Buscando un inexistente sentido a mi absurda y deplorable esencia humana fue como encontré la oscura entidad reprimida que sollozaba por un ínfimo momento de libertad dentro de mi acongojada alma, misma que me condujo tan placenteramente a mi propia muerte mediante la más sublime catarsis suicida. ¡Oh! ¡Cómo disfruté tales instantes de iluminación ensangrentada! Las paredes manchadas de muerte y pureza, de un rojo que solo puede emanar de un asesinado en masa cometido por un semidios; por un ser que se adjudica desde el principio el derecho de hacer lo que sea, puesto que reconoce en sí el rastro de divinidad que los demás han rechazado y desperdiciado hasta haber sido extirpados de la vida misma.
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¿Qué era más importante en realidad, sexo o amor? ¿Amar de verdad o simplemente fornicar? ¿Vincularse emocionalmente o tan solo saciar el instinto carnal? Y ¡cuán contradictorio resulta el que casi nunca se pueda alcanzar la plenitud en estos dos actos con la misma persona, al menos no por un periodo prolongado! Quizá tal contradicción en nuestro grotesco interior sea la muestra perfecta de la infinita dualidad que parece nacer de la creación divina: el bien y el mal en uno solo, solamente separados por criaturas de mente limitada y alma inferior como nosotros.
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La monogamia, ciertamente, era solo una quimera más de las mentes más frágiles que se negaban a aceptar su verdadera naturaleza: la infidelidad. La monogamia no era más que un ruin autoengaño como cualquier otro, una forma de pretender que había algo que valía la pena preservar y cuidar. ¿Cómo podría esto ser mínimamente así? Si la vida misma nos ilustraba que estaba ávida tanto de crímenes como de obras virtuosas, ¿por qué encasillarnos en uno solo de sus portales? Supongo que aún no estamos listos para ir más allá, que todavía somos un puente hacia el ser supremo.
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Casarse es consagrar una de las mayores tonterías en las que se pueda absurdamente creer, pues no existe nada menos sensato que unir todos los errores y desvaríos propios con los de otro ser igualmente absurdo y trastornado como para llevar a cabo tal acto. En fin, parece que el ser es experto en complicarse la vida y en engendrar nuevos esclavos mentales. Puede que este ciclo infernal no termine jamás y que la miseria se apodere de la escasa cordura que aún nos resta… Por suerte, no estaremos aquí para saberlo; ¿qué importa entonces? Más vale orar por el exterminio absoluto o, en su defecto, pegarse un tiro esta misma noche.
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Cuando uno se casa es imprescindible haber aceptado de antemano la infidelidad, así como la eterna condena del acérrimo aburrimiento en el que nos sumergiremos cada vez más. Deberemos decidir posteriormente si nos volvemos locos o si nos matamos, pues solo esas opciones restarán para poder volver a disfrutar de una efímera libertad. Ya de por sí la existencia en estado más puro resulta un inenarrable tormento, no me quiero entonces imaginar cómo será en compañía de otro mono parlante que exprimirá cada una de nuestras emociones y que nos llevará al límite en cuanto a la virtud de la paciencia se refiere. No obstante, creo que la soledad es algo mucho más intolerable para la gran mayoría; y así es como terminan relacionándose con seres despreciables y ruines similares a cuervos rabiosos. Pero siempre pensaré lo mismo hasta el último de mis días: si se quiere ser uno mismo en su totalidad, la soledad y no otra cosa debe abrazarse con todo vigor.
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Encanto Suicida