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Mortífera complacencia

Seguiré sin ti hacia la prohibición del mundo, pues el vacío que significa mi existencia se ha mantenido inmutable ante tu partida. Ni siquiera pude derramar una lágrima cuando leí tu carta, cuando encontré esta pocilga que es mi vida apartada tan subrepticiamente de tus caricias. Aún recuerdo, no sé por qué siniestra razón, esa ocasión en que nos besamos bajo el resplandor de un encuentro cargado de sueños, locura y pasión. Entonces me sentía feliz; era cuando aún podía sentir algo, cuando me importaba que estuvieras aquí, cuando te amaba más de lo que ahora me odia esta sombra. La historia no se repetirá, tus besos y tu cuerpo ya jamás se entregarán de la misma manera ante mi persecución en las noches mágicas y aladas del plano astral. La agonía de ser es lo que me cobijará de aquí a que me cuelgue, pero tal vez ni ella pueda desvanecer todos los recuerdos y la profunda nostalgia producto de tanto tiempo a tu lado. Todo ha terminado, pero la verdad es que aún te amo demasiado.

Hoy te has ido a donde perteneces, pues has comprendido lo congelado que se haya mi corazón y lo extintos que están mis sentimientos; y es entonces cuando reflexiono sobre lo arruinado de este humano martirio. Es una condición extraña existir solo por casualidad, y tal vez el pecado fue solo pensar que tú y yo podríamos llegar a ser más que la suciedad en la que nos revolcamos la primera vez. Llevo tantas manchas de sangre sin sentido en mi interior, tantos ojos cegados por la magnificencia que tu mirada procuraba obsequiarme cada mañana en el ocaso de la llama cuya inmanencia despegaba la inutilidad de vivir en el reino podrido. Descascarado y contrito, he tomado la decisión de castrar los recuerdos que desde ahora sé me atormentarán el día del delito; el momento en que el tiempo será finalmente mi amante y mi amigo. El fuego del averno habrá de purificarme y con él vendrán las alimañas de las catacumbas moradas a coronarme con el reino de la inexistencia.

No obstante, no es aún el instante de recibir la furia del olvido, pues me mantengo indiferente en absoluto; indiferente ante ti y los sueños rotos y extintos que arrojaste tan lejos de aquí. Hoy soy ligeramente más libre de mí mismo y espero nunca caer como un títere en una argucia más de este sistema para desprenderme de mi intrínseca voluntad y de mis sinceros sueños, aunque ya no tenga ningún caso desear algo. Me siento feliz de tu partida, es un placer que había solo saboreado en pesadillas y que ahora hago tan mío como el hechizo del mendigo en el templo tangente, donde una parte de mi sombra fraguaba inmarcesiblemente una belleza imposible en la entelequia que te obsequiaba vida. Fueron aquellos susurros demasiado complacientes en su mortífera masacre, pero me dejaron encantado sus cuerpos putrefactos e inhumanos. La realidad vuelve a golpearme con ferocidad y no hallo ya razones para permanecer vivo; mucho menos ahora que tú ya no lo estás.

***

Locura de Muerte


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