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La Execrable Esencia Humana 09

Las creaciones casuales del todo: o son jodidamente falsas o tremendamente estúpidas. ¿Y si fueran ambas? Solo sal y dime cómo se llaman esos que te rodean, esos engreídos que tienen la desfachatez de llamarte loco estando ellos poseídos por los arrebatos del caos y las palabras de lo insustancial. ¿Será esta la última vez que tus ojos habrán de cerrarse para consumirse en el fuego celestial del demoniaco sinsentido? O ¿es que acaso no ha sido suficiente para ti? ¿Es que acaso aún desenvainas tu espada y te dispones a luchar…? ¿Por quién o para qué? ¿Por ti? ¿Por mí? ¿Por él? ¿Por ella? ¿Por todos? ¿Por nadie? Simplemente escucho risas detrás de ti y me uno a ellas, pues yo antes solía ser el primero en acuchillar mis propias carcajadas.

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Entiendo que hay seres brillantes, muchos más en el pasado que ahora. Mas, aun así, no vale la pena continuar perpetuando esta equivocación sin sentido en la cual la mayoría solo contribuye a contaminar todavía más esta triste y putrefacta esfera. ¿Podríamos afirmar contundentemente que el ser más inteligente y cercano a la perfección justificaría la estupidez e imperfección del resto? Si no es así, entonces nada en lo humano ha valido la pena hasta ahora. Si el arte, la poesía o la filosofía no pueden iluminarnos, ¿qué sí puede? Si los dioses parecen hacer caso omiso a todo cuanto aquí acontece, entonces el ser y sus contradicciones deberían ser lo más cercano a lo divino. No sé si esto me resulta difícil de leer, de escribir o de creer, pero preferiría en todo caso no ilusionarme en demasía con aquello que parece estar hecho para ocasionar una desilusión tras otra, y cada una más significativa que la anterior.

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Para que me sintiera feliz tendría que rehacer este mundo un millón de veces y ¡quién sabe si con eso bastaría! Además, el requisito principal sería el exterminio de la raza humana y todo lo que tenga que ver con ella; todas sus obras, monumentos e invenciones. Desde luego, esto implicaría aniquilarme a mí también, y eso sería más que ideal; aunque ya no lo contemplaría. Por eso digo que mi felicidad es a la vez imposible y también bella, porque el sacrificio aliviaría los dolores de esta catastrófica y absurda era. Nada ni nadie vendrá a salvarnos, eso está claro. ¿Podremos salvarnos a nosotros mismos? Eso es lo que cada vez parece más improbable.

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Es evidente que todo en esta existencia es una blasfema mentira, eso ya es indudable. Lo que realmente parece sorprendente es la cantidad de gente que parece no verlo, o tal vez ya ni siquiera les importa descubrirlo. La mentira ha sido adoptada como principio y se ha adornado con mil máscaras que simulan la realidad a la perfección. Y cada una de ellas ríe con la risa de la verdad, la libertad y la plenitud; mas ninguna alcanza a ahogar la tristeza sin importar cuán estrepitosamente se desternille o cuánte se prolongue su falsa alegría.

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Los títeres son felices ignorando lo sublime, consumiendo el engaño supremo y atiborrándose con lo horrible y lo trivial. Ser títere hoy en día ya ni siquiera es algo que pueda cuestionarse, puesto que la mayoría nace y acepta esto como axioma de vida. Así, durante cada acontecimiento futuro, actuará como un esclavo. Asimismo, razonará, respirará, reflexionará y morirá: en la esclavitud física, mental y espiritual. La felicidad es la madre de todas las argucias, aquella mano que nos impele a continuar existiendo sin razón alguna y sin que lo deseemos realmente. Pero el teatro no puede proseguir por siempre, o ¿sí? En todo caso, ¿qué ganaríamos nosotros en él salvo una desilusión tras otra y, eventualmente, un condecorado lugar en el país de la nada.

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La Execrable Esencia Humana


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