El ser es tan miserable y patético que atribuye un supuesto sentido a su existencia sin absolutamente ninguna prueba real de ello y, encima, se percibe como la culminación de la evolución; como el merecedor de todos los placeres posibles y el amo de un planeta del cual ha hecho su propio infierno y en el cual naufraga absurdamente.
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Sin embargo, la cruda realidad es exactamente lo que la necia humanidad tanto se empeña en no vislumbrar; y es que, con un alto grado de probabilidad, esta raza de seres adictos al dinero y al poder no es sino un pésimo error, un absurdo que se debe erradicar para preservar el bienestar de la naturaleza y del mundo.
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He llegado al punto de quiebre en el cual no me interesan ya el bien ni el mal, el amor o el odio, la felicidad o la tristeza; ni muchos menos me importa lo que acontezca con la humanidad, con la existencia o conmigo mismo. Lo único que quiero es no permanecer más tiempo en este mundo absurdo y repugnante, lo único que anhelo es desaparecer completamente de cualquier realidad, dimensión o universo y jamás volver a ser ese ridículo yo.
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Precisamente porque me he llegado a detestar tanto a mí mismo es que tengo cierta noción de lo execrable y aterradora que puede llegar a ser la especie humana, especialmente cuando más acorralada se encuentra por sus infames impulsos y sus ridículas creencias. En tal estado de bestial alucinación, el ser es incluso peor que el animal más salvaje y atroz.
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Siento infinita lástima hacia aquellos patéticos títeres quienes aún conservan una pizca de esperanza y se autoengañan con un enfermo optimismo, pues son tan ciegos como para no atisbar que todo en este mundo está destinado a la putrefacción y el sufrimiento; y que, mientras el ser no sucumba ante la inexistencia, nada será bueno ni magnánimo.
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Obsesión Homicida