La colmena de situaciones estresantes me transportó a la montaña de las náuseas
El avispado sonido de las campanadas endemoniadas vociferó el comienzo del éxtasis
Y los mismos insanos reflejos de mi sombra se encargaron de anonadarme
Desprendiendo las carcomidas insignias me gustaría contemplar el diluvio del azar
.
Para ti he sido menos que un muerto, al nivel de cumplir tus pretensiones concupiscentes
De ser el infame representante de tu retorcida caterva de esplendores incandescentes
Aunque, debo admitir, también me inquietaba poseerte hasta la claridad del alba
Porque en ti surgían los emblemas que debía seguir para completar el exorcismo
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Vagando en las penumbras, ahogado entre infinitas pasiones que carcomen el alma
Alucinando con bocas prestadas y recogidas de la sordidez, embrujadas con dinero
Recorriendo los senderos de la embriaguez y la ansiedad, de las pieles prohibidas
Lacerando la pureza ya casi extinta y suplantándola con los deseos del falso querer
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Pretendiendo ser un humano más, tan depresivo y funesto como un títere
Ciego y desvaneciéndome en el humo de la tétrica defunción, del sortilegio atroz
La crisis alcanzó el punto de algidez al cuestionar la permanencia en el mundo
Absolutamente absurdo era continuar de este modo, ser lo que fuera con tal de vivir
.
La crítica condición de inhumanidad interna se mantenía desproporcionada
Y el anhelo de matarme rugía con ferocidad, presionaba con embelesada beldad
Vomitaba con hermosura las falacias que el adoctrinamiento había inculcado
Pero me retorcía, me enfermaba esta implacable querella conmigo mismo
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Esto era, en el fondo, más sublime que una vida ejemplar y ahíta de cotidianidad
La ignominia de existir era ya inevitable, pero el método fue de lo más inverosímil
La vileza se había apoderado de mi corazón, transformándome en un imberbe
Con extremo ingenio se escindieron las neuronas para denigrar el insulso arrebol
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Siempre supe que así sería el final de un poeta suicida, de un loco apabullado
De un rebelde que jamás halló en esta asquerosa existencia un mínimo sentido
Hundido en la repelente capa donde es inevitable sentirse arropado por la desgracia
Murmullo los últimos versos de esta descompuesta melodía, de mi nueva ruina
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Libro: Triste Insania de Amor y Muerte