Los gritos que surgen de mi alma son tan estridentes y me consumen esta noche más que cualquier otra. Ya no puedo contenerlos por más tiempo, ya no sé cómo silenciar esa voz interna que me pide unirme a tu boca tan solo para poder seguir con vida hasta el fatídico amanecer.
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Mi felicidad eres tú y esa es la única verdad que me acompañará hasta la muerte. Cualquier otra cosa, lugar, momento o persona ya me es y me será totalmente indiferente.
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No sé ya qué hacer sin ti… No sé tampoco si volverás algún día para despojarme de esta turbulenta miseria en la que se ha tornado mi humana existencia. Tal vez nunca vuelvas, en cuyo caso ya tengo preparada la sentencia que pronunciaré mi última noche: te amo, tal y como eres. Amo eso que ni siquiera tú puedes ver, pero que a mí siempre me hizo enloquecer: tu esencia más intrínseca.
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No quiero resignarme, aunque sé que probablemente solo me autoengaño. Pero me gusta imaginar que, en lugar de la muerte, será tu resplandeciente silueta la que abrirá la puerta de mi lúgubre habitación esta solitaria noche y me sostendrá entre sus cálidos brazos para evadir un poco más mi destino suicida.
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Y yo, sin ti, ¿para qué demonios quiero esta absurda y estúpida existencia? ¿Para qué diablos quiero seguir viviendo si ya no estás tú conmigo? ¿Acaso tiene algún sentido continuar respirando, sabiendo de antemano que ya jamás podré besar tus delirantes labios? No, desde luego que no… ¡Mejor sería que me matara de inmediato y que con ello aniquilara todo rastro de nuestro decadente desamor!
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Es paciente, pero en cualquier momento osará materializarse al fin. Sí, todavía no es demasiado tarde; todavía queda, creo, esperanza… La ridícula esperanza de que hoy en verdad vendrás y me dirás que aún no es tiempo de hacer real esa maldita sombra: ¡la del suicidio sublime!
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Amor Delirante
