Capítulo II (LVA)

El viejo no realizo expresión alguna, parecía sin vida, como si hace mucho tiempo no hubiese visto la luz del sol. Simplemente, se limitó a observar, y ya estaba a punto de cerrar la puerta cuando Mertin se interpuso. Aquel viejo tenía una apariencia bastante siniestra, aunque esto no impresionó al impetuoso joven de ojos verdes. Podía sentir algo, una conexión. Sí, era extraño, pero quién sabe, quizás eso tendría algo que ver con la misteriosa desaparición de su padre. Desde aquel día, Mertin no pensaba en otra cosa que no fuera en alguna pista que pudiera conducirlo de vuelta a él. Con determinación, dijo:

–No es verdad, claro que no. Realmente, yo quería saber si vivía alguien aquí.

–Yo…

–¿Ocurre algo? –inquirió Mertin, percibiendo cierta inseguridad en el viejo, como si ocultase algo.

–Tus ojos, tu cabello, tu cara. ¡Tú eres…! No, eso es imposible, él se fue para siempre.

–¿Se siente bien? –cuestionó Mertin con preocupación.

–No es posible, ¿cómo es que tú…?

–Señor, esto está comenzando a desesperarme.

–Mejor vámonos, Mertin. Las entradas al cine se agotarán si no nos damos prisa.

–¿Cómo es que llegaste aquí? Es decir, ¿quién te dijo que vinieras aquí? No pudiste haber venido por simple deseo –preguntó finalmente el viejo con su rasposa voz.

–Bueno, en realidad nadie me lo dijo. Yo solo pasaba por aquí y se me ocurrió tocar esta puerta.

–¡Sí como no, puras mentiras! Muchacho pendenciero, solo vienes a jugarme bromas como todos los chavales de la época.

–No, para nada. Le juro que no era esa mi intención –exclamó Mertin, y le lanzó una sonrisa al viejo.

–Esa forma de sonreír, de mirar. No hay duda alguna al respecto. Tú eres… –pero el viejo no terminó la frase, en lugar de eso cambio su actitud– ¡Ah, claro! No se preocupen por zarandajas, ya saben cómo somos los viejos, nos gusta ser meticulosos. En estos días, cualquiera puede robarle a cualquiera. ¡Vamos, pasen con confianza!

–No estoy muy segura Mertin, mejor vámonos. Siento algo muy raro, es como si una ventisca de aire helado emanara de lo profundo de la casa –expresó Patty.

–¡Vamos! No estés con esas cosas ahora. Este señor me causa una gran curiosidad. De seguro es de esos ancianos locos de antes.

–¡Entren ya, jovencitos! El tiempo es oro, que no ven que allá afuera la vida es tangente.

–¿Cómo tangente? –inquirió Patty, estupefacta por la premura del viejo para que entraran en la vetusta casa.

–Solo entremos y ya, no creo que algo terrible ocurra ¿Qué podría pasar? ¿Acaso no estamos haciendo uso del libre albedrío? –replanteó Mertin, decidido a vislumbrar los misterios de aquella casa y de aquel viejo.

–Yo solo no quiero ser la culpable de lo que pase, tú lo serás Mertin. Créeme cuando te digo que hay algo aquí que no está bien, en fin. Solo entraré porque no quiero ir a mi casa a lavar trastes.

–Entonces ¿van a entrar o no? –interpeló el viejo.

–Claro, ahora lo seguimos –respondió Mertin.

Al caminar por la casa, la cual era enorme, mucho más grande de lo que parecía por fuera, los ingenuos jóvenes pudieron admirar la ingente cantidad de pinturas y lienzos sobre las paredes de la casa. Eran imágenes que jamás en sus cortas vidas habían visto. Había ángeles con alas negras y lenguas de serpiente jugando con nubes amarillas de las que emanaba un gas cerúleo. En otro lienzo, se veían esqueletos que lamían las úlceras de unos seres con deformidades en todas partes del cuerpo y un líquido de un color que jamás en su vida habían contemplado. También estaban ahí ojos voladores y brillantes, grandes lobos de cuatro cabezas, infinidad de formas y colores que hacían que Patty sintiera deseos de regurgitar. Pero, entre tanto, había un hedor bastante peculiar, era como si un cuerpo descompuesto se mezclara con el aroma de las flores en verano. Era como el aroma de la serenidad y la agitación, la luz y la sombra, el bien y el mal mezclados en uno solo.

–¿Qué es todo esto? ¿Cómo puede esta casa ser tan grande? ¿Es que estamos en alguna especie de pasillo oculto? –se preguntaba Mertin.

–Bien, ya han visto suficiente de mi hogar. Supongo que están exhaustos, entremos en esta habitación –dijo el viejo, inexpresivo.

Al entrar en la habitación, la hediondez se incrementó sobremanera. Toda la casa era oscura, pero particularmente ese cuarto era más mórbido que el resto.

–¿Cómo puede alguien vivir aquí? –Patty se cuestionó a sí misma.

–Esta es la habitación que quería mostrarles –expresó el viejo, frotándose las manos.

–Bien, bien. Parece que hay muchas cosas interesantes –dijo Mertin, al tiempo que husmeaba entre los añejos muebles de la deprimente habitación.

De pronto, sintió como si algo lo rozara. Pero no un roce físico, era diferente. Era como aquella vez en sus sueños, cuando escuchó la voz que lo había conducido hasta ahí. Era como si algo lo hubiese rozado “espiritualmente”. Podía sentir todo su ser agitado y palpitando desde el interior. Por primera vez, podía tener atisbos de lo que muchos llamaban alma. ¿Qué podía significar aquello? ¿Tendría este viejo estúpido relación alguna con la desaparición de su padre? ¿Por qué estaba tan seguro de ello? Debía estarse volviendo loco, más que antes.

–¿A qué has venido aquí, joven de ojos tristes? –inquirió el viejo, mientras lanzaba una mirada penetrante a ambos.

Justo en ese momento, Patty se desmayó frente a los ojos de Mertin, quien alcanzó a tomarla antes de que ésta azotara contra la fina loseta de la casa.

–Debe ser por el olor tan intenso que se respira aquí. Tú sabes, un hombre que vive solo no suele realizar limpieza muy a menudo –expresó el viejo, sirviéndose una copa de vino tinto.

–Tal vez sí sea por eso –contestó Mertin, aunque, en el fondo, sabía que ese hedor era muy extraño y no se parecía a algún otro que alguna vez hubiese percibido.

–Es un olor que combina la vida y la muerte en una sola fragancia –dijo el viejo, vaciando la copa de un solo trago.

–En fin, creo que es hora de que nos retiremos. Debo llevar a Patty a casa para que descanse.

–Ella estará bien, no te puedes ir sin contarme la verdadera razón de por qué has venido hasta aquí.

–¿Cómo sabe que estará bien? –inquirió Mertin, algo ensimismado por la certeza con que el viejo hablaba.

–Porque sé muchas más cosas de las que los ojos normales pueden ver. Incluso tus ojos, tan llenos de melancolía, no pueden atisbar lo que yo fácilmente puedo colegir.

Lleno de confusión y curiosidad, Mertin recostó a Patty en una añosa silla de madera y dijo al viejo que confiaría en él. Siempre había sido ese su mayor defecto: la curiosidad. Desde que era un pequeño fullero, Mertin siempre había sido extremadamente curioso. Y eso lo había metido en grandes querellas con sus profesores y los mayores que acostumbraban a platicar con él. ¡En cuántas discusiones no había tomado parte hasta ahora!

–Además, Patty siempre se desmalla y, cuando menos esperas, todo está bien. Ella estará recuperada en unos instantes y, mientras tanto, puedo investigar qué esconde este viejo ridículo –pensó Mertin.

El viejo se acercó a Mertin lentamente y colocó una mano sobre sus ojos y otra sobre algún punto cerca de su corazón. Luego, comenzó a hablar con dificultad:

–Ciertas civilizaciones arcaicas creían que el cuerpo humano es como el traje de un buzo y que nuestra verdadera esencia se oculta en lo más profundo de nuestra conciencia. Eso que es llamado alma, aquello que no pertenece al reino terrenal en donde se sufre y se contamina. Por eso permanece oculto, pues, de otra forma, la energía negativa que se gesta entre las vidas humanas contaminaría aquel lugar lleno de iluminación y resplandor. Al final, la vida es un gran viaje, donde todos los seres buscan sobrevivir. Y todos se preocupan demasiado por sus metas y sueños, siempre buscando algo maravilloso, sin saber que lo único fenomenal que pasa en la vida es la muerte. Tú tienes los ojos más tristes que alguna vez haya visto, por eso te pido que me permitas ver en tu interior. ¿Qué es aquello que te aqueja, aquello que hace sangrar tu espíritu?

–Yo no estoy seguro de eso… –contestó Mertin, con una sensación de sopor increíble.

Entre tanto, la habitación parecía merodeada por amorfas sombras que gemían y se retorcían en lo más oscuro de aquella hediondez. Mertin sentía que, en breve, se desmayaría al igual que Patty.

–Puedo verlo, vaya que sí. Puedo ver aquello que hace sangrar tu alma. En el fondo, estás tan vacío, tan consumido. Tu mundo interior es completamente negro, las flores se marchitan, los cielos se nublan, los colores se tornan grises, las risas se desvanecen. Todo ese odio reprimido, lo que sientes por la humanidad, ese incesante deseo de muerte y purificación. Todas tus dudas existenciales, el infinito, el tiempo, todo converge en un punto. Tu curiosidad es un agujero sin fondo, Mertin.

Mertin sentía su cuerpo paralizado, era como si estuviese siendo electrocutado y, al mismo tiempo, alguien estuviera conectándose a la corriente que recorría su cuerpo. En ese instante, Patty despertó súbitamente y el viejo paró.

–Así que eres tú… Nunca había sentido esto, es impresionante. El odio que sientes hacia la vida misma es espeluznante, tu deseo de escapar de la realidad y tu ostracismo. La oscuridad de tu corazón es… ¡Tú podrías ser…!

–No entiendo de qué está hablando. No entiendo una sola palabra de lo que dice.

–No te preocupes, mi amigo. ¿Sabes? La gente que todavía tiene los ojos vendados jamás lo verá, tú aún perteneces a ellos. Pero pronto todo se iluminará con la luz de la destrucción y la creación.

–Creo que ahora sí nos vamos, suficientes tonterías por hoy –dijo Patty, resuelta a largarse cuanto antes.

Justo cuando Mertin iba a tomar la palabra para reforzar lo que Patty había mencionado, el viejo habló:

–Conocí a tu padre, claro que sí.

–¿Qué fue lo que dijo? –replicó Mertin, totalmente ensimismado.

–¡Sí, a tu padre! ¡Yo conocí a tu padre!

–¿Mi padre? ¡Eso es imposible! ¡Él despareció hace muchos años!

–¡Lo sé, cálmate! Por años, he buscado la forma de entrar en contacto con él, pero todo sin éxito.

–No le creo nada en lo más mínimo. ¡Usted está totalmente demente, viejo zascandil! ¡Ahora sí Patty, nos largamos de aquí!

–Como gusten, pero sé que nos volveremos a ver… –exclamó el viejo con malicia, y los condujo hasta la salida.

Sin embargo, al recorrer aquel extraño pasadizo de vuelta, los jóvenes notaron que esta vez los lienzos parecían algo distintos, como si alguien los hubiese cambiado de posición y hubiese también modificado su contenido. Al salir de la casa, el viejo no dijo una sola palabra, simplemente los dejó ir con una tranquilidad inaudita. Mertin, por su parte, tampoco se atrevió a cuestionarle sobre su padre.

Ya era muy tarde y Patty se despidió de Mertin, quien se veía bastante afectado por lo acontecido. Cuando Patty se hubo alejado lo suficiente de la casa, volteó para echar un vistazo y lo que observó la dejó boquiabierta. Cuando el sol golpeaba directamente la casa, ésta centelleaba y hasta parecía arder en llamas. Al tapar una nube el sol y contemplar nuevamente la casa, ésta desaparecía. Patty se convenció a sí misma de que todo era producto de su imaginación, pues estaba bastante mareada y confundida. Además, no había tomado su medicamento y su respiración comenzaba a fallar, así que mejor se apresuró y regresó a su casa tan pronto como pudo.

Era domingo por la mañana. Mertin no podía dejar pensar en aquel misterioso viejo y en lo que podría saber acerca de su desaparecido padre. Sin embargo, el fin de semestre estaba cerca, y sabía que ahora mismo se le complicaría demasiado realizar las pesquisas correspondientes. Ignorando todo esto, decidió levantarse muy temprano. Antes de que terminase el año, tenía que saber las respuestas de todo aquello que lo inquietaba. Pero, cuando se miró en el espejo, notó que una hediondez almizclaba todo el cuarto, y sintió cómo unos hilos oscuros lo rozaban internamente, en alguna parte del alma. No prestó atención y lo atribuyó al cansancio y el choque de emociones. Cuando estuvo listo, tomó sus cosas y salió de su habitación para otro banal día en la pseudorealidad.

–Ya me voy –expresó, pero no hubo respuesta.

Entonces su padrastro salió y le comunicó que su madre y su hermana se habían ido desde temprano a comprar ropa. Sí, otra vez a lo mismo de siempre. El punto era que hoy había rebajas en las tiendas que a ellas les encantaban y no podían dejar pasar tan preciada oportunidad.

–¿Otra vez? –se dijo Mertin a sí mismo–. No comprendo cómo pueden gastar tanto dinero en esas banalidades. En fin, ¡que el diablo cargue con ellas! Bueno, está bien, supongo. Mamá nunca está, siempre se va a comprar ropa y otras tonterías. Entiendo que sea una víctima del consumismo desmedido que existe en el mundo, pero últimamente está exagerando.

–Como sea, tengo reunión en la compañía. Te veo luego, no olvides hacer tus deberes –expresó su padrastro.

Pero Mertin no pudo contenerse y, en vez de asistir a la escuela, fue a visitar de nueva cuenta al viejo siniestro, quien, encantado, lo recibió y hasta se portó sumamente amable con él. Mertin, por su lado, se complicaba la existencia haciendo toda clase de desconcertantes preguntas. Sentía como si aquel viejo casi no fuese humano, como si encerrase una sabiduría milenaria en su decrépita constitución.

–Entonces el tiempo existe o ¿es solamente una ilusión como la existencia?

–Posiblemente no exista, todo depende de las dimensiones en que te encuentres, las altas o las bajas.

–¿Ha escuchado acerca del tiempo lineal o cíclico?

–En parte sí. Todo se compensa cuando hablas de reencarnación.

–¿Dios controla el tiempo o es controlado por él? ¿Para qué Dios habría creado el árbol del bien y del mal si, suponiendo que todo lo sabe y lo ve, ya había visto el futuro y sabía que Eva y Adán comerían del fruto del pecado? ¿Es que acaso esa historia es una vil farsa? Aun si lo fuera, eso ¿qué importa? ¡Ja, ja! Lo que quiero saber es si podemos viajar en el tiempo. ¿Usted qué opina?

–Son muchas preguntas para una mente tan frágil y humana. Primero debes sentarte y escuchar, necesitas conocerte mejor a ti mismo antes de emprender cualquier misión espiritual.

–Escuchar ¿qué? ¿Conocerme a mí mismo?

–Sí, debes escuchar y conocer la voz de tu superalma. Ella tiene todas las respuestas, porque ella es sabiduría pura. Tú has vivido por siglos, el cuerpo que tienes ahora es como el traje de un buzo, Mertin. Jamás lo olvides: como el traje de un buzo, y la vida es el mar.

–No comprendo de qué me habla ni tampoco por qué me pide que lo llame simplemente ente. ¿Acaso me está ocultando su nombre por alguna razón?

–El tiempo no existe, no como tal, pues incluso la cuarta dimensión es una invención humana. Los seres de las dimensiones bajas jamás lo entenderán, todo es parte de una misma faceta vista desde diferentes perspectivas. Ni el pasado ni el presente ni el futuro existen en realidad, son solo vertientes del TODO. La concepción humana del tiempo es solo una forma de medir, una abstracción idealizada y mal utilizada.

–Sigo sin comprender muy bien de dónde saca todo eso, pero algo me incita a creerle.

–Y no lo harás, solamente estás preparado para entender aquello que tu débil mente puede. Si llegases a dilucidar más de lo debido, inmediatamente quedarías demente.

Esas cosas siempre se hablaban en las reuniones que Mertin sostenía con aquel viejo extravagante y siniestro. Y, cuando terminaban los coloquios, Mertin quedaba con más y más dudas que al inicio, revuelto y confuso, porque toda esta situación de alguna manera le parecía que tenía algo que ver con su padre. Sin embargo, el viejo no había mencionado el tema nuevamente. Mertin, aunque ansioso, esperaba la oportunidad perfecta para extraer la información que necesitaba. ¡Quién sabe, tal vez hasta tendría que matar a aquel viejo con tal de saber algo sobre su desaparecido padre!

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Libro: Los Vínculos del Alma


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