Pensamientos RT12

Si se vive mayormente solo para sufrir, y si nuestra felicidad es tan jodidamente efímera, entonces ¿por qué no suicidarse mejor? ¿Por qué no aceptar que no hay una razones suficientes ni lógicas para existir? Quizá solo porque nos encanta autoengañarnos con las más ridículas bagatelas y porque estamos ya demasiado acostumbrados a refugiarnos en nuestra repugnante intrascendencia humana.

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Tal vez ese era el problema; que, en realidad, no quería estar aquí. Detestaba este mundo, a sus habitantes y a mí mismo. Sí, ya no podía soportar esta realidad ni tampoco soportarme a mí mismo ni un día más. Sabía que eso no era bueno para mi salud mental, pero, gracias a la soga, todo acabará hoy al fin. Sí, definitivamente hoy será el día más hermoso de mi vida: el de mi muerte.

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Paulatinamente, todo se fue tornando aburrido y todas las personas se alejaron. Y llegó el día en que no recordaba lo que era estar bien, en que había olvidado por completo la última vez que me sentí ligeramente feliz en este mundo absurdo y ridículo. Pero así siempre había sido mi realidad: triste y deprimente. Y la única que siempre secó mis lágrimas y estuvo conmigo esa última noche antes de cortarme las venas no fue otra sino mi amarga, pero amada soledad.

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Una lámpara vieja cuya luz es insuficiente en esta oscuridad perenne, un par de pinturas y de notas extrañas que no logro entender, algunas hojas enmohecidas esparcidas en el suelo, poemas y cartas que jamás pude entregarte. Y lo más irónico y bello de todo este delirio: mi sangre escurriendo abundantemente por mis muñecas, la navaja reflejando el brillo de la luna sobre mi cuerpo ya frío, sobre mi alma ya extinta.

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Y, si no soy yo el amor de tu vida, permíteme al menos que tus inefables ojos sean lo último que mi masacrada esencia contemple antes del suicidio.

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Libro: Romántico Trastorno


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