Y, aunque existiera un sentido para vivir, el hecho que en el actual estado de evolución el humano sea incapaz de entenderlo o hallarlo hace de esta existencia un completo sinsentido. Pues, al fin y al cabo, no poder percibir algo que posiblemente existe es lo mismo que si ese algo no existiese. ¿De qué serviría, así pues, que tras la muerte se nos hicieran miles de revelaciones en torno a nuestra vida y su posible función en el cosmos? ¿Ya para qué? ¿No sería incluso aún más tortuoso percatarse de todo esto sabiendo que ya nada puede hacerse al respecto? Parece que, de existir un más allá, ni siquiera ahí podremos descansar en paz como tantas risibles ideologías pregonan en su ominosa presunción.
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Tan ridículas son las teorías humanas acerca del sentido de la existencia que no podría hacer otra cosa sino desternillarme al respecto. ¡Qué broma tan aparatosa es la estúpida y trivial humanidad! Y ¡cuán repugnantes y grotescas son sus perspectivas, concepciones y metas! No cabe duda de que, si alguien diseñó al mono parlante, lo dotó de las facultades necesarias para autoengañarse de la mejor manera posible. O, dicho de otro modo, ese tal dios creador no quiso compartir con nosotros su supuesta divinidad.
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Resulta demasiado gracioso como casi todos parten de que existe un sentido para las cosas, e incluso aquellas personas que lo niegan terminan por utilizar estaba base en el fondo. Y, si bien es cierto que no se puede comprobar que no haya tal sentido, no veo por qué se tiene que inclinar la balanza tan contundentemente hacia un sí. ¿Por qué a la especie humana le aterra tanto concebir una existencia indiferente a su naturaleza abyecta? ¿Acaso el ego humano ha alcanzado proporciones tan descabelladas que concebirse como el no-centro de la creación le afecta tanto al punto de hundirlo en la más sórdida y deprimente confusión?
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Me parece más bien que es el delirio del ser el que le lleva a razonamientos tan absurdos y le hace creer torpemente que, sin reflexionar ni un poco sobre de la existencia, tiene derecho absoluto de existir. Esto lo podemos comprobar en todos lados y con todo tipo de personas: no solo asumen que merecen vivir, sino que incluso se sienten ofendidas cuando, en un acto de sincera reflexión, acaso se llega a insinuar la muy probable posibilidad de que sus vidas sean una tontería que absolutamente a nadie le importa. Creo que en el fondo ellos mismos tampoco sienten interés por sus vidas y por eso tratan, mediante cualquier estratagema, matizar un poco el insostenible vacío dentro de sus corazones, mentes y almas.
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Cansancio, decepción, aburrimiento, fastidio, desesperanza y hartazgo… Son solo algunas de las sensaciones que diariamente impregnan mi compungido ser y que me abaten invariablemente. Mas ¿qué hacer al respecto? No encuentro la manera de autoengañarme de nuevo y fingir que me agrada un poco esta miserable y vomitiva existencia; al menos no con la maestría con la que casi todos parecen hacerlo. No puedo solo sonreír y pretender que este mundo nefando me interesa todavía y que quiero hacer seguir con vida. No puedo salir a las calles y sentir algo que no sea náusea y desilusión al contemplar a la humanidad y escuchar sus repugnantes pláticas. Creo que más me valdría enloquecer pronto o, mejor todavía, hacer una visita sin regreso al camposanto.
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Obsesión Homicida