Leiter despertó con un grito de consternación y pavor, sudaba a chorros y tenía calentura. Le parecía como si todo hubiese sido solo una maldita pesadilla, una trágica y vil sutileza del destino. Pero bien sabía que en todos los sueños nunca dominaba lo absurdo, al menos no más que en la realidad, y que en aquellas ensoñaciones aparentemente inconexas reposaba la clave con la cual evitaba ciertos escollos en la compleja red de casualidades que era la vida. Había soñado a Klopt, sufriendo y suplicando, encerrado en un reloj de arena y, cuando se acababa su tiempo, desaparecía para siempre, quedando solo un cascarón. El auténtico Klopt había sido desterrado a un plano de donde era imposible traerlo de vuelta. ¿Acaso todo era mera ficción y fantasmales quimeras?
El diagnóstico de Leiter fue bueno por la mañana, con lo cual fue dado de alta tal como le había sido comentado. Todavía tenía mareos ocasionales y le dolía la cabeza, pero eso siempre había sido así. Respiraba con dificultad, aunque se había aplicado ya el medicamente para la alergia. Tan pronto como estuvo fuera de la clínica, un tropel de pensamientos lo atacó, recordándole su trastorno obsesivo, con lo cual perdió media hora repitiendo lo que haría y debía investigar; pensar en vez de actuar. Así era como padecía y vivía, pensando muchas veces lo mismo en lugar de llevarlo a cabo. Al fin se decidió y partió para buscar a Klopt. En el camino también recordó a Poljka y le pareció extraño que no hubiese ido a visitarlo o siquiera intentase comunicarse con él, tal vez estuviese ocupada. En general, experimentaba un decaimiento en su ánimo y sentía mayor repulsión hacia todo el lugar. Buscó a Klopt en el departamento de biología, pero sin éxito; luego, en los demás, tampoco nada. Fue hasta el edificio donde se hospedaba y llamó a su puerta, intento fallido. Comenzaba a decepcionarse y a preocuparse de verdad cuando ante su atónita mirada pasó Pertwy.
–Pertwy, ¡qué bien que te encuentro por aquí! Creí que nunca volvería a verte.
–Me da gusto saludarte, con que ya saliste de la clínica –comentó con sorna Pertwy.
–¿Acaso sigues tú…?
–Leiter, te hace falta aprender tanto. Yo ya no me intereso por este mundo, ahora soy más espiritual.
–Entonces ¿por qué te has aseado y parece que te diriges hacia el centro de investigación?
–¡Ah, se trataba de eso! Pues vine a suplicar por mi expulsión, argumentando que estar aquí es lo peor que puede haber para mí.
–¿Qué cosa? ¿Tuviste éxito? –inquirió Leiter curioso, como queriendo hacerlo él también.
–Obviamente fue un rotundo no. Esos malnacidos se creen con el derecho de obligarme a estar aquí. Al menos pasaré el resto de los días en mi cueva, no en este holograma.
–Pero Pertwy, ¿qué vas a hacer ahí? No ves que te morirás de hambre si ellos te retiran los alimentos de la cafetería. Estamos rodeados de la nada, no conseguirás vivir mucho.
–Y no me interesa, Leiter. He decidido que soy demasiado cobarde para suicidarme, así que llevaré una vida ascética y me abstendré de todo. Tendré que ir eliminando cualquier tipo de deseo: sexual, económico, material o afectivo; absolutamente todo. Es un proceso complicado, pues exige demasiado sacrificio. De tal suerte que, al final, moriré por inanición, pero ese dolor será el que me fortalezca en la hora del fin, pues solo mediante él tendré la voluntad de renunciar a todo lo que es la vida.
–Suena interesante… –dijo Leiter, frunciendo el ceño.
–Es que tú no has hablado con los seres de luz. Ellos me han iluminado y he conocido la salvación, todo lo que necesito es consagrarme a la vida ascética.
–Y ¿no crees que también esa clase de exigencias, creencias y formas de purificación sean parte de esto? Me refiero, desde luego, a este supuesto sistema en el cual estamos presos.
–¡Desde luego que no! ¿Cómo podrían serlo si ha sido dios mismo quien me ha mostrado la verdad? Alcanzaré el máximo grado de ascetismo y demostraré que he salido de esta prisión.
–Tranquilo, no debes de alterarte tanto, yo solo decía. De cualquier modo, te deseo lo mejor.
–Muchas gracias, ojalá que tú también entiendas que la vida ascética es el único camino hacia la salvación. Deja de interesarte por este mundo, pues ya está perdido. Mejor comienza a orar y a ver más allá, a vislumbrar lo espiritual. Intenta salvarte tú en vez de perder el tiempo tratando de despertar a seres que adoran su esclavitud.
–Lo sé, debería de extirparme tantas cosas de la mente, pero me resulta imposible. Si por mí fuera, hubiera preferido no haber existido.
–En eso, mi amigo, coincidimos los dos. Por cierto, es interesante saber la verdad sobre este bosque –mencionó Pertwy, clavando su mirada en aquel supuesto holograma–, parece ocultar tantas cosas. Me pregunto si la ilusión funciona para el plano físico desde que la mente lo ha percibido así. Quizá para aquellos que estén plenamente convencidos de que el bosque es real, en verdad lo sea. Por ahora te dejo, debo proseguir con mi ritual.
–Espera un poco, por favor. Solo quería saber si tú no has visto a Klopt.
–¿Klopt? Sí, lo he visto hace poco. Me parece que estaba en el departamento de biología, pero al parecer le han asignado un nuevo cubículo, así como nuevas funciones… Por cierto, ayer estuvo en el bosque.
–Así que eso era, con razón no lo encontré. ¿Estuvo ayer ahí? ¿Cómo es posible?
–Fue al bosque ayer y estuvo platicando conmigo. Me pareció que tenía tu misma actitud escéptica y que investigaba algo más, como lo que a ti te interesa.
–No puede ser. Si eso es cierto, podría ser que Klopt…
–Mira, no sé qué haya pasado. Únicamente le mencioné lo que una vez dios me reveló.
–Y ¿de qué se trata exactamente? ¿Puedes decirme ahora?
–Sí, supongo que sí. Será lo último que te diga, pues después de esto comenzare con mi vida ascética en serio.
Ambos se sentaron y Pertwy le contó lo poco que sabía sobre aquel portal a Leiter. Le habló sobre la manera de rodearlo y de ese peñasco que también era parte de la ilusión, pues, en lugar de ascender, se descendía si se rodeaba al comienzo de la neblina. Eso fue todo lo que pudo decirle, puesto que jamás había él saltado al vacío y no estaba interesado en hacerlo. Si Leiter quería actuar, debería de llevar a cabo la proeza por su cuenta. De hecho, éste quedó ensimismado con lo que Pertwy le contó, y ahora estaba demasiado nervioso y preocupado por Klopt. Comenzó a fraguar teorías y una batahola de pensamientos lo atormentó mientras se despedía de Pertwy y partía hacia el cubículo donde Klopt había sido reasignado. Temía un poco encontrarse con su amigo y lamentaba su desesperada acometida. También recordó que debía retomar la investigación sobre Bolyai y platicar con Poljka, ella seguramente lo ayudaría.
Mientras caminaba hacia el edificio principal del centro y continuaba con sus mareos, elaboraba conjeturas respecto a la naturaleza de las cosas que habían acontecido en los últimos días, y también de aquellas ya más lejanas. Recordó entonces una plática que había tenido con Abric, donde éste manifestó su inquietud con respecto al manejo de la tecnología y la magia que ostentaban los amos del poder, los verdaderos gobernantes del mundo que se parapetaban en las sombras. No fue nada grato escuchar aquellas palabras y, sobre todo, asombrarse con la cara de horror que Abric expresaba; había sido una de las pocas veces en que su indiferencia se había roto. Leiter caminaba cada vez más rápido, pero, por alguna razón, creía que el edificio central se alejaba cada vez más. Todo lo que veía era el ojo que se alzaba por encima del mono y cuya contemplación siempre lo inquietaba de modo cerval. Entonces rememoró con claridad…
–Eso es lo que quería insinuarte, pues existe la posibilidad de que realmente los humanos se hayan extinguido hace tiempo.
–¿Quieres decir que los humanos actuales son falsos?
–Quiero decir que estos cascarones han sido rellenados con absurdos y mediocres atavismos. En realidad, ya nadie tiene elección, pues desde que naces todo te es inculcado. Más aún, para vivir es necesario que te conviertas en una máquina que solo repita patrones y obedezca mandatos, que no piense por sí misma. Si la humanidad se ha trastornado en tal grado, entonces los que conocemos como humanos son solo cavidades rellenadas con falacias y concepciones patéticas.
–Es una tristeza que realmente la vida no sea algo valioso, ¿no crees?
–¿Por qué la vida habría de serlo?
–No lo sé, pero así quisiera creerlo –dijo Leiter cabizbajo–. Lo que intento expresar es que la vida humana es una ridiculez, una insensatez, algo tan efímero y banal, pero también algo que en sí es hermoso. Si tan solo pudiésemos hacer menos insoportable este intrascendente viaje, si por unos instantes reflexionásemos y pudiéramos volver a ser humanos, a pesar de todo.
–El problema es cuánto más descenderá esta raza en su perfidia e insensatez, cuánto más sucumbirá ante su avaricia y su estupidez. Por desgracia, dudo que se pueda hacer algo para recapacitar, pareciera que esta enfermedad jamás será curada.
–Entonces sigo regresando una y otra vez a la misma pregunta –comentó Leiter, recargándose en un árbol y soltando un suspiro nostálgico–. ¿Por qué existimos?
–Supongo que, si lo supieras, ya no estarías vivo. Tengo la intuición de que la muerte es la única que puede responder eso.
–Tú quieres morir, ¿cierto? El otro día te acercaste tanto al borde de la montaña, en la parte más elevada, que casi creí que te aventarías.
–En efecto –dijo Abric cerrando los ojos–. Pero todavía no es tiempo. El suicidio, cuando se merece, acerca a la sublimidad, pues es el instrumento más noble que nos brinda la vida. ¿Te has preguntado cuántas personas merecen realmente morir? Siempre se dice y se cuestiona sobre merecer la vida, pero nunca lo opuesto. Todos ven el vivir como un milagro, algo precioso e invaluable, pero ¿no podría ser la muerte la que ocupase ese trono en realidad? Considerando lo maltrecha y acabada que está la existencia, morir debe ser fantástico.
–Posiblemente. Acaso por ello, como parte de nuestra preparación para aceptar este mundo y querer ser parte de él, se nos inculca tal visión sobre la vida y la muerte. Es aterrador pensar que nada decidimos por nosotros mismos, pues todos nuestros mecanismos de razonamiento están moldeados por el adoctrinamiento. Lo que quiero decir es que, cuanto más indefensos nos sentimos, más fácilmente recurrimos a lo que nos destruye, a lo que nos ha formado hasta ahora, a todo lo que se nos ha implantado.
–Incluso esto que elucubramos sigue siendo producto de lo que no somos. Me he resignado a creer que es absolutamente imposible existir sin que algo de lo que nos ha sido inculcado pueda servirnos como base. En verdad nadie, por muy espiritual o avanzado que se piense, puede ser él mismo. Siempre permanecerá esa migaja, eso que, aunque oculto en las sombras, eternamente formará parte de nosotros y es lo que nos sostiene, lo que evita un suicidio masivo, lo que se nos ha implantado para poder vivir. Tristemente, el humano es la perfecta imagen de lo que no debe perpetuarse.
–Esa es la cruda verdad que naturalmente no será comprendida y que se tergiversará del modo más conveniente –replicó Leiter, recostándose en la hierba.
–Así es. De hecho, me sorprende que las personas constantemente nieguen que el mundo está mal. Supongo, sin embargo, que siempre es preferible la negación de lo evidente y el convencimiento de que en esta putrefacta sociedad hay cosas valiosas por las cuáles la vida tiene algún valor. Justamente podría ser bello vivir, dada su intrascendencia, pero los supuestos humanos ni siquiera eso hemos apreciado: la libertad de una existencia donde nada tiene el más mínimo sentido.
–¿Has contemplado la posibilidad de que a un humano consciente y en vías de despertar le laven el cerebro de una forma aún peor que la común? ¿Crees que existen mecanismos esotéricos, psicológicos y quién sabe qué más cosas para lograr acondicionar a un humano a toda costa? –inquirió Leiter con cierta aversión en su rostro.
–Eso me confunde. A veces imagino cuánta gente en el mundo estará ahora mismo sufriendo, siendo asesinada, violada, explotada o sometida a cualquier clase de crueldad en la que el humano es experto.
–Quisiera, aunque sea una estupidez, que todo el mundo pudiera despertar cada mañana y sonreír, vivir sin que existiera temor alguno. Pero eso solo existe en mi cabeza enferma y loca. Soy humano, como tú y como otros, lo cual me tortura, pues estoy infectado de algo que es imposible curar en vida. Es tan sórdido saber que en este planeta hay seres sumamente corrompidos que se regocijan con la miseria de los demás.
–Por desgracia, así es. Y por ello existen la religión, la guerra, la manipulación, el secretismo, la política y demás instrumentos para condicionar la vida hacia los objetivos de esos seres adoradores del dinero y los placeres terrenales.
–Eso me queda claro. No obstante, creo que las personas que se ocultan en la cabeza de la pirámide, que realmente gobiernan, persiguen fines más profundos. Quizás ellos sepan acerca de todo esto y lo implantan para nosotros, para que nos mantengamos distraídos en tanto ellos se ocupan de utilizar la ciencia y se valen de cualquier otro recurso para obtener un poder más allá de este mundo banal.
–Eso sería terrible. No dudo que sea posible llevar a cabo técnicas que puedan desconfigurar la mente y hasta exprimir cualquier cosa parecida al espíritu.
–¿No crees que incluso aquello que es distinto termina por caer en lo absurdo y lo contaminado? ¿Cómo podría surgir algo diferente si todos hemos sido previamente preparados para habitar este mundo de miseria?
–Tal vez sí, tal vez no. Posiblemente solo podemos dar un mensaje, algo que intente un cambio.
–Sí, aunque a veces dudo que eso sirva de algo. Y, sin embargo, es lo único por lo que me mantengo con vida.
–Sí, y quizá sea lo único que podamos hacer mientras permanezcamos con vida. Sabes, te aprecio, Leiter…
Tal había sido la conversación que en aquella ocasión había tenido con Abric y que se había manifestado ahora en la cabeza de Leiter, como si de un preludio se tratara. Tras unos minutos caminando, llegó al departamento de biología y entró, buscó la lista de las nuevas asignaciones y encontró el nombre de Klopt. Rápidamente, se dirigió al lugar indicado. Sin embargo, éste había salido a la cafetería, así que Leiter tuvo que ir ahí y, después de tantas complicaciones, los dos amigos se reunieron de nuevo, aunque esta vez todo sería diferente. Leiter contemplaría en primera plana lo que era ser víctima de aquellos métodos sobre los cuáles Abric le hablase parcamente y él leyese en algunos libros raros. Se acercó a Klopt y trató de estrecharle la mano, de hacer algún gesto amable. Nada de eso aconteció, pues Klopt no lo reconoció del todo.
–Klopt, ¿en verdad eres tú? ¿Por qué no dices nada?
–Leiter, estás aquí.
–¿Sigues siendo el mismo Klopt que conocí?
–Por supuesto, ¿acaso no te parece de ese modo? –asintió el supuesto Klopt con una voz más atolondrada que la ordinaria.
–Pero no pareces ser tú mismo, es como si solo fueses una cáscara de lo que eras.
–Y ¿no somos todos solo eso? ¿Acaso crees que las personas tienen algo en su interior?
–Sí, eso es verdad, no lo negaría.
–¿Crees que alguien realmente podría darles la contra?
–Bueno, yo…
–¡Tonterías, Leiter! ¡Solo ilusiones cómicamente preparadas por tu propia mente!
–Klopt, no puedo creer que tú…
–¿Klopt? ¿Todavía sigues creyendo que soy ese perdedor? ¡Klopt se ha ido para siempre y yo me quedaré en su lugar!
–¿Quién eres entonces?
–Leiter –expresó calmándose el tal Klopt–, no estás en posición de hacer demandas. ¿No puedes entenderlo? ¿Quieres que te lo repita nuevamente?
–¿Acaso hay alguna forma de recuperar a Klopt?
–¿Qué te hace creer que no podría ser él?
–Klopt había cambiado, se había percatado de más cosas.
–¡Ja, ja! –se desternilló el nuevo Klopt durante unos segundos, en los cuáles su risa alcanzó proporciones inusitadas–. Fue mentira…
–No sé quién seas, pero solo estoy seguro de que Klopt está en alguna parte y lo voy a encontrar.
–Tú no podrás hacer nada. No tienes ninguna oportunidad, humano. Lo mejor que puedes hacer es rendirte y unirte a nosotros.
–¡No, no lo haré! ¡Lucharé hasta el final! Sé que existe un despertar, que muy pocos humanos tienen la capacidad para lograrlo totalmente, incluso algunos jamás lo harán en el más mínimo nivel. Sin embargo, siempre habrá alguien que escuche el mensaje, alguien para quien estas palabras no pasarán desapercibidas, alguien que querrá desenmascarar toda esta inmundicia que nos han hecho creer como nuestra realidad. Y no me importa si me quedo solo en el mundo, si soy una minoría de uno, jamás aceptaré ser como todos ustedes, y nunca lograrán quitarme lo más valioso. Jamás extirparán de mí la única riqueza en todo este teatro de marionetas, pues no podrán embobarme como a todo el resto de la manada. Podrán matarme e, incluso, lacerar mi espíritu, pero ¡jamás seré un títere suyo!
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Libro: La Esencia Magnificente