La irracional convicción de vivir no estaba destinada para un miserable como yo
Aquel sujeto deplorable que en sueños se regocijaba con el asesinato y el dolor
El perfecto olor a muerte que emanaba de las garras mundanas atrapaba el color
Y ese rojo exquisito enloquecía la sombra que se alimentaba de todo mi falso amor
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Un trágico romance fue el que desencadenó este asco hacia mí mismo y la humanidad
Una enfermedad vil fue la que me permitió percibir cuán absurdo era este mundo
Y cuán estúpida la raza humana en cualquiera de sus inverosímiles formas de sobrevivir
Respirar se había convertido en el acto que laceraba los cascarones del fénix sublime
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No pude resistirlo más, nada hubiese podido contener el sufrimiento de este sinsentido
Como una bestia monstruosa y sanguinaria que solo es capaz de perdonarse a sí mismo
Desperté sobresaltado y poseído por mi miedo, pero fortalecido por la angustia de cada día
Sonreí como nunca, me divertí hasta la locura cuando desprendí de sus cuerpos la carne
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Pensaba que los amaba, pero amé mucho más la crueldad con la que puse fin a sus vidas
Mi superflua sangre, aquella repugnancia eterna carcomía mi mente de poeta suicida
Y debo argumentar que jamás fue tan falsa la mentira, pues en el fondo los odiaba
Detestaba mi propia especie más que al mundo, a la vida, a la existencia y a mí mismo
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Por eso tuve que matarlos, porque no podría haberme sentido satisfecho hasta evaporarlos
Antes bien hubiese sentido asco de tal acto, pero ahora me excitaba con frenesí y delirio
La mejor noche de mi vida fue convertirme en el más excelso asesino de espíritus
Es lo que siempre fui, lo que tanto tiempo negué, pero que anhelaba ansiosamente florecer
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Entiendo el porqué de aquellas infelices contradicciones y lo paradójico de mi existencia
Tantos días desperdiciados en una rutinaria vida plagada de falacias y amargura absurda
Pero la felicidad del alma siempre estuvo tan cerca, solo debía decidirme a no ignorarla
Y, cuando lo hice, la sangre de los seres que más repugnaba coronó la lúgubre ironía
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Yo tenía que matarlos, debía hacerlo a toda costa, porque, si no, no sería yo mismo
Me sentía tan absurdo, banal y asqueroso llevando esa vida mundana que todos adoraban
Nacer, crecer, casarse, reproducirse y resignarse a tan miserable existencia hasta morir
No podía soportarlo más y ahora me siento feliz por haber aceptado mi verdad: asesinar
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Divagando en el Sinsentido