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Resignación

Una fría noche más en vela y en vano. Otra triste poesía más que será desperdiciada, que caerá de mi seca mano cuando abandone esta existencia deprimente, misma que he sobrellevado durante estos últimos años. Otra botella de vodka vaciada, más colillas de cigarrillos regadas en esta mesa, junto a esas figuras que decoran mi silueta demacrada. Y las hadas fluorescentes aparecen ya para susurrarme los dulces ecos de la muerte que tanto añoro, que tanto requiero para despojarme de una vida tan insustancial y carente de todo sentido. Hoy es una noche más que voy a la cama con deseos suicidas, con la mente alterada y el espíritu carcomido. Sí, es otro maldito día en el que me siento obligado a existir, en el que el hartazgo y el tedio son todo lo que puedo percibir. Y, así, todo es solo desolación y fúnebre vacío. Todo pierde el color y yo fantaseo con ahogarme en aquel refrescante río.

Pero ¿qué más podría haber para mí? ¿Qué más que no fuera el imperante absurdo en el que me revuelco como un perro diariamente? ¿Qué más que no fueran las tontas personas de este asqueroso mundo que tanto me repugna? ¿Qué más que no sea sexo, dinero y materialismo? ¿Qué más que no tenga que ver con el egoísmo de una raza de imbéciles esclavos de sus propias miserias? Realmente nada, esa es la cruda verdad. Salir a las calles solo aumenta mi desesperación existencial y me sumerge en una crisis aún más difícil de calmar. La soledad es lo que tengo, mi única compañía en este calabozo de sueños deshilvanados y de esperanzas deshilachadas. El sol se torna oscuro y las flores pierden su color, los días donde había una ligera sonrisa en mi rostro se alejan para jamás volver, ni siquiera en otra realidad.

Yo mismo soy también un vil esclavo, un pobre diablo con delirios de grandeza, un pésimo poeta que, en su constante fracaso, no hace sino repetir las mismas letras en su desgastada libreta. El odio que siento hacia el mundo es tremebundo y cerval, de una magnitud incomparable. Y también aborrezco a los seres que lo habitan, pues me parece que todos siempre mienten y que lo único que saben hacer es lastimarse física y emocionalmente. No, no hay escapatoria. No, no hay a donde ni con quien ir para sentirse menos solo, menos miserable, menos humano. Toda esta barbarie debería finalizar pronto, debería sucumbir con el refulgente ojo que todo lo purificará en el día del apocalipsis cerúleo. Ahora solo me encomiendo al anhelo suicida y ruego porque pronto llegue a mí el valor para aceptar mi lúgubre destino.

***

Caótico Enloquecer


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