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Romántico Trastorno 63

Supongo que ya necesito morirme, en verdad que sí. Lo necesito más que cualquier otra cosa, más que a cualquier otro ser; lo necesito, ciertamente, más de lo que necesito respirar.

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Es natural que los gobiernos prefieran embolsarse el presupuesto y destinar lo poco que resta a obras absurdas en lugar de construir hospitales y escuelas en las zonas más marginadas. Solo otra pantomima más de esta espantosa pseudorealidad cuyos oscuros mecanismos, de conocerlos plenamente, nos enloquecerían sin duda alguna. Pero no debe sorprendernos esto, pues gobiernos, religiones, corporaciones y demás son solo una fachada del monstruoso sistema de decadencia existencial en el que nos hallamos tan inútilmente inmersos, sin ninguna posibilidad real de escapar y sin esperanza alguna de evolucionar.

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Solamente soy un supuesto poeta deprimido, un filósofo del vacío, un fracaso absoluto… Pero nada más allá de eso, nada más allá de la misma basura que es toda la humanidad. Y, sin embargo, en mi delirante arrogancia, aún creo ser un poco menos humano que ayer.

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Y así es como se van las ganas de todo, quedando solo la nada. Sí, la maldita nada en cuya esencia me deprimo de modo cada vez más emblemático y donde divago al experimentar lo ridículo de este mundo cada vez que despierto.

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No hay ya nada relevante en mi vida, realmente ninguna sorpresa ni persona por lo que me sienta afortunado de existir. No, me pasa todo lo contrario: me siento inmerso en un mundo asqueroso y en una existencia carente de todo sentido. Realmente, me siento abrumado por el absurdo que todo lo cobija y ansío ya solo una cosa: morir.

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Los pasos del asesino eran cada vez más perceptibles y su cuchillo se reflejaba en las paredes de mi alma, pero justamente ahora quería que viniera y que lo encajara en mi vientre, pues esa era la única felicidad que desde hace tanto añoraba.

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Romántico Trastorno


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