Por otra parte, Lezhtik se hallaba conversando con el profesor Fraushit. Le agradaba poder expandir sus ideas con alguien que podía entenderlo. Al menos, así no se sentía como un alienado cuando hablaba de conspiraciones y teorías raras. De hecho, el profesor Fraushit había comentado una vez a Lezhtik que él mismo se había dado a la tarea de cazar masones en su juventud. Dicha tarea, por cierto, le costó más de lo que esperaba, pues, inclusive, llegó a estar preso tras haberse enredado con algunos políticos de alto rango. Sin embargo, a pesar de todo, el profesor Fraushit nunca renunció a su libertad y, quizá por ello, era rechazado constantemente en la universidad. No le asignaban nunca las materias que pedía y su opinión era la menos tomada en cuenta por las autoridades académicas. Con el paso del tiempo, la imagen que se creó de él fue la de un pobre viejo loco obsesionado con las sociedades secretas y las tablillas sumerias, cosas de las que siempre hablaba cuando denunciaba una élite que manipulaba a los gobernantes de los países para mantener el control desde las sombras.
–¿Cómo le ha ido, Lezhtik? Hace ya tiempo que no se daba una vuelta para conversar un poco.
–Pues ya ve usted, profesor. Con las últimas modificaciones en la facultad, ya no hay tiempo de nada.
–Sí, estoy al tanto de tales abusos. Por desgracia, no se me ha permitido entrometerme. Además, ya estoy viejo para esas cosas. Pero ustedes, los jóvenes, son los que deben luchar por un mundo distinto.
–Eso es lo que pienso, pero es complicado. Las personas no quieren escuchar, se aferran a ser controlados.
–Y no querrán, eso ni lo dude. Transmitir un mensaje como ese es una locura. El sistema ha trabajado bien los cerebros humanos, sumiéndolos en un estado casi vegetativo. Lo mismo está pasando aquí, pero paulatinamente.
–Ya lo creo. Es asombroso como los estudiantes han aceptado las condiciones impuestas por el nuevo director.
–No es tan raro, puesto que hay compensaciones. ¿No ha usted visto lo que se le ofrece a cambio de su libertad? ¿En qué escuela había usted observado que se les permitiera beber y jugar videojuegos? Ese tipo de distracciones representan la decadencia del conocimiento.
–Y ¿por qué entonces se le permite al nuevo director implantar todo eso?
–Porque ha convencido al mandatorio de la educación nacional de que es lo correcto. Él dice que una disciplina es fundamental, pero combinada con ese tipo de situaciones que ya conoces. Yo pienso que es solo una fracción del envilecimiento: primero se crea un ambiente estresante, se fastidia la mente y se aturden los sentidos, todo con el fin de obnubilar la capacidad de respuesta; luego, se brinda la oportunidad de despejarse, esto se logra induciendo al sujeto a un estado hipnótico en el cual disfrutará someramente de alguna clase de entretenimiento. En pocas palabras, se acondiciona al humano para que, poco a poco, sucumba ante la opresión y llegue a aceptarla y hasta a defenderla.
–Y ¿por qué se busca eso? Es lo que aún no me queda claro.
–Poder, la ambición más peligrosa que puede tener un humano. No es bueno que las personas conozcan la verdad, que puedan ver todo lo que otros vemos. Lamentablemente, están la religión, el alcohol, el sexo y el fútbol. Y, si eso lo combinas con una explotación vil representada por una jornada intensa de trabajo que será remunerada para conseguir los elementos antes mencionados, se llegará a crear una especie de conformismo y de satisfacción vomitiva en las personas. Con el paso del tiempo, olvidarán cómo y cuándo entraron en ese ciclo insulso, del cual ya no podrán ni querrán escapar. Posteriormente, se casarán y tendrán hijos a los cuáles no cuidarán y envenenarán transmitiéndoles sus absurdas costumbres y pensamientos; y éstos perpetuarán el gran error de sus progenitores realizando lo mismo con su descendencia. Así, el humano subyugado y dormido jamás se rebelará. Ellos lo tienen todo bajo control, es improbable que podamos vencerlos, son demasiado poderosos y ocupan posiciones importantes en todos los ámbitos: político, económico, militar, deportivo, educativo, religioso, etc.
–¿Quiénes son ellos? No entiendo a quiénes se refiere y por qué habla como si fueran dioses.
–Porque prácticamente lo son. Sabes, el profesor G siempre me platicaba de estos asuntos. Muchas veces le prohibieron hablar con los alumnos de esto, pero siempre se rebeló, pues su naturaleza era la lucha. Lo único que le importaba era poder abrir las mentes de sus estudiantes, pero muy pocos lo escuchaban con atención, todos decían que estaba loco y que ya debía de retirarse. Yo era su gran amigo y él decía perseguir e investigar el rastro de una antigua raza de seres que ahora tenían como súbditos a una secta muy peligrosa, una que se alza sobre los hombros de los seres y que todo lo ve, sin importar cuánto se le evite. Su nombre jamás me lo rebeló el profesor G, parecía que le preocupaba bastante pensar que esos seres pudieran llegar a dirigir la universidad; eso sería un desastre, en sus propias palabras.
–Entonces ¿usted cree que el nuevo director…?
–No estoy seguro. Y, aunque así fuera, nada podríamos hacer. Tiene el apoyo de las autoridades y, de alguna forma, logra siempre lo que quiere.
–Ya veo, parece algo triste y precaria nuestra situación.
–Sí, y empeorará, téngalo por seguro. Ya verás cuando salgas de aquí y tengas que ser explotado en una empresa, dirás adiós definitivo a tu libertad y a tus sueños.
–Sí, eso ya lo sé. Ciertamente, me encuentro pensativo sobre eso. Me aterra y enferma la idea de tener que pasar todo el día encerrado en una empresa realizando cosas irrelevantes. Pero dígame, profesor Fraushit, ¿usted saber algo acerca del viejo director?
–No más de lo que tú sabes. Lo conocía muy poco, solo platicamos en ámbito de compañeros laborales. Sin embargo, me parecía que era un buen hombre y que tenía buenas intenciones.
–Sí, a mí también –dijo Lezhtik mirando por la ventana y preguntándose si realmente era cierto todo lo que había escuchado.
–Todo lo que te puedo decir es que un día no se le volvió a ver, sencillamente desapareció y nunca se supo su paradero. Aunque, ahora que lo recuerdo, hay una historia que una vez escuché por ahí, pero nada seguro.
–¿De qué historia está hablando usted?
–No me hagas mucho caso, pero se dice que, en realidad, enloqueció cuando vio como un hombre se transformaba en reptil.
–¿Un hombre en reptil? ¿Qué clase de historia es esa?
–Le dije que seguramente no me creería, es natural. No sé mucho al respecto, pero eso se dice. Según se cuenta, el director salía de la facultad ya muy de noche debido a las diversas actividades que tenía y los proyectos en que estaba enfrascado. Estaba preocupado porque las autoridades no lo veían con buenos ojos dado que había rechazado sus últimas propuestas tachándolas de innecesarias. Se sentía perseguido por alguien o algo, eso solía decir. Como sea, aquella noche, antes de partir, decidió alejarse un poco hacia la orilla del bosque de Jeriltroj, quizá para meditar un poco. Entonces, unos ruidos extraños lo sacaron de su concentración.
–Y ¿quién le contó esa historia? Todo suena demasiado lúgubre.
–Ya te has de imaginar, desde luego que el profesor G. Él fue el último que habló con el director; esa misma noche, de hecho. Empero, dada la irrealidad de su relato, fue tomado como otro loco y por mucho tiempo se sospechó de él como el presunto asesino.
–Y luego ¿cómo fue que terminó aquel relato?
–Según recuerdo lo que me contó el profesor G, lo que aconteció después es que el director no prestó atención a aquellos gruñidos. Dio media vuelta, y quizás así hubiese estado mejor, pero era demasiado curioso, así que regresó y, guiado por los inhumanos quejidos, se adentró cada vez más en el bosque hasta llegar a una zona en la cual no pudo reconocer el camino de vuelta. Una vez ahí, ocurrió la tragedia.
–¿Qué clase de tragedia? ¿Ahí desapareció?
–No, claro que no, alcanzó a contarle los hechos que te estoy relatando al profesor G. Lo que ocurrió fue sumamente atroz, pues, entre arbustos bastante voluminosos, había un agujero no muy profundo, como si algo hubiese caído del cielo. El director no era temeroso, y, sin pensarlo dos veces, se deslizó por ese agujero. Una vez dentro, se asombró al percatarse de que, en realidad, se trataba de la entrada a una nave de naturaleza extraterrestre. Descubrió planes de dominación mundial, técnicas de hipnotización y manipulación mental, estrategias para absorber almas y procesarlas, tecnología que parecía dedicada al almacenamiento masivo de información y en donde parecían estar contenidos números que representaban a todas las personas del mundo. Todo eso y más pudo observar el antiguo director.
–¡Qué interesante! Jamás pensé que algo así pudiera ser cierto.
–El hecho es que para él lo fue. Y lo peor estaba por venir, pues, dentro de la nave, escuchó cómo alguien penetraba en ella; de hecho, eran dos. Hablaban una lengua que jamás había conocido, con sonidos sumamente distintos a los producidos por el humano. Escondiéndose en un rincón, vio aquello que lo llevó a la locura. Uno de aquellos seres, en apariencia humanos, se rasgó la piel y mostró su verdadera forma: tenía toda la esencia y el cuerpo de un reptil.
–Y ¿qué pasó? ¿Acaso esos seres lograron verlo?
–No lo notaron inmediatamente, sino que pudieron sentir sus pensamientos y oler su miedo, al menos así lo describió. Antes de ser descubierto, pudo mirar que aquellos seres cuyo traje era la apariencia humana, parecían fortalecerse del miedo y de todas las emociones negativas que hay en las personas. Por esta razón, requerían que los humanos vivieran bajo opresión y sujetos a vicios y entretenimientos mundanos, esto también les proporcionaba placer y energía. Cuando fue descubierto, corrió a toda velocidad hacia la facultad, sin saber si lo lograría. Por lo que contó, aquellos seres estaban hambrientos de energía humana y habían elegido a la facultad como el lugar donde se alimentarían. Nada de esto fue alguna vez dicho abiertamente, y esa noche, al regresar a su oficina, el director le contó todo al profesor G, quien escuchó atentamente. Una semana después, no se supo más de él. Todo lo que queda es el recuerdo de su hermosa corbata azul con barquitos rojos que tanto le gustaba.
–No sabía esa historia oculta, ahora veo que el director andaba en cosas muy raras.
–En realidad, fue circunstancial, o solo una casualidad, nadie sabe. Él argumentó haber visto eso y más, mucho más. En su delirio, se atrevió a decir que esa raza de reptiles quería apoderarse del planeta entero. Dijo que primero se encargarían de atontar a la gente, más tarde eliminarían a los pocos sobrevivientes que se levantasen en contra del acondicionamiento.
–Es una teoría interesante. Con todo lo que me ha contado, y lo que he visto, no suena tan inverosímil.
–Así es, parece ficción en primera instancia, pero más tarde te percatarás de que la verdad es más evidente e intrigante de lo que crees.
–Entonces nadie lo ha vuelto a ver, ¿cierto? ¿Qué le pasó al profesor G? Tengo entendido que también se fue.
–Al director nadie lo vio de nuevo, nunca se halló su cadáver para afirmar que efectivamente se había suicidado o que había muerto. Era un hombre solitario, no tenía familia ni tampoco muchos amigos, su único pasatiempo era la filosofía. Él creía que era mejor verlo así: no como algo que se debe estudiar, sino como algo que se puede estudiar y que, hacerlo, produce un cambio en el estado de ánimo. En cuanto al profesor G, tengo entendido que se retiró para continuar con sus insanas investigaciones en el campo de las civilizaciones y las razas antiguas. Algunos afirman que lleva una vida muy tranquila leyendo y sembrando sus propios alimentos.
–Ya veo, suena un poco extraño para mí. Ciertas cosas no encajan bien en la historia. Dudo mucho que los supuestos hombres-reptil no hubiesen alcanzado al director, así como el hecho de que inmediatamente después de su desaparición haya aparecido el nuevo director totalmente aprobado por las autoridades, las cuales, por cierto, hicieron caso omiso a la desaparición y dieron por cerrado el asunto. Además, nadie fue a registrar el lugar donde estaba la supuesta nave, según sé.
–Sí fueron, pero no encontraron nada. Fue como si todo hubiese desaparecido de un día para otro. No había rastro de la supuesta nave, los hombres-reptil, la agenda de control mundial ni nada por el estilo.
–Entonces ¿todo fue efectivamente un engaño?
–Tengo mis dudas, en especial con este nuevo director.
–¿Usted cree que podría ser un hombre-reptil?
El profesor se desternilló ante tal afirmación y luego se puso serio.
–Prefiero reservarme mis comentarios al respecto. Ya sabes, uno nunca sabe lo que puede pasar. En este mundo, ya cualquier cosa es posible, incluso la ficción más quimérica.
Lezhtik se mantenía dubitativo al respecto, particularmente con lo de la corbata de barquitos. De algún modo, recordaba que alguien en algún momento algo de eso le había comentado. Entonces recordó a Emil, él había sido. En una ocasión, de las tantas veces que solía espiar la oficina del director, le pareció haber visto dicha corbata pendiendo de un gancho, como si estuviese oculta entre un saco viejo que nunca le había visto al nuevo director. En aquella ocasión, Lezhtik no prestó mucha atención, pero su subconsciente sí lo había captado y ahora lo traía a su mente; bien es sabido que el subconsciente jamás deja escapar algo, capta absolutamente todo. De hecho, es éste el que conforma un noventa por ciento de todo el ser. El profesor Fraushit interrumpió sus cavilaciones:
–Entonces ¿qué es eso de lo que me quería hablar? La otra vez en el pasillo me comentó de un tema que lo estaba distrayendo.
–Cierto, entre todo este discurso ya lo había olvidado. No sé muy bien cómo explicárselo, pero he sentido que el mundo está perdiendo su sentido, al menos para mí.
–Bueno, eso tiene mucho que ver con la decadencia en que se halla la sociedad.
–Eso creo. El hecho es que, durante los últimos meses, las personas me parecen vacías y sin nada qué hacer aquí. Dudo que tengamos una razón para existir, pues solo observo gente con ataduras y anhelos materialistas.
–Y aún no ha visto nada, todavía aquí en la facultad no se encuentra, o, mejor dicho, se encontraba, tan marcada esa fútil condición. Cuando salga al mundo laboral querrá huir al percatarse de que la estupidez humana no tiene límites.
–A usted ¿le pasó algo similar? ¿Cómo es que puede estar tranquilo sabiendo esto?
–Creo que a todos nos pasa, el punto está en el grado en que uno acepta el mundo. Los rebeldes como nosotros y tus compañeros del club no suelen durar mucho tiempo vivos; por una u otra razón, su final es trágico. Aun así, no se debe vivir con miedo, es natural el que alguien con tus inquietudes existenciales se percate del sinsentido en que se vive hoy en día, aunque, de cualquier modo, todo es irrelevante.
–¿Todo es irrelevante? ¿También la filosofía, el arte y la literatura?
–Sí, también eso. Hasta la actividad que se considere más sublime, no deja de ser humana. La ciencia y la magia se tornan concepciones infantiles si pensamos en el universo y su vastedad, ¿no cree? Piense un poco en esto: ¿qué posición ocupamos en el cosmos?
–Pues somos menos que nada, según sé. De hecho, creo que hay más galaxias que personas.
–Exactamente. Conocemos nada del universo, y, a la vez, no sabemos nuestro origen ni tampoco hacia dónde vamos ni cuál es nuestro fin. Tampoco ha habido avances sustanciales en cuanto al entendimiento de la mente ni a la curación de enfermedades. Pero se festeja el enviar robots al espacio cuando miles mueren de hambre aquí. ¿Puede ser más absurdo el mundo?
–Vivimos distraídos de lo fundamental. Hemos dejado que la ciencia y la tecnología sean controladas y usadas para beneficio de los poderosos, de tal suerte que existen multimillonarios que acaparan todo y, aun así, se piden donaciones a los pobres. Tal pareciese que existe cierta línea a partir de la cual se divide la sociedad, y los pobres tenemos que cargar con los más pobres, sin afectar a los que se hallan encima de esa línea. El principal elemento del mundo parece ser la falta de equidad y de conciencia. Lo que más falta hace son hospitales y escuelas, tener auténtica cultura y educación. Si eso se brindase, muy posiblemente todos los demás males cesarían.
–Tiene usted un pensamiento peculiar, Lezhtik, pero no sé cuántos más habrá allá fuera que tengan esa conciencia. Por desgracia, existen los distractores que le comento, eso imposibilita y anula la reflexión. Primeramente, deberían caer la religión y el gobierno para restar poder a los de más arriba, luego nos podríamos ocupar de ellos. Pero abrir mentes no es fácil, casi nadie quiere escuchar, solo se busca seguir lo inculcado, aunque sea una falacia. Es más fácil estar vacío, así ni se cuestionan cosas ni se es curioso. Vivir con estas preguntas y con esta inconformidad no es la naturaleza de los humanos; en cambio, sí lo es repetir el mismo error una y otra vez. Reproducirse debería estar prohibido, traer otro ser al mundo en las condiciones actuales es una clara muestra de la pobreza intelectual y espiritual.
–Y ni hablar de la explotación y la esclavitud, de las deudas y las enfermedades. Todo parece como un complot, tan bien diseñado para embobar mentes y amasar fortuna y poder. La pregunta sería: ¿quiénes o qué está detrás de todo esto?
–Si usted lo supiese de verdad, ya estaría muerto. Hay teorías y nombres, familias y personajes que salen a la luz como los fraguadores de este teatro; empero, los auténticos fraguadores de esta vida caricaturesca y absurda se parapetan entre los más ocultos rincones. Estos seres no darán la cara, ni siquiera en defensa propia, y la confusión en torno a ellos aumenta considerablemente la dificultad para ubicarlos. Lo único que le puedo decir es que, si quiere investigar, un buen indicio es que comience por los bancos centrales y las religiones, ahí está gran parte del sostén que brinda poder a esta cleptocracia.
–Posiblemente, la existencia sí tenga un sentido, pero el humano mismo se ha encargado de ofuscarlo con su trivial forma de vivir. De cualquier modo, pienso que da lo mismo morir ahora que en veinte años, pues nada habrá cambiado para ese entonces, solo se habrá postergado el sufrimiento.
–Concerniente a esos temas existen autores y libros que seguramente le interesaría leer. Por desgracia, tales libros fueron prohibidos en la facultad y en toda la ciudad.
–¿De qué libros está usted hablando? Yo jamás he escuchado de autores tales.
–Es natural, le digo que fueron prohibidos hace tiempo.
–Y ¿cuál es la razón de su prohibición? ¿Son tan malos?
–No lo sé realmente. El director anterior quería que los estudiantes los leyeran, pero las autoridades los vetaron de todas las librerías y espacios; aquí no fue la excepción. Con la llegada del nuevo director, está más que seguro su exterminio. Solo una persona aquí he conocido que ha logrado robar unos cuántos ejemplares, se trata de tu amigo Filruex.
–Ah, ¡sí! Recuerdo que una vez me comentó sobre unas lecturas prohibidas que lo mantenían bajo un dulce sufrimiento.
–Sí, así suele ser. Puedo ofrecerle algunos, pero debe ser cuidadoso. Si alguien le observa leyéndolos, aquí o fuera de la facultad, será remitido a las autoridades concernientes.
–¿Tanto alboroto por unos libros? Pues ¿de qué son?
–Justamente libros que desdeñan la vida y alaban la muerte, cosa absolutamente contraria a los fines de este sistema. No es bueno que las personas sientan que la vida no tiene un sentido, pues dejarían de consumir y de adorar las falacias que se les han enseñado como verdades.
–Nunca en mi vida había escuchado eso. ¿Está seguro de que son reales?
–Lo es, pero ha quedado reducido al olvido dada la crítica que hicieron de la civilización moderna.
–Y ¿cuál es realmente la razón de que tales autores estén vetados?
–Simple: que pensaron lo mismo que tú.
–¿Que la vida no tenía sentido? ¿Que el mundo es una miseria?
–Tú juzgarás cuando los leas. Hay algunos ejemplares que, según sé, están aquí en la facultad; se les encerró en la oficina del director. Nadie se atreve a preguntar por ellos ni a mencionar tales autores.
–Quisiera poder leer esos textos y averiguar cómo esos seres pudieron soportar una vida como esta.
–Yo los leí todos en su momento. Puedo decirte que ocasionaron en mí un fuerte impacto, pero no se trata solo de leer, sino de entender. Mira –dijo el profesor Fraushit sacando un enorme fajo de papeles amarillentos que guardaba en un viejo estante–, este es un pasaje que el anterior director escribió, pude obtenerlo gracias al profesor G que me lo confió antes de irse. Tal parece que estaba escribiendo un ensayo o algo por el estilo. Según sé, en sus últimos días se la pasó recluido en su oficina sin beber ni comer, solo escribiendo cosas extrañas.
No era adecuado que las personas pensaran que sus vidas eran absurdas. Si esto pasaba, se podía llegar a una crisis mundial. Es menester que los seres entiendan esta realidad como significativa. A través de las distracciones y de los entretenimientos viles, se obnubila la posición filosófica y crítica. Así, los humanos creen que sus vidas tienen un sentido gracias a sus familias, a sus hijos, nietos o esposas; basan su sentido en otros seres, no recuerdan que solos hemos venido y que así mismo nos iremos. Por otra parte, también adjudican el sentido de sus vidas a casarse, al amor humano que es efímero; o, mejor aún, a los bienes materiales, al poder y la riqueza. Estos monos parlantes no entienden que todo lo que aquí creen valioso es, en realidad, solo una ilusión que puede interactuar con el cuerpo terrenal; nada saben estos perros blasfemos acerca de la espiritualidad o la intelectualidad. Han convertido la ciencia en la herramienta de destrucción por excelencia, han falseado y ensuciado la divinidad que yace en el espíritu. No sé, lamentablemente, cómo poder combatir a aquellos que han impuesto tal sistema, ni tampoco creo poder despertar a los que lo han aceptado irremediablemente.
–Parece que quería dar a entender un mensaje, o así lo siento –expresó Lezhtik.
–Sí, quería quizás abrir mentes. Siempre luchó por los derechos de los estudiantes y de los profesores también, y, si algo le molestaba, era la injusticia.
–Muy bien, profesor, me ha dado gusto conversar con usted. Por desgracia, debo ya retirarme, mi próxima clase comienza en quince minutos. Y, como usted sabe, si llego tarde, algo malo pasará.
–Sí, claro. Me emocioné tanto con esto que ya ni recordaba que tenía que irse. Adelante, haga lo mejor que pueda para resistir. ¡Aún hay esperanza, no lo olvide!
–Gracias. En verdad lo intentaré, hasta pronto.
Y así, Lezhtik se retiró un tanto más tranquilo a su clase, pues, al menos, había alguien en la universidad con quien podía contar. No obstante, el hartazgo de existir en un mundo tan repugnante comenzaba a afectar su cabeza, alterando demencialmente las formas exteriores de su realidad tangente. La idea del suicidio surgía en su cabeza y no lo dejaba en paz ni un solo momento. Parecía ser lo único viable en una sociedad tan repugnante plagada de zombis, y pensaba que tendría que recurrir a él más pronto de lo que se imaginaba. Había perdido todos los deseos de vivir y experimentaba un profundo desasosiego al considerar que aún era joven y tendría que soportar muchos años más tal sacrilegio existencial. Lo mejor era matarse tan pronto como fuera posible, si tan solo…
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La Cúspide del Adoctrinamiento