Mi problema era que, sin importar qué actividad llevara a cabo, de qué personas me rodeara o cuánto lo intentara, siempre volvía esa inmanente sensación de vacío, hastío y náusea. Podía evadirla por un tiempo, eso sí, pero jamás borrarla del todo. Podían ser minutos, horas, semanas y hasta creo que meses los que me hallaba ligeramente bien, pero luego volvía aquel conglomerado de miseria, misantropía y hartazgo que me sumergían nuevamente en la más sórdida depresión y psicosis. Y, lo peor de todo, siempre volvían con más fuerza que antes; como si mi efímero bienestar fuese solo una broma ante la agonía que me deparaba eventualmente. Terminé entonces por entender que yo jamás podría vivir como el resto y que mi deprimente destino había sido decidido sin que pudiera hacer algo al respecto. ¿Qué más daba, pues, seguir o no en un mundo que odiaba con toda mi alma? ¿Acaso tenía alguna importancia si esta noche decidía dormir unas cuántas horas o, mejor aún, para siempre?
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Nunca seremos libres, siempre habrá algo o alguien que nos esclavizará; sea dinero, tiempo, pareja, amigos, hijos, padres, familia, empresas, gobiernos, religiones o incluso nuestra propia mente. Esta existencia, desde luego, es solo un mecanismo perfectamente diseñado para destruir nuestro ego y para pisotearnos incansablemente; al menos hasta que nos pase por la cabeza que siempre está la opción de quitarnos la vida en un acto de coherencia y auténtica piedad hacia nosotros mismos.
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Todos siempre se la pasaban preguntándome por qué quería quitarme la vida, cuando creo que más bien la pregunta correcta sería: ¿por qué querría seguir en esta vida?
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Toda criatura sin excepción nace y muere en vano, presa de sus propios genes y esclavo de sus más profundos instintos. El ser humano no es diferente, sino que es peor aún, pues se ha inventado todo un absurdo conjunto de creencias, ideologías y autoengaños que hacen todavía más estúpida y blasfema su existencia, si es que tal cosa es siquiera concebible.
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¿Es que realmente importa si el mundo se termina hoy, mañana o el próximo año? ¿A quién carajos le interesa esto? ¿Acaso alguien podría postularse a favor de una realidad tan sacrílega e irrelevante como esta? ¿No sería en todo caso el fin de este patético mundo también la culminación de nuestra insensata y cruenta miseria? ¡Al diablo con todo y todos! ¡Que se termine ya el mundo y, con ello, que muera para siempre nuestra execrable esencia humana!
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El Réquiem del Vacío