Si realmente no querer estar en este mundo es una enfermedad, entonces creo que ya es momento de degustar la única cura posible: la de acabar con este absurdo martirio para siempre mediante el suicidio sublime. Y así, con ello, terminar definitivamente con la insana desesperación que carcome mi espíritu cada nuevo día que debo padecer esta vida que nunca he querido poseer.
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Ya no me interesaba para nada tan repugnante e intrascendente existencia, por lo cual decidí salir y llevar a cabo cualquier acción inmoral: me embriagué, forniqué con mujerzuelas, me envicié en los burdeles y en el juego, vomité, enloquecí, asesiné y finalmente me suicidé. Lo más irónico de todo es que, al abrir los ojos nuevamente, me encontraba rodeado de ángeles y cantos divinos.
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Debía acabar conmigo a como diera lugar, poner fin a esta existencia absurda donde ya no toleraba por más tiempo mi funesta humanidad. Solo una cosa me faltaba, la razón por la que hasta ahora no lo había logrado, pero cuando la noche menguaba y el sol apenas se asomaba decidí finalmente que todo me daba igual, que este era el momento de entregarme a la muerte y de recompensar a mi melancólica soledad con mi sangre derramada.
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Un homicida obsesivo-suicida sería lo más cercano a un dios, pues no hay deseo más sincero y sublime que acabar con la vida de seres tan absurdos como los humanos y, a la vez, acabar con la propia. Esta clase de reflexión, a mi parecer, es la única que podría elevar la mísera condición humana a la perfección y hacer surgir un nuevo y bello mundo.
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Este reflejo inconcluso y a la vez delirante de algo que podría yo ser y no ser es quien me incita a matar y luego suicidarme, aunque estoy seguro de que no puede estar del todo equivocado, pues gran parte de su pensamiento me ha deleitado. ¿Debo prestarle atención justo ahora mientras sostengo este hermoso cuchillo en mis temblorosas manos? ¿Debería hundirlo en sus vientres y luego en el mío? ¡Oh, por qué soy tan humano! ¡Nunca debí haber engendrado estas alimañas y nunca debí haber fornicado con esta mujer! Mi verdadera condena será no haber liquidado todos mis errores y proseguir en ellos por miedo a la libertad, la verdad y el amor.
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Obsesión Homicida