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El Color de la Nada 03

¡Qué tonta y patética es la humanidad! ¿Sería mucho pedir que su extinción sea ahora mismo? ¿Sería mucho soñar con un mañana donde tan horribles criaturas de emociones tambaleantes no vuelvan a ensuciar la superficie? ¿No sería idílico extirpar por completo a esta blasfemia que tanto ha corrompido el mundo entero?

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En la orilla de mi mente, algo sumamente sombrío surgía. Era algo que me espantaba un poco, pero que al mismo tiempo me gustaba. No podría describirlo con exactitud, ya que ni yo mismo podía comprenderlo. Había, de hecho, perdido esta capacidad de hace mucho: la de entenderme a mí mismo. Ahora, sin embargo, se me presentaba una nueva oportunidad de experimentar la realidad cumpliendo mi destino: fulminar a la mayor cantidad de personas posible antes de pegarme un tiro.

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Puede ser que de algún modo la vida sea algo bueno, pero solo si corremos con la suficiente suerte o si somos lo suficientemente beneficiados por el azar para cumplir con un conjunto de variables que nos permitan no caer en todos los maleficios que en ella imperan. Las probabilidades casi nunca están a nuestro favor y, aunque lo estén, siempre encontraremos escollos en los cuáles caeremos irremediablemente. ¡Qué abominable es esta existencia donde estamos totalmente desamparados y sin posibilidad alguna de un triunfo duradero!

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Al final del día, lo único que tenemos a nuestra disposición, sin importar los seres que nos rodeen o las actividades que hagamos, es nuestra inmanente soledad, nuestro agónico vacío y la siempre presente oportunidad de suicidarnos. Y creo que así está bien, pues eso es más que suficiente para consolarnos en nuestra irremediable miseria.

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No sé cómo he resistido hasta este punto, cómo es que he tolerado tantos abusos por parte de una existencia tan malsana como esta. No obstante, no pienso seguir adelante ni un paso más. Ya no me interesa hacer nada y estoy harto de todos, lo admito. Si continúo viviendo es por pura inercia, pues hace tiempo que mis sueños y esperanzas (si es que alguna vez los tuve) se evaporaron para jamás volver. Tan solo soy un muerto viviente, un cascarón lacerado por una pestilente e infinita náusea existencial. No, vivir no fue ni será jamás algo bueno. Espero que morir sea un poco menos peor, al menos lo suficiente como para hacerme sentir un poco mejor. Sino, ¡quién sabe qué de mi alma será! Supongo que estará condenada a existir por siempre en este sempiterno sinsentido.

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El Color de la Nada


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