Intento tenerte siempre en mi cabeza, pues eso me protege de las pesadillas que me formulo en cada momento de soledad. Tú eres lo único que me hace bien, el único refugio donde puedo huir momentáneamente de la horrible realidad, de las vomitivas sombras llamadas seres humanos que pululan en el mundo y, sobre todo, de mí mismo.
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Complicaste por completo mi vida, me diste más emociones de las que pensaba. Intenté sacarte de mi cabeza, sabía que no debías estar ahí y que, lamentablemente, este mundo no era el lugar apropiado para mostrar todos estos sentimientos bellos que me inundaban. Entonces descubrí, temerosamente y con una angustia implacable, que me había enamorado de ti y que ya jamás podría volver a ser yo de verdad si no te besaba todos los días.
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Yo antes de ti era distinto: mi vida se resumía simplemente en mí y en lo que quería hacer por el mundo, pero ahora llegaste tú y me importas más que el mundo. No sé si eso es bueno o malo, no sé si eso será mi fortuna o mi ruina. Lo único que sé es que te quiero a mi lado y que por ti podría mandar al carajo no solo este mundo, sino todos los que puedan existir.
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Supongo que el suicidio es un método de defensa cuando tu alma está tan fracturada, tan lacerada por la repugnante marcha de los absurdos días que consumen nuestra energía y que devoran nuestras entrañas. Supongo que matarse es entonces la única esperanza que le resta a los desesperanzados como yo.
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Cuando digo que eres mía o que soy tuyo es más bien porque pertenecemos al tiempo que somos libres, no porque tenga algún poder o injerencia sobre ti. Me gusta que seas libre, que te experimentes y que te descubras cada día como un ser auténtico. Es probable que incluso dentro de poco tengamos que separarnos para siempre y cada uno seguirá su camino, pero no importa, pues te llevaré en mi corazón y te amaré hasta el día de mi muerte.
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Amor Delirante