,

Romántico Trastorno 40

Hoy me percato de lo difícil que resulta amar a alguien, mantener encendida esa flama interna que tanto nos emociona. Tal vez es solo que yo nunca pude ser como el común de las personas, quienes se enamoran y aman tan fácilmente. No, mi destino era claramente otro… Yo debía sufrir y saborear cada gota de esta insana desesperación, de este calvario sin parangón. Debía coquetear con la muerte cuando el amor ya no pudiera mantenerme en esta absurda prisión, tan solo para saber que nunca hubo esperanza y que desde el comienzo todo estuvo perdido. Fui yo quien se autoengañó majestuosamente, usando para ello tus labios carmesíes y tu mirada ahíta de nostalgia infinita. ¡Cómo hubiese querido quedarme envuelto entre tus brazos hasta el ocaso de la eternidad misma! ¡Cómo hubiese añorado que tu calor y el mío nunca hubiesen cedido ante el demente torbellino de amargura terrenal! Fuimos una peculiar historia que culminó en menos de una vida, pero en cuyo efímero encanto me perdí para jamás volver a mí. No sé si alguna vez volveré a verte, aunque sea a causa de la más sombría casualidad del destino. No sé si incluso podría solo rozar tus fulgurantes cabellos y sentir, acaso en contra de todas mis convicciones, que a tu lado mi suicidio puede postergarse solo un poco más… Nunca te olvidaré, aunque crea que sí. Tú has sido mi mayor inspiración y, aunque el amor no exista, creo plenamente que, entre tus piernas, mi eterno e imposible amor, ¡yo pierdo todo ápice de razón y posible cordura!

*

La humanidad entera debe ser exterminada, no hay realmente otro camino por seguir si se pretende cambiar el mundo. Esa siempre ha sido mi fiel perspectiva y siempre lo será, sin importar cuántas argucias sean vociferadas por falsos profetas e ineptos adictos al poder más insignificante.

*

Cualquier actividad, compañía o lugar ya no significaba realmente nada para mí; tal pareciera que había perdido la capacidad de sentir, amar, odiar y hasta de vivir. Estoy al borde del colapso, del suicidio sublime… Estoy deseando nunca haber existido, nunca haber tenido consciencia de ser yo, nunca haber salido de la nada… ¿Qué más podría anhelar en mi deprimente, insustancial y humana miseria? ¿Acaso un ser que se diga verdaderamente espiritual podría sentirse en sintonía con las cosas de esta irrelevante y repugnante pseudorealidad? Lo dudo mucho, pues, a lo más, se trata de meros hipócritas que, como yo, viven por mero accidente y se niegan a perecer tan adecuadamente. ¡Qué horrible y patética es la humanidad! De ahí que no pueda sino sentir profunda náusea y tremendo desasosiego al pertenecer a ella, al ser yo todavía demasiado humano.  ¡Ay! ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde escapar de uno mismo? ¿Dónde encontrar un refugio sincero ante las sórdidas monstruosidades de nuestro aciago interior? No sé qué es peor ya: dentro o fuera, vida o muerte… He perdido toda esperanza, he renunciado a toda posible salvación.

*

¿Qué más podría quedarle a un espíritu como el mío (que se ha secado desde dentro desde hace tanto) que no sea la locura, la decadencia o la muerte? Mi mente esquizofrénica y mi corazón divagante no pueden soportar ya la infausta desesperación que imprime la pseudorealidad en mi frágil y triste humanidad. Siempre supe que existir no sería lo más adecuado, y no sé por qué no he tenido hasta ahora el valor para acabar conmigo mismo de una vez por todas. Supongo que, muy en el fondo de mi ser, conservo todavía la falsa esperanza de ser amado por una criatura humana. ¡Vaya infame contradicción! ¡Vaya entelequia mal disimulada! Todo lo que me queda es hundirme en mi abismo interno y alucinar con tu fantasmal silueta en las noches de mayor melancolía, en los momentos en que mejor sería nunca haber nacido. Supongo también que algo en mí se resiste a fenecer, ¿por qué? ¿No es el más allá el reino donde podré conocer al fin la verdadera felicidad? ¿Qué he obtenido de esta delirante pesadilla aparte de decepción constante y efímero placer? Pero quizás es cierto que venimos aquí a sufrir y a contemplar la tragedia de la consciencia individual, porque no sé cómo se podría explicar esta vomitiva travesía. La soledad ayuda al tiempo que destruye, pero solo ella y nadie más puede enseñarnos los secretos que encierra el silencio divino y la percepción del caos originada en el ostracismo absoluto. La humanidad no ha aprendido nada todavía y puede que nunca lo haga, menos en los tiempos actuales donde la miseria y la irrelevancia lo han infestado todo y a todos. ¿Para qué vivir un día más? ¿Para qué volver a soportar a las ignominiosas marionetas que por desgracia nos rodean? Este apocalíptico camino exige algo más que lágrimas, miseria y sangre: exige un nivel de profundidad espiritual tan agudo que no creo que exista un solo ser capaz de siquiera intentar adentrarse en sus aposentos más superficiales. ¡Oh! En verdad, creo que nunca entenderé nada y que, entre más tiempo permanezca con vida, mayor será la abyecta confusión que me atormenta y que devora mi alma siempre con mayor vigor. Hasta creo que solo el vacío eterno se halla al final de nuestra ruina emocional y la fulgurante devastación onírica de la que no podemos escapar sin importar lo que sea que hagamos.

*

Todavía recuerdo tus hermosos y tristes ojos, y creo que una extraña melancolía invade mi compungido ser… Sé que han pasado milenios desde nuestro último encuentro, pero ¿sabes algo? La verdad es no quiero morir, no aún; no sin que antes pueda volver a contemplarte y perderme en tu centelleante halo tan solo una vez más. Y, aunque tenga o no sentido, quiero besarte tan profundamente que incluso tu alma alucine presa de un místico arrebol de locura y placer. No sé si sea adecuado experimentar todas estas sensaciones por ti, porque no sé si lo que quiero es hacerte el amor hasta el demente amanecer o quitarte la vida antes de la sepulcral media noche. Solo sé, ¡demonios!, estás tú en mi trastornada cabeza y no deseo que nada ni nadie te saque de ahí… Quiero embriagarme de tu vampírica silueta hasta que los ojos del tigre divino consuman mi mente y se metamorfoseen en formas de las cuales mejor sería no hablar. ¿Qué son las palabras, además, sino trágicas mentiras encarnadas que no pueden explicar los desvaríos de mi afligido corazón? Lo que necesito es tenerte aquí, justo sobre mí y sin que exista posibilidad alguna de separarnos ya jamás… Quisiera poder amarte, hacerte sentir cada uno de los retorcidos anhelos que por ti hierven en mi apesadumbrado interior. En lugar de eso, lo único que atisbo, desde una nostálgica lejanía, es el confuso recuerdo de tus delirantes labios y del éxtasis sempiterno que alguna vez me ocasionó el perder lenta y complacientemente mi divagante consciencia entre tus incandescentes y pegajosas piernas…

***

Romántico Trastorno


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Obsesión Homicida 57

Amor Delirante 58

Next