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Obsesión Homicida 31

Cuanto más pruebo tus labios siento que más te amo, pero cuando me percato de que somos solo dos miserables humanos esclavos de sus más absurdos impulsos, entiendo que nuestro amor es solo un capricho inalcanzable y desproporcionado.

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A cada paso aumenta el disgusto de permanecer vivo, de soportar los días en esta cárcel de esta miseria infinita donde estoy preso, de tolerar a las bestias de la inmundicia que suelen llamarse humanos y que nunca cesan de fastidiarme con sus vomitivas presencias. Quisiera liquidarlos a todos, embriagarme con su sangre y desternillarme con sus cadáveres. Tal vez estando muertos me caerían un poco mejor y hasta podría llegar a amarlos.

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El primer paso para que una persona se percate de la inmundicia en la que ha vivido y del control mental tan asqueroso del que ha sido presa es la inevitable idea de querer asesinar a su familia. Una vez concebido esto, ya cualquier cosa es posible, puesto que se han atravesado ese siniestro umbral del cual únicamente la locura o el suicidio podrán purificarnos.

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Me resulta imposible sentir algo de compasión hacia una criatura tan abyecta e intrascendente como el ser humano, ya que su simple naturaleza me incita a desear su absoluta aniquilación.

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Exterminar a la propia sangre de la que una persona ha sido engendrada representa la máxima evolución en esta falaz existencia. La obsesión homicida quedará, así pues, solidificada en nosotros tras haber cometido este sublime acto y entonces quizá podamos comprender un poco mejor quién o qué somos en realidad.

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Obsesión Homicida


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