Si queremos que este mundo cambie de verdad, debemos hacer algo al respecto. Aunque, de hecho, lo único que se me ocurre para una auténtica purificación es exterminar por completo a la deplorable y patética raza humana. Mientras exista esta blasfemia y se reproduzca, existirán todos los males concebibles y se repetirá el mismo ciclo de miseria y podredumbre que actualmente experimentamos.
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Invitar a alguien a suicidarse, contrariamente a lo que la mayoría de imbéciles creen, no es ningún mal; por el contrario, es una amable invitación a ser salvado.
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La única redención posible en este mundo abyecto, plagado de ambición y sufrimiento, no podría ser otra que la proporcionada por la dulce y armoniosa melodía de la muerte. Mientras no tomemos este camino, seguiremos padeciendo los tan sórdidos y abrumadores efectos de una existencia que no nos llevará nunca a nada y en la cual, sinceramente, no tenemos razón de permanecer.
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Las religiones, los gobiernos, las corporaciones y demás organizaciones son una completa estupidez. Y el cúmulo de mentiras con que intentan justificar sus repugnantes creencias y ominosas acciones es un absurdo, pero más absurdo todavía resulta que existan millones de títeres (tan vilmente adoctrinados) que se crean tales cuentos y que, más aún, basen sus vidas (y muertes) en tan desmesuradas tonterías.
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Y entonces, sin más ni menos, se mató. ¿Por qué? ¿Qué lo orilló a tomar tan magnífica decisión? Bueno, existe un incuantificable número de razones que se podrían enlistar, pero creo que se podrían resumir en una sola: porque nunca pidió haber nacido.
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Desasosiego Existencial