Me gusta mirar tu rostro y perderme tanto como pueda en tu sibilina belleza. Me gusta simplemente vagar por la inmensidad de tu perfección y empaparme con la ternura de tu boca hasta que salga de nueva cuenta el sol, hasta olvidarme de quién soy yo mientras te hago el amor.
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Me gustaba la manera en la que te veías, me acercaba a ti con poética melancolía… Pero cuando te besaba comenzaba a destruirte, y también a destruir, con ello, nuestro tragicómico (des)amor.
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Rompiste cada capa de un denso espesor lleno de dolor que mostraba un ser fuerte para dejar sólo un corazón débil y hambriento de amor, únicamente de ese amor que tu deslumbrante ser me proporciona.
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Tus dulces besos son los que le dan a mis días los matices adecuados para hacer de mi miserable y deprimente existencia la obra de arte más bella.
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Y es que, incluso si se me dijese que no podría existir en ningún universo nunca más, lo aceptaría sin pensarlo dos veces. Pero solo si eso significase que podría vivir por siempre en tu corazón y que el recuerdo de este, ¡oh, nuestro enigmático (des)amor!, trascendería más allá de cualquier muerte.
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Amor Delirante
