Juramos que estaríamos juntos hasta el fin y así ha sido, mi eterno e imposible amor. Te juro que desde ese día me he pasado cada tarde en ebriedad absoluta, recostado y derramando lágrimas de sangre junto a tu tumba.
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La muerte te arrebató demasiado pronto de mis brazos, pero sé que fue lo mejor. Ahora tan solo odio a la vida por haberme presentado la magnífica, pero terrible oportunidad de haberte conocido, pues ¿de qué me sirve ahora tu recuerdo si no puedo besar tus labios ni recorrer tu cuerpo?
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En realidad, no estoy agradecido con nadie ni con nadie por absolutamente nada. Al contrario, me encuentro demasiado ofendido con la vida por haberme permitido experimentarla, y encima siendo un cobarde; demasiado cobarde para quitármela.
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Al final, la muerte tal vez ya ni es tan muerte, pues recoge solo un patético espejismo de lo que terminamos siendo. Más bien es la vida la verdadera muerte, pues se encarga de matarnos lentamente cada día y sin que siquiera lo notemos.
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Afortunadamente, hoy había decidido poner fin a esta tragicomedia de existencia infernal. En verdad que ya no me era posible soportar ni un día más a la humanidad ni mucho menos a mí mismo. Pero me siento feliz y aliviado, pues sea lo que sea que me depare en el más allá, sé que jamás será una mala decisión elegir la muerte sobre la vida.
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Desasosiego Existencial
