Conquistando cada oquedad en mi ser se presentaba la sombra más apabullante. No solo me imposibilitaba de plasmar mi sufrimiento, sino que me hacía tragarlo sin remedio. Sí, es realmente difícil lidiar con ella, pues es una tragedia desproporcionada saber que soy y seré esclavo de mi propia miseria. Pero no puedo hacer otra cosa, no puedo escapar de mí mismo. No puedo hacer que se vaya, no lo toleraría. Si tan solo hubiera otra alternativa para contrarrestar mi sórdida agonía, pero no. Ella es tan fuerte: mi depresión es mucho más fuerte de lo normal.
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¿A quién quiero engañar? Todavía pienso en ti y tu recuerdo es la única razón por la cual aún sonrío. Debo confesarte que volverte a ver una vez más es la única razón de que siga vivo, de que aún no me haya deleitado con el dulce sabor del suicidio.
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A veces, escucho muchas voces en mi cabeza que me incitan a la depravación o a la sublimidad. ¿Podré contrarrestarlas siempre? ¿No crecerán y se apoderarán de mi consciencia mientras yo duerma? No sé, pero me espanta lo que me susurran, me paraliza lo que me piden hacer.
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Parece que mis sentimientos están congelados, pues me siento más como una marioneta que como un ser pensante.
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Ese es, acaso, el efecto de aquellas pastillas que debo ingerir para sentirme un poco menos trastornado: al anhelo suicida.
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Cuanto más te extraño, más convencido estoy de que no volverás a mí antes de mi muerte.
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Romántico Trastorno