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El Halo de la Desesperación 39

Y sí, creo que los razonamientos sobre el delirante absurdo de la existencia son muy loables; tanto que debemos tenerlos muy en cuenta a la hora de intentar un adoptar un ilusorio optimismo en esta asquerosa y deprimente existencia como la mayoría lo hace cuando llegan, si es que ocurre, a reflexionar sobre estas cuestiones. No puedo sino desternillarme ante sus futiles y patéticos razonamientos, pues casi siempre estarán basados en experiencias poco objetivas y en delirios surgidos de quiméricas percepciones que no harán sino confirmar todavía más su imperante ignorancia y su nauseabundo apego hacia lo que no existe ni existirá jamás.

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Ese absurdismo sepulcral del que ya no podemos deshacernos por más que lo intentemos y que nos corroe desde el interior de nuestro ser; que solo se va por instantes, pero que siempre vuelve con mayor fuerza y para dejarnos en un estado de mucha mayor agonía y confusión; eso es, en resumen, haber entrado en el halo de la desesperación. Y, una vez inmersos en él, el único camino viable será el suicidio sublime productos de reflexiones sinceras y más allá de lo humano.

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Resulta sumamente favorable, en ocasiones, no saber lo incoherente que resulta este mundo y su repugnante ciclicidad. Lo peor, entonces, es cuando nos damos cuenta, porque ya no habrá vuelta atrás. De hecho, creo que es mejor no darse cuenta, pues así es como la gran mayoría de la humanidad ha conseguido persistir y reproducirse: siempre arropados por ese abyecto sinsentido que no pueden o no quieren vislumbrar. ¡Oh! ¿Hasta cuándo continuaremos girando sin parar en la maléfica rueda de la existencia humana y las perpetuas y desquiciantes contradicciones a las que nos somete sin misericordia alguna?

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En fin, era siempre lo mismo al llegar a este atroz y desconcertante momento del que solo podían arrancarme temporalmente la bebida, el lenocinio o la poesía… Ya ni siquiera sé cómo llamarle a esta mescolanza tan infame de sensaciones deprimentes y trágicas que engloban el avasallante absurdo en el que me hallo inmerso. ¿Será acaso esto la desesperación de existir en su más sanguinaria naturaleza? ¿Será que estoy alcanzando finalmente el punto culminante del halo de la desesperación? ¡Demonios, creo que sí! Y creo que, al amanecer, mi alma verdaderamente será libre de toda atadura, imposición o tristeza.

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La verdadera utopía, desde el punto de vista existencialista, sería pensar que el sentido de la vida pueda hallarse, irónicamente, estando vivos. Tal vez solo en la muerte podamos saber si hubo o no razones para haber vivido, aunque creo que ya de nada serviría. Siendo así, realmente ya no sé en qué creer o qué hacer, pues la confusión es tan inmensa que ni siquiera puedo tomar una decisión sin dudar un poco de todo lo que acontece a mi alrededor y, más que nada, en mi propio interior.

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