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La Execrable Esencia Humana 07

Y es que aquí reinaban bagatelas como el dinero, el sexo y el materialismo; era este el aciago infierno donde unos eran ricos y otros ni siquiera podían comer un pedazo de estiércol, donde unos dormían bajo palacios dorados y otros se refugiaban debajo de puentes con los ojos apagados. Era esto y no otra cosa la tan vanagloriada civilización humana… ¡Vaya estupidez! En el fondo, más de lo mismo: basura y nada más; algo que mejor sería nunca haber vivido.

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Así era el infernal plano en donde había sido obligado a existir sin desearlo… Sí, ese detestable y ridículo lugar en el cual ya no quería despertar por las mañanas y donde me molestaba tener que continuar en una pesadilla ahíta de hipocresía, vileza y falsedad; tan infestada de absurdos monos que existían solo por repugnante casualidad y cuya ignorancia parecía no tener límite alguno.

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Si alguna vez estuve convencido de algo es de que la existencia humana en esta vomitiva dimensión no es, desde ninguna perspectiva, parte de algo maravilloso o divino, sino precisamente todo lo contrario: malsana esencia de aquello que reposa en el fondo de las más pestilentes cloacas.

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Han sido alteradas las nociones básicas de nuestra débil mente para ser reemplazadas con construcciones absurdas y deplorables de la pseudorealidad, mismas que fácilmente pueden ser aceptadas en nuestro interior como verdades hasta nuestra patética muerte. ¡Qué irónico! Vivimos presos en nuestra burbuja de mentiras sin jamás percatarnos de tal estado, e incluso proclamamos en ocasiones ser libres, felices y sabios. Verdaderamente la naturaleza humana debe ser lo más parecido a la burla de cualquier creador, ¡y quién sabe hasta cuándo podamos divertirlo sin ofender su inteligencia!

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Otro día más en el contradictorio mundo de los humanos, otra vez soportar sus conversaciones sin sentido y sus metas banales. De nuevo lo mismo: despertar, desayunar, trabajar, comer, volver a trabajar, cenar y dormir; de nuevo toda esa basura inadmisible tan solo para nada. Y así sucesivamente hasta que un día la oscuridad lo conquista todo y el amanecer no puede ya volver a deprimirnos; tan solo nos deprimirá acaso la inevitable incertidumbre de cada consciencia atormentada en forma de preguntas demoledoras… ¿Para qué todo aquello? ¿Para qué vivir? ¿Para qué morir? ¿Para qué existir? ¿Para qué ser? Si, en última instancia, nuestro inevitable destino será el no-ser. ¿Es que acaso no podíamos quedarnos ahí y ahorrarnos este pésimo y siniestro viaje por las escabrosas catacumbas de la pseudorealidad?

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