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El Halo de la Desesperación 42

El embriagarse cada noche con mujerzuelas y juegos, en compañía de seres igualmente decadentes, no era un pecado de ningún tipo, siempre y cuando se consiguiera, cuando se estaba en su imponente y atroz dominio, abatir momentáneamente el absurdo de la existencia dentro de uno mismo y en quienes compartían nuestro eviterno sufrimiento. ¿Qué podríamos hacer, en todo caso, sino hundirnos en la más mísera intrascendencia hasta que nuestra muerte aconteciera del modo más magnificente y contundente? Esto era la vida misma en su expresión más real: decadencia irrefrenable, infernal locura, extrema desesperación y, luego, ya solo un anómalo arrepentimiento que ahogaba nuestras centelleantes risas y el efímero deleite acumulado en el corazón con melancólica ironía.

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La paradoja de la miseria existencial surge al observar que este mundo infame y plagado de nauseabundas estructuras de control social se haya vuelto, gracias a la pseudorealidad y sus poderosas herramientas, una necesidad para los esclavizados. Sería incluso un peligro inmenso el despojar a los funestos esclavos de aquello que los somete tan bestialmente y los devora desde dentro; para ellos esto es casi tan indispensable como al aire que respiran o el agua de beben… Y he ahí el por qué este execrable sistema triunfa y permanece: no hay mejor manera de mantener el control sobre las masas que haciéndoles creer, con toda la fuerza de la más siniestra mentira, que son y serán libres.

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Que los humanos adoren aquello que los destruye es la majestuosa y gran obra que ha fraguado la pseudorealidad.

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Hacer que los miserables amen su propia miseria existencial y, más aún, que contribuyan a expandirla y perpetuarla lo más que se pueda, es, en resumen, el punto fundamental que se debe cumplir para que un mundo como este, tan deplorable e infecto, continué su asqueroso y banal ciclo de miseria existencial.

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Este mundo por el que tantos idiotas agradecen no podría ser sino el vómito de cualquier clase de entidad que lo haya creado; aunque, más bien, creo que sería la diarrea más infecciosa del caos más blasfemo.

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El Halo de la Desesperación


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