La humanidad es algo asqueroso e insoportable, una blasfemia que debe ser exterminada por el bienestar del planeta. Lo malo es que tal criatura, aun reconociéndose como tremendamente repugnante y vil, se niega a su indispensable autodestrucción y busca perpetuarse en un mísero intento por propalar su deplorable semilla sin ningún maldito sentido.
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Y, sin todos los autoengaños que constantemente nos hacemos para justificar el sinsentido de nuestra ominosa y patética existencia, ¿no quedaría solamente la muerte por llevar a cabo? Es decir, ¿qué más podríamos hacer o a qué más podríamos aspirar, una vez retirándonos todas las máscaras que hemos usado todo este tiempo, que no sea el suicidio? Quizás, incluso continuar viviendo después de haber diluido gran parte de las aberrantes mentiras a las que previamente nos habíamos aferrado de un modo tan irracional, sea un crimen aún peor…
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El mejor proyecto de vida que podemos tener es la muerte, pues, sin importar lo que pase, sabemos que lo cumpliremos tarde o temprano. A ella iremos sin importar cuántas absurdas riquezas hayamos acumulado ni cuánto hayamos amado la vida. No permaneceremos, pues somos seres intrascendentes cuyo miserable y funesto destino ya ha sido decidido sin tomar en cuenta nuestra más mínima consideración.
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Estoy demasiado harto de una existencia que ni siquiera pedí iniciar, pero que, al mismo tiempo, soy demasiado cobarde para terminar. Esa es precisamente mi tortura y la semilla que ha dado origen a la insana condición que tanto me apabulla: la desesperación de existir.
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Estoy mal y, por desgracia, nada ni nadie puede ayudarme. Y, si realmente alguien quiere hacerlo, que venga de inmediato a donde me encuentro y que me quite la vida sin más preámbulo.
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Desasosiego Existencial
