¡Por favor, yo ni siquiera quería nacer! ¿Por qué asumen que querría ser algo o hacer algo con mi vida? ¡Déjenme en paz con mis escritos suicidas y mis delirios existenciales! O ¿es que acaso no ven que su simple presencia me produce asco y que, si pudiera, los mataría a todos en este mismo instante?
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En fin, así son todos los humanos sin excepción alguna: seres deplorables cuya miserable existencia no podría ser otra cosa sino una blasfema y nauseabunda equivocación. Ante tal situación, así pues, solo una cosa podría resultar adecuada: la extinción absoluta.
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¡Qué tonta y patética es la raza humana! Con razón, y ahora lo sé bien, está condenada a la esclavitud eterna en esta aberrante prisión existencial. Todo esto ha sido solo un error y este mundo no significa nada; jamás lo ha hecho y jamás lo hará.
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Esta existencia no podría ser otra cosa sino una cárcel de sufrimiento sin sentido y de abyección sin parangón. Y ¡pensar que algunos ilusos incluso agradecen tal miseria! Si pudieran estos tontos apreciar el monstruoso engranaje que los oprime y los vomita cada día sin compasión, sus funestas mentes sucumbirían de inmediato y para siempre.
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El ojo del abismo ha penetrado muy profundamente en mi nostálgica alma y ha puesto al descubierto mi auténtica naturaleza más allá del adoctrinamiento inicial. Ahora es momento de poner en práctica estos descubrimiento y asesinar sin parar hasta que el cuchillo se incruste en mi propio corazón. No debo perder más tiempo o, sino, corro el riesgo de perder por completo la razón.
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Catarsis de Destrucción