Incluso todo parece como un sueño, pero entonces ¿qué es la vida sino eso precisamente? ¿Qué es la vida entonces sino una insufrible y grotesca pesadilla de la cual únicamente la muerte puede despertarnos?
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Existir era un lúgubre accidente, no hacerlo era tan solo una suprema utopía. El fulgurante anhelo de la inexistencia era demasiado obsequioso como para no entregarse a él y embriagarse entre sus rosados pétalos y sus demoniacas raíces. Era como estar y no estar al mismo tiempo; como si el tiempo dejara de ser relevante y como si la vida misma se convierta en menos que un parpadeo… ¡Oh, no podía permanecer en este fructífero ensueño por siempre!
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El entretenimiento, la televisión, la política, las religiones y demás imprecaciones han creado una falsa identidad y un simbolismo vulgar con el cual, por desgracia, las personas sienten una cálida simpatía. El triunfo de la pseudorealidad está asegurado y la era de la máxima estupidez es inminente. De ahora en adelante, la especie humana solo se embrutecerá de formas inauditas y la consciencia se irá apagando lentamente hasta volverse nada. Entonces, cuando ese momento llegue, se podrá declarar a todo pulmón que, en efecto, la humanidad siempre estuvo, como siempre lo he pensado, destinada exclusivamente al fracaso más ridículo.
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Cuando se perciben cosas más allá de esta falsa e ilusoria realidad, lo que has sido hasta ahora se distorsiona y te pierdes tratando de encontrar quién o qué eres en verdad. En tales momentos de infernal disociación, ni siquiera las lágrimas bastan para sentirse aliviado. El desconsuelo circunda por doquier y buscas cualquier humana mentira que pueda mitigar por unos instantes el profundo deseo de aniquilación que parece apoderarse de cada rincón de tu putrefacto ser.
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No se deben temer las exóticas caricias de la soledad; se debe estar preocupado, más bien, por el abrazo de esta inútil y pútrida humanidad. Nuestros odiosos semejantes, la mayoría de las veces, no representarán sino un gran estorbo. Pocas son las ocasiones, en verdad muy pocas, en que la compañía de alguien sobrepasará la dulce compañía de la soledad. De ahí que, casi siempre, nadie valdrá la pena lo suficiente y, en todo caso, un café y un libro serán, por mucho, más agradables que cualquier vulgar e insustancial conversación.
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No es trivial ser uno mismo, pero es mucho más complejo no ser uno más. A como están las cosas actualmente, ya cualquiera puede creerse filósofo, poeta o escritor. La literatura, la filosofía y la poesía, entre otras artes, han sido rebajadas y prostituidas de la peor manera. ¿Quién se imaginaría que llegaríamos a esto? ¿Acaso este es el ocaso del que la humanidad entera jamás volverá a levantarse? Para mí es un rotundo sí y de antemano renuncio por completo a cualquier vínculo con el mundo; prefiero la locura o la muerte que proseguir en esta pseudorealidad infestada de mentiras a partir de las cuales las personas creen vivir en la verdad. ¡Oh, ojalá pronto arda este pantano de inmundicia y que nadie ose volver a hablar nunca más de lo que fue nuestra sórdida y bastarda civilización!
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Obsesión Homicida