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Imposibilidad

Mi falso amor, ni único amor. Mi amor platónico, mi amor fatídico. Sí, yo te contemplaba cada día con la misma ilusión, con la misma estupidez de quien sabe que añora algo que jamás podrá obtener. Pero eso no me importaba, claro que no. Porque yo a ti te amaba, aún lo hago, aunque tú ya me hayas olvidado. Y recuerdo esos días donde aún escuchaba tu voz, donde el catártico encuentro reproducía alucinantes visiones lejos de este horror, lejos de esta pesadilla infame que es mi mente. Todas las piezas giraban, todos los rompecabezas se armaban, todas las sinfonías sonaban, todas las voces cantaban cuando contigo yo me encontraba. El efecto que producías en mi psique todavía no logro discernirlo, pues verte me producía algo más que bienestar, tranquilidad y purificación; verte me parecía lo mejor a lo que podría aspirar un patético perdedor como yo. Sí, verte a ti: mi eterno e imposible amor.

Y no era para nada algo concomitante ni tenía por qué serlo, no era que tú pudieras sentir lo mismo o algo mínimamente igual. De hecho, creo que no sentías nada, al menos nunca lo demostraste, pero yo sí que de ti estaba enamorado como un maldito loco. Por ti, ¡quién sabe qué clase de locuras hubiera cometido! ¡Qué clase de personas hubiera asesinado, qué clase de realidades hubiera distorsionado! Pero eso solo vive en mi memoria, en mi trastornada memoria donde tu recuerdo es lo que más impera, lo que más me tortura. Pero, aun así, volver a perderme en tu fulgurante mirada es todo por lo que aún vivo, es lo único que me mantiene todavía lejos del aroma del suicidio. Tu esencia la tengo por encima de todo, y tú eres para mí más sagrada que la muerte y todas sus súplicas por la madrugada. Tú eres lo más hermoso que han contemplado mis humanos y sombríos ojos en este infierno eterno que es la existencia.

Me pregunto en dónde estarás ahora, si acaso serás más feliz, o si continúas sonriendo con esa peculiaridad con la que lo hacías. No sabes lo que yo daría por verte sonreír cada día hasta que se extinguiera el absurdo fuego de este amor ridículo y enfermizo que por ti experimento. Para mí, tú eres como una deidad, como algo más que divino ante lo cual no merezco sino arrodillarme y besar el suelo que rozan tus etéreos pies. Tú eres la supernova donde quiero hacer arder mi corazón y las estrellas que busco alcanzar cada solitaria noche con esta poesía que me desquicia y que me hace añorarte aún más, aún a costa de mi razón. Mi falso amor, mi eterno amor. Una sola de tus caricias bastaría para compensar mi dolor, para someterme de nuevo y refulgir entre los llantos de un amanecer en este invierno sempiterno, para apaciguar un poco a las sombras de la muerte que rondan ya esta habitación siniestra cada lluvioso atardecer sin ti.

***

Melancólica Agonía


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