía en una supernova cuyo cósmico ocaso debería ya aceptar.

*

A veces, me pregunto qué pensarás realmente de mí en lo más profundo de tu ser. Entonces me lleno de falsas ilusiones al cavilar tontamente que, algún día, sin importar si es el último de tu vida, podrás ver cuánto significas para mí y, quizás, hasta podrías llegar a amarme…

*

En fin, creo que quería decirte tantas cosas que terminé sin decir algo en concreto. Quizás, en lugar de todo lo anterior, lo único que podría decirte es que siento que podría matar y morir con tal de verte feliz; que no me importa si el mundo se va al carajo mientras tú estés conmigo y que tampoco me interesa el tiempo que tenga que esperar para poder sostener y cuidar tu divino corazón. Suena tan extraño todo esto, pero no puedo evitar sentir que mi alma quiere fundirse con la tuya al desvanecerse el brillo del sol.

***

Amor Delirante


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Romántico Trastorno 40

Catarsis de Destrucción 06

Next