Y, si existe un creador, debe ser un demente, un alcohólico, un drogadicto o cualquier cosa similar, pues no concibo a ninguna entidad divina y suprema que pueda diseñar, en su sano juicio, a tan patética y repugnante criatura como el ser humano. Y, encima de eso, tras haber cometido tan fatal equivocación en su infame creación, todavía hacerle sumamente susceptible a las más banales experiencias.
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Quizás incluso el hecho de no querer ser humano es, a su vez, algo demasiado humano. Pero ¿qué no lo sería? Entonces, siendo así, no vale la pena reflexionar nada, pues todo lo que se haga, diga o piense partirá de una base: soy humano y, por ello, mis juicios estarán siempre sesgados de una u otra forma.
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Y precisamente ese era mi jodido problema: odiaba ser humano. Eso lo arruinaba todo, pues, sin importar lo que experimentara, no quería hacerlo teniendo un cuerpo, menos el mío. Además, las necesidades del mismo me trastornaban, pues me parecía demasiado esfuerzo para mantener tan repelente constitución de carne, huesos y miseria.
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La infinita burla de todo era mirar a las personas y saber lo endemoniadamente satisfechas y felices que lucían en pleno y supremo estado de estupidez existencial; o sea, en su estado natural.
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Me enamoré demasiado rápido de ti y ese fue mi error, pero, la verdad, creo que no podría ser de otra manera. Y, si te volviera a conocer, tal vez me enamoraría aún más estúpida y rápidamente de ti; más aún, ¡me mataría por ti!
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Desasosiego Existencial