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Infinito Malestar 31

Es curioso que, a lo más a lo que podamos aspirar, sea solo a distraernos ocasionalmente del vacío existencial mediante alguna actividad absurda preparada para idiotizarnos aún más. Luego, aun sabiendo esto a la perfección, hay personas que se atreven a afirmar, con un cinismo que anonada, que la vida es hermosa. Me pregunto si estas personas padecerán algún tipo de trastorno que les impida ver la realidad de las cosas o si simplemente son un gran amasijo de estúpidos y adoctrinados títeres. Por salud mental, me gustaría quedarme con la primera opción. Aunque la verdad es que ya cualquier cosa puede esperarse del mono parlante, de esa infame y ruin bestia dominada por sus impulsos más siniestros y emociones más contradictorias. Cada paso en mi reloj atemporal me indica que la destrucción llegará pronto, que debo estar preparado para lo peor y que este mundo, por suerte, será desintegrado en su totalidad hasta que ya ni siquiera el olvido se acuerde de él.

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Y, si ya renuncié al amor de mi vida, ¿qué me impediría no renunciar a la vida también? ¿No sería esto último, ciertamente, lo más adecuado hoy, mañana, ayer y siempre? ¿No era, de cualquier manera, terriblemente insoportable permanecer un día más aquí? Estaba triste, loco y solo; me hallaba sumergido en reflexiones y dilemas que habían terminado por trastornarme la cabeza y por agobiarme el alma. ¡Oh, era yo un pobre infeliz que quizá ni siquiera mereciera la muerte! Mi soledad era lo único que me quedaba, solo ella me escuchaba y me comprendía mejor que nadie. Solo con ella dormía y entre sus brazos alucinaba con una nueva realidad donde la felicidad, la libertad y la verdad pudiesen iluminar mi abyecta y eviterna oscuridad.

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Si mi vida no me interesa, imagínate la tuya… Tan irrelevante me resulta todo que, incluso lo más grandioso que me pudiera pasar, sería para mí tan solo un mísero paliativo en una existencia infinitamente ominosa como esta cuya principal esencia es la dualidad entre el aburrimiento y el dolor. Y todo mi sufrimiento, sin embargo, era nada; nada comparado con el sempiterno sufrimiento de la humanidad, la vida y el tiempo. Todos éramos devorados una y otra vez por sus colmillos sangrientos, envueltos en trajes temporales que contribuían a hacer de esta agónica experiencia algo que difícilmente podría ser descrito adecuadamente con palabras o versos psicóticos. Lo más increíble era, empero, cómo las cosas cada vez empeoraban y seguían su anómalo ritmo hacia la destrucción mental y espiritual de toda criatura. ¡Qué harto y enfermo estaba ya de esto y todo lo demás, hasta de ser yo! Esta barbarie de podredumbre y derrota que siempre exigía lo peor de nosotros, ¿era eso y no otra cosa lo único para lo que debíamos desperdiciar aquí tanto de nuestro espíritu descuartizado?

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No era solo que no tuviera un objetivo o propósito para darle a mi vida, el problema era que yo ni siquiera quería tener vida. Hacía tanto tiempo que ya nada me importaba, que vivía en tal aislamiento y ensimismamiento que hasta casi había olvidado cómo se sentía relacionarse con alguien más. De cualquiera manera, eso era algo que me importaba un bledo. ¿Qué de bueno se podía obtener de escuchar, contemplar o vincularse con los humanos? Seres miserables, efímeros, patéticos y absurdos en su mayoría; esclavos de todo tipo de ridículas creencias, ideologías y falsedades; viles marionetas de impulsos aberrantes que los llevaban a cometer todo tipo de actos nefandos y vomitivos con tal de experimentar una efímera sensación de bienestar y placer. Lo verdaderamente triste y deprimente en extremo era que yo debía estar aquí… ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué sentido tenía? Ninguno, desde luego… El caos existencial había roto mi corazón y quebrado mi cordura ya tantas veces que incluso ahora también dudaba de que fuera yo real o de que siguiera todavía vivo.

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No conforme con haber arruinado su propia vida, el ignominioso ser humano está no solo dispuesto, sino encantado con arruinar la vida de los seres que repugnantemente engendrará. A esto, sin embargo, en la sociedad actual se le llama «formar una familia» y se le considera, ridículamente, un motivo de supuesta felicidad. ¡Vaya estupidez más grande, vaya trágica ironía! Se va por la vida con esta idea en la cabeza, como si tal acto significase la mayor alegría… Aunque para seres tan adoctrinados e idiotas como lo monos parlantes claro que lo es, para ellos nunca será suficiente la cantidad de miseria, sinsentido y crueldad que imperan ya en la sociedad actual. Ni les importa saberlo y, aunque lo supieran, quizá terminaría por darles lo mismo. Ellos solo anhelan cumplir con su deber biológico sin llevar ninguna reflexión al respecto, pegar su cuerpo nauseabundo con el del sexo opuesto para perpetuar su execrable esencia tanto como puedan… ¡Lástima, la humanidad puede ser cualquier cosa menos algo eterno, perfecto o deseable!

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Infinito Malestar


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