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Romántico Trastorno 20

Sentir esa mágica sustancia en las venas me desconectaba, por unos míseros segundos, de la infame realidad en la que divagaba día con día. También me alejaba momentáneamente de la asquerosidad que habitaba en mi alma, ahí en donde la luz no podía llegar. Pero, cuando el efecto pasaba, retornaba siempre a un lugar peor, a uno donde dejaba de reconocerme, donde ya ni siquiera podía anhelar o rechazar mi muerte.

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Tu delirante esencia me cautiva incluso más que la de la muerte y eso es algo sumamente extraño. ¿Acaso no es tal desvarío la prueba más contundente de que estoy de ti locamente enamorado y de que por ti me quitaría la vida sin dudarlo?

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¿Qué es la existencia sino un absurdo pandemónium de ridículas y siniestras contradicciones en el que nos vemos forzados a divagar en contra de nuestra libertad?

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Pensaba que tal vez ese era mi castigo: no podía amar, al menos no humanamente, al menos no como todos los banales seres de este mundo vil. ​Y quizá tampoco podía ser amado, no realmente y jamás como yo lo desease. Todas esas cosas del amor eran para la gente ordinaria, para la gente que se sentía a gusto en esta realidad funesta y no para enfermos mentales como yo. A mí, pensaba con incipiente tristeza y deprimente melancolía, solo me quedaba ya una cosa por llevar a cabo, un último acto de perdón y compasión hacia mi lacerado corazón: el suicidio.

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Otra noche más culminada en fracaso, ahogado en alcohol, con sustancias ingeridas para distorsionar la percepción. Otra noche más sin poder morir, sin poder terminar con esta agonía que es la vida humana. Y, tristemente, será otro deprimente amanecer más el que tendré que contemplar mañana cuando, al despertar, sabré que sigo vivo y entonces todo me vuelva a atormentar hasta la más caótica demencia existencial.

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Romántico Trastorno


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