En este mundo, entre más egoísta y maquiavélica sea una persona, más se multiplican sus probabilidades de éxito. Contrariamente a lo que se nos presenta con frecuencia en series, películas e historietas, en el mundo real los malos siempre ganan sin importar cuánto mal hayan esparcido. De hecho, este horrible mundo está gobernado principalmente por ellos.
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Tantas razones para matarse y, pese a todas ellas, decidimos seguir aquí; infestados de una vida que odiamos y atrapados en un cuerpo que aborrecemos. No cabe duda de que nuestra principal virtud, la verdad, se vuelve nuestra principal desventaja en una realidad regida por la injusticia y el engaño.
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Hay individuos tan estúpidos y molestos que es inevitable preguntarse ¿cómo es que se sus amigos y familiares los soportan? Más aún, ¿cómo es que ellos mismos se soportan?
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Por supuesto que la existencia no es para nada perfecta, tan solo basta vernos a nosotros mismos en conjunto; es decir, a la humanidad, para darnos cuenta de que esta concepción vociferada por tantos palurdos carece de toda razón. ¿Cómo podría lo humano, con todas sus limitaciones, defectos y contradicciones siquiera rozar algo cercano a la perfección?
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La existencia de algo tan nauseabundo y patético como la raza humana no podría simbolizar otra cosa sino la prueba irrefutable de que no existe ninguna entidad divina; y, si lo hace, es un completo fracaso.
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A como están las cosas, suicidarse ya no es tanto una tragedia, sino una necesidad. El mundo está podrido y seguirá por esta inmunda vertiente mientras no se extermine a la deplorable humanidad. Pegarse un tiro en la cabeza, así pues, se vuelve más que indispensable.
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La Agonía de Ser