Notaba que, en ocasiones, podía alcanzar cierto equilibrio aislándome y permaneciendo en la más recalcitrante soledad. Pero cuando nuevamente, por una razón u otra, debía convivir con la humanidad, era cuando todos mis problemas comenzaban y cuando mi buen humor se iba al carajo. Al final, entendí que las personas siempre son las culpables de nuestra desdicha o irritación, ya que su imperante estupidez es algo tan difícil de soportar. Así pues, cualquiera que, como yo, busque la verdadera paz, deberá optar por alejarse de todos o por quitarse la vida.
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Nunca seremos libres, esa es la verdad. Mientras continuemos en esta parodia existencial que es más bien una prisión holográfica, nos veremos sometidos a tantos ultrajes y presiones de todo tipo que es hasta un milagro que aún sigamos cuerdos. Parece incluso hasta gracioso que, siendo tan insustancial todo, nos veamos tan oprimidos en el efímero tiempo que existimos. Si esto es la vida, sin duda alguna hubiera preferido mil y un millón de veces jamás haber existido.
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Era curioso, supongo, que ya a nadie le importaba si yo estaba bien o no; ni siquiera a mí.
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Mientras no tenga una clara justificación de para qué o por qué debo existir, seguiré lamentándome cada estúpido día de mi miserable y vomitiva existencia, y así hasta el día de mi gloriosa muerte.
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La oscuridad de tu corazón es lo que me ha cautivado, esa perfecta combinación de locura y psicopatía que a cualquier otro ser aterraría. Pero a mí me tienes encantado, pues bien sé que contigo podría hacer cosas que solo se podrían hacer una vez en la vida: matarte, matarme o, mejor aún, matarnos juntos.
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El Réquiem del Vacío
