La humanidad es solo un gran conjunto de tontos dirigida por un selecto grupo de otros tontos que han sabido aprovecharse de la estupidez general y establecer, con base en ello, un sistema de miseria y putrefacción conocido como civilización. Detrás de todo esto, solamente se ocultan la soberbia, el ego y el inmenso deseo que siempre ha tenido el ser de dominar a otros e imponer su voluntad a como dé lugar; de creerse un dios cuando claramente su mera naturaleza ya lo aleja de tal estado desde el comienzo.
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A como están las cosas hoy en día, que exista la muerte debería ser considerado como un milagro. Y puede que pronto se prohíba el suicidio de manera oficial, porque siempre convendrá más mantener a las personas encadenadas a las fauces de la pseudorealidad que brindarles la oportunidad de intentar escapar. Además, se buscará promover la continua reproducción de más esclavos, porque jamás será suficiente con adoctrinar a algunos cuántos mientras se pueda adoctrinar a más y más.
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Muchos agradecían estúpidamente un día más de vida en este abominable infierno terrenal, totalmente ignorantes de la incuantificable cantidad de sufrimiento y agonía que reinaban y que parecían no tener límites. Yo, por mi parte, tan solo agradecía un día menos en esta prisión carnal y suplicaba, ¡al dios que fuera!, que pusiera punto final a mi existencia en cualquiera de los días venideros; ya que, para mí, no tenía ningún caso seguir existiendo y ya nada buscaba ni quería con las cosas y los seres de este mundo absurdo y sepulcral.
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La humanidad jamás lo entenderá ni lo aceptará, pero la verdad es que su existencia no tiene el más mínimo sentido y es, a lo más, solamente un patético error; una inmundicia que debe ser purificada mediante la destrucción absoluta. Ya antes, supuestamente, el mundo fue purificado mediante un gran diluvio. ¿Por qué no podría volver a serlo? ¿Por qué no exterminar a un gran amasijo de tontos cuyos únicos placeres consisten en lo material, lo carnal y lo efímero?
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No somos importantes y acaso nunca lo seremos, es ya tiempo de aceptarlo. Y, quien diga lo contrario, seguramente está mintiendo, pues ¿cómo podríamos creerle a un simple humano que la humanidad es importante? La lógica de tal sentencia se anula por sí misma, ya que no existiría punto de comparación apropiado. Y, al fin y al cabo, basta analizarse sinceramente a uno mismo y al resto para sentirse decepcionado, desilusionado y, ¿por qué no?, completamente acabado.
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El ser… ¿Podría concebirse que la existencia de algo tan insignificante haya causado tan abrumadora mezcolanza de miseria y agonía y, encima, se haya nombrado a ello vida? ¿En qué clase de retorcida visión nos hemos sostenido hasta ahora para pretender justificar lo injustificable? ¿No son nuestras humanas contradicciones, ideologías y doctrinas prueba fehaciente de que somos aún demasiado ignorantes y pretensiosos? No sabemos nada de nada, pero nos gusta aparentar que lo sabemos todo. El ego humano puede que sea algo valioso desde cierta perspectiva, pero desde otra no es sino esa piedra con la cual la gran mayoría está destinada a tropezar y caer una y otra y otra vez hasta su muerte.
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Desasosiego Existencial