Recordaba, tan solo eso me quedaba mientras el viento soplaba y azotaba en mi cara un ventarrón insaciable. Las estrellas orlaban el acendrado matiz nocturno cuya nostálgica esencia laceraba mi espíritu párvulo e imaginativo. Hacía ya tanto tiempo que, cual par de insensatos alienados, uníamos nuestras bocas frente a la quietud del horizonte sublime; mismo que ahora contemplo con impertérrita y avasallante soledad. Pero sé que fue lo mejor, o ¿tal vez no? ¿Acaso nuestros corazones aún conservaban aquel sempiterno y pegajoso delirio mutuo? Tantas veces rocé tus labios y deseé tu cuerpo, y fueron idílicos los sonidos provenientes de aquella alcoba impregnada de nuestros característicos olores. Tantas veces me dije a mí mismo que el amor de mi vida eras tú, y hoy sé que eran quimeras todas esas vanas promesas. Como todos, supimos mentirnos demasiado bien y creímos que algo tan absurdo como el amor humano podría salvarnos de nuestro miserable sino.
Y, sin embargo, no serán los colores del amanecer junto a ti los que más seguirán aquejando mi angustiada alma, sino la ferocidad de las noches cerúleas y místicamente confeccionadas para dos extintos amantes. Labrada en cada caricia quedó tu monda mirada y esculpida tu sonrisa se ha mantenido intacta en mi desgastada consciencia. Mientras recorro solitario y reflexivo los senderos que otrora solíamos andar en aquellos tiempos de juvenil estolidez, soy atacado por una infinitud de preguntas a las cuáles jamás, creo, hallaré respuesta. Habría querido permanecer a tu lado hasta el último día de esta banal existencia, pero tan variados fueron los motivos que ocasionaron tal hueco entre nuestras almas; tan poderosos los cromatismos que envolvieron por separado nuestros ojos taciturnos y sombríos. Tan poderoso fue el desencanto que nos hizo no volver a tolerar el estar juntos, aunque acaso en el fondo añorábamos matarnos bajo la misma luna.
No hay lugar para entender tan compleja intersección y tan abrupta cisma, solamente un motivo de lo más inverosímil y absurdo. ¿Es en esto en lo que converge cualquier clase de supuesto amor? Y es cuando la tormenta de desquiciantes inquisiciones perturban aún más el trastorno que ocasionó tu partida en mi derruida razón. ¿Qué somos ahora sino dos extraños quienes podrían encontrarse y mantenerse impasibles al rememorar todo lo vivido? ¿En qué se han convertido la emoción, la ternura, la pasión y el tropel de emociones en que colapsaron nuestros corazones aquel día donde nuestros labios, por vez primera, se saborearon? ¿Qué será de ti, dulce niña de sonrisa resplandeciente? ¿Acaso amarás a otro insensato o entregarás tu cuerpo a algún nuevo inquisidor? Y ¿qué será de mí, con esta eterna náusea existencial? ¿Acaso podré continuar con tantos agujeros dentro? ¿Quién me abrazará esta noche y evitará que la soga apretuje mi cuello para escupirme a la nada?
¿Será esta noche melodramática el exquisito y adecuado momento para atar el nudo a mi garganta y finalizar este descabellado cuento? ¿Será hoy, después de todo el daño infligido, el colapso de lo que fui y de lo que jamás seré en este maquiavélico soliloquio…? Podía percibir, tras colgar los pies, tu silueta a lo lejos, pero me era tan ajena y enigmática que decidí ignorarla, y silenciar lo que alguna vez me enloqueció hasta el más brutal enamoramiento. Daba igual vivir o morir, besarte o dejarte ir, pues nada quedaba entre nosotros sino solo una recalcitrante percepción de rechazo y conmiseración al sabernos nuevamente extraños; al rememorar que, hace ya tantos años, fuimos dos espíritus desconocidos, dos seres libres y cuya vibración, tristemente, jamás volvería a sincronizarse. No obstante, este martirio se acabará dentro de muy poco. Sí, al amanecer habré dicho adiós para siempre a esta anodina existencia y a cualquier reminiscencia tuya almacenada por defecto en lo más profundo de mi ser.
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Anhelo Fulgurante