Las emociones y los sentimientos humanos son algo realmente detestable, algo que jamás debería haber existido, pues ya la mismísima existencia humana en sí es lo suficientemente miserable y absurda como para todavía tener que lidiar con tales tonterías. De ahí que lo mejor, si queremos evitarnos un sinfín de problemas, sea no relacionarnos con nadie de ninguna manera nunca más.
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Ya en este punto ni siquiera me importa si existe o no un sentido para seguir viviendo, pues estoy tan deprimido y desesperado por morir que cualquier cosa que se me diga o se haga para mantenerme vivo será un sinsentido, una ofensa y, en último término, un ultraje a mi propia autodestrucción.
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El cataclismo debe ocurrir ya, no podemos permitir que esta ominosa raza continue ensuciando este mundo ni esparciendo su repugnante semilla. Tal vez deberíamos comenzar justo ahora, saliendo de nuestras casas y liquidando a quienes se nos crucen en el camino. Esto sería lo más adecuado si queremos purificar esta inmundicia, y es así puesto que cualquier persona, joven o vieja, no importa en lo más mínimo.
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Es hasta cómico el sinsentido en el que se suspende nuestra aberrante existencia; pasamos los días tan obsesionados con la vida, planteándonos absurdas metas y elaborando todo tipo de ridículos planes para que, al final, solo nos espere la muerte.
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El óbito es acaso lo único que puede proporcionarnos una paz verdadera y eterna, pues, mientras estemos vivos, tendremos que padecer, en mayor o menor medida, los dolorosos efectos de esta existencia mundana y funesta. Y todo sin saber por qué o para qué, y quizá ni siquiera tenga sentido cuestionarse esto. No somos sino miserables peones enclaustrados en una prisión existencial y deformados continuamente, exprimidos en cuerpo, mente y alma hasta que no quede nada de nosotros; hasta que la muerte ponga fin, para bien o para mal, a nuestra incuantificable miseria.
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Desasosiego Existencial
