Convulsión Imperecedera

Ante el insondable abismo de la entidad suprema escondí la llave

Y al arrocinar los mundos adyacentes refulgió la demencia en mi vientre

Abyectas figuras desgarraban mi ensangrentado interior vaciándome

No era bueno que los sueños tuviesen tal matiz de realidad perenne

Me acibaraba en la constante insensatez que naturalmente me conformaba

Al ser humano no podía esperar grandes progresos en ningún mundo supremo

Aunque mi forma inmaterial vagaba solitaria por los místicos y prohibidos recovecos

En el fondo era consciente del desperdicio que mi existencia en el universo denotaba

En el final donde los demonios fornicaban con las rameras del dios eterno

Ahí estará mi carne maloliente siendo tragada por las bestias astadas

En aquel bacanal orgiástico se condensarán las entelequias de mi consciencia

Y, entre más me aboque al tiempo del humano, mayor será mi lúgubre condena

Fue embalada la mágica presencia de los destellos dorados y supremos

Inmediatamente ridiculizada por las acciones de los blasfemos monos hipnotizados

Me ilusionaba lo inmaterial que podía sentirme al liberarme de mi envoltura carnal

Me atafagaba lo mucho que lamentaba regresar al vacío cósmico de mi vida banal

¿No era acaso el tercer ojo el mismo que sollozaba en el silencio eterno?

¿Quién era yo que tan inseguro estaba del sentido de mi intrascendente existencia?

Pero no respondí, solo bajé la mirada y mis pies se despedazaron con la hondonada

El baladí flujo de comunicación hacía tartajear lo que había sido en el tiempo perdido

La vedada virgen escupió entonces al santo árbol dueño de las cavernas sibilantes

Y los orificios de los arcontes supuraron en el nacimiento de aquel sin identidad

Grandes eran los artilugios del demente destino para controlar la tormenta estentórea

No miraban más, estaban en pleno paroxismo aquellos dueños del espíritu y el idilio

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Libro: Irrefrenable Tristeza


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