Y, de entre todas las posibles preguntas sin respuesta que podemos hacernos en una aburrida y calurosa tarde de primavera, una de las más desafiantes y, al mismo tiempo, de las más ilógicas es: ¿para qué demonios existen este mundo, la humanidad y el ser? No se llegará a nada con esto, pero al menos nos servirá para entretenernos por un buen tiempo.
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No quedan ya razones para existir, todo se ha tornado gris y patético. Solamente soy como una hoja seca que es arrastrada por el viento sin rumbo alguno, ¿no será eso acaso algo parecido a estar muerto? ¿No será acaso que mi vida siempre ha sido un desatino de lo más incierto?
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Nadie vendrá a salvarme esta noche, no queda nada por lo cual seguir aquí. Es mejor tomar la navaja y plasmar en estas derruidas paredes los últimos versos sangrientos de esta alma en agonía absoluta que suplica por verdadera libertad.
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La soledad no es siempre agradable, pero, incluso en sus más sombríos momentos, es mil veces preferible que la compañía de esos nauseabundos seres llamados humanos.
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Todos los problemas del ser son, ciertamente, solo consecuencia de una gran verdad que no se quiere aceptar: el inmenso sinsentido de esta terrenal existencia y la imposibilidad de que algo en esta obscena pseudorealidad pueda llegar a ser trascendente.
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Catarsis de Destrucción
