Siempre estamos lidiando con el tiempo, librando una batalla imposible de ganar. Y es así puesto que somos y seremos sus eternos esclavos, aunque se trate tan solo de una invención humana más para mantener presa nuestra verdadera esencia. ¡Qué irónico! ¡Somos esclavos incluso de nuestras propias invenciones! ¡Vaya maravilla de existencia, vaya atrocidad temporal!
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Que dos personas engendren una tercera, más que la unión de sus cuerpos, sus fluidos, sus genes, sus corazones o sus almas es la unión de su imperante estupidez.
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Y pasa que, en la vida, a veces es mejor no ver muchas cosas. Es tal y como cuando vamos a defecar: nos acomodamos de tal manera que no vemos el proceso de frente, solo lo hacemos e incluso a la fuerza. Bien, pues algo similar ocurre con la vida y sus execrables tentáculos.
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Tal vez las reflexiones que hacemos tan desesperadamente día con día no lleven a nada ni signifiquen nada, ya que, si realmente sirvieran de algo, cambiaríamos nuestra manera de vivir; pero esto no pasa con frecuencia. Tan solo consideremos el caso de las reflexiones suicidas: entre más nos hundimos en ellas, más nos alejamos, paradójicamente, de llevar a cabo tan magnífico acto.
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Nada es importante y, al mismo tiempo, todo lo es. Tal es la ironía y dualidad de la existencia que se manifiesta en todos los niveles y en todas las perspectivas. Lamentablemente, el ser se halla enclaustrado en medio de esta constante lucha que, tarde o temprano, acaba por destruirlo física y/o mentalmente.
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Y, cuando hacemos una elucubración sincera sobre nosotros mismos y lo que somos en realidad, no podemos sino llegar a una absoluta náusea existencial que deberá culminar, sí o sí, en el suicidio más absurdo.
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Desasosiego Existencial