Capítulo XV (LVA)

Isis avanzó hacia July y colocó su mano en su frente. A continuación, el cuerpo de July brilló como nunca y parecía que una luz emergía de ella, era como si su alma fuese extraída de su cuerpo. Todo el lugar comenzó a sacudirse como si una especie de temblor estuviese ocurriendo, el cielo parecía abrirse. Un haz de luz iluminó la escena, mostrando algunas nubes negras que ahora invadían toda la escena. July estaba conmocionada, no entendía qué demonios estaba ocurriendo, solo sentía un gran temor. Mertin, por su parte, contemplaba, aterrorizado, cómo sus planes estaban a punto de fracasar. ¿Acaso July nunca recuperaría la vista? ¿Acaso ella iba a morir en aquel lugar? ¿Qué sería de él entonces? ¿Se mataría si July ya no estaba a su lado? ¿Qué sentido tenía la existencia sin ella, sin la persona que creía amar con todo su ser?

–¡No, July! Esto no puede terminar así, hemos llegado tan lejos para dejar que nos borren la memoria y reencarnemos ahora.

Mertin trató de acercarse a Isis, pero su fuerza era increíble y este simplemente se quedó congelado al igual que July anteriormente. Se trataba, sin duda, de uno de los tres jueces de la reencarnación, y su poder estaba más allá del de los simples mortales. 

–Tranquila, dentro de muy poco te libraré de todo este sufrimiento. Solo no te resistas, déjame extirpar tu alma. No tiene caso que lo niegues, este es tu destino.

–¡Esto no puede ser! Estábamos tan cerca, si tan solo pudiera moverme…

Mertin se torturaba con esos pensamientos mientras July estaba a punto de desaparecer en esta encarnación. Su alma iba a ser extraída y su superalma reencarnaría bajo nuevas condiciones, quizás incluso en otra dimensión o universo. Ella y Mertin no volverían a verse jamás de ninguna manera, olvidarían todo lo que sabían el uno del otro.

–Yo lo prometí… ¡No me importa lo que pueda pasar, solo quiero salvar a July!

–Ya casi está, solo un poco más. Debo admitir que eres muy fuerte, tu superalma debe ser increíble.

El alma de July casi era arrebatada cuando Mertin la tomó entre sus brazos y la liberó de aquel juez. Todo fue tan súbitamente que, cuando menos lo esperaban, July yacía en el suelo y en los brazos de Mertin, quien no entendía cómo pudo hacerlo.

–¡Lo logré! ¡No sé cómo, pero pude descongelarme de su poder y salvarte!

–Mertin, muchas gracias, nuevamente lo lograste –contestó July con emoción.

–¿Cómo hiciste eso? ¿Quién eres tú? Nadie puede interferir en las relaciones kármicas, el poder del karma es el que regula la existencia misma.

–Para tu información, ni siquiera yo lo sé –replicó Mertin con gran enfado.

–¿No lo sabes? –dijo Isis encolerizada–. Vienes de una dimensión inferior y eres capaz de escapar a mi poder. Además, pudiste arrebatarme a la chica sin que me percatara. ¿Cómo conseguiste superar mi velocidad? Superaste con gran habilidad a un juez del karma y la reencarnación, ¡eso no es normal!

–Escucha Isis, déjanos tomar la Flor de Lilith y nos iremos –sostuvo Mertin.

Sin embargo, Isis estaba en una especie de trance. No lograba discernir qué había en Mertin que la aterraba a tal grado. ¿Qué tenía de especial aquel jovencito de ojos verdes y tristes? ¿Por qué percibía en su interior una especie de divinidad que ni siquiera él mismo era capaz de entender? ¿Acaso él…?

–No contesta, está paralizada. No sé si deberíamos de hacerlo, siento que ella solo quería advertirnos de algo. No sé si sería mejor que reencarnáramos ahora mismo, estoy confundida.

–¿Qué estás diciendo, July? No pienso hacer eso después de todo lo que hemos pasado. Además, debo hallar a mi padre y, de algún modo, lo siento muy cerca.

Mertin se apresuró entonces a tomar la Flor de Lilith y, en ese momento, Isis se interpuso en su camino nuevamente. Aquella juez de la reencarnación parecía determinada a impedir que aquel presuntuoso mortal cumpliera su cometido.

–¡No permitiré que lo hagas! ¡No sabes con qué estás lidiando!

–¡No te interpongas, Isis! No tengo nada en contra tuya, yo solo quiero cumplir mi promesa, pero, si debo luchar contigo, lo haré.

Mertin prosiguió y el juez del karma y la reencarnación trató de detenerlo, cogió su brazo y lo apretó fuertemente en un intento desesperado por evitar que tomara la codiciada Flor de Lilith.

–¿Qué significa esto? No funciona mi poder, pero ¿por qué? –exclamó Isis–. Normalmente, su alma debería de congelarse; ese es el poder que se nos ha dado. Nosotros somos capaces de controlar cualquier alma. O ¿es que acaso él…? Su conexión es tan vetusta que…

–Tu poder ya no tiene efecto alguno sobre mí, porque mi voluntad es muy fuerte y no pienso fallarle a July. Así que ¡no me molestes! ¡Tomaré la Flor de Lilith a cualquier precio!

Mertin retiró la mano de Isis de su brazo y, al hacerlo, esta se gangrenó. El juez del karma y la reencarnación soltó un grito pavoroso, pues era su superalma la que había sido contaminada. Sin saberlo, Mertin estaba lidiando con energías y entidades totalmente fuera de su alcance.

–¡Lo sabía, tú eres el causante de todo esto! El universo de la tristeza que ha invadido el Hipermedik y toda tu oscuridad son la confirmación.

–¡Mertin, no lo hagas! ¡Detente, por favor! ¡Siento que algo está mal! –suplicó July con lágrimas de sangre escurriéndole por sus preciosas mejillas.

Pero Mertin no escuchaba más a Isis ni a July, solo le importaba devolverle la vista a aquella inocente joven que había robado su corazón. De un instante a otro, todo cambió para siempre: Mertin tomó la Flor de Lilith y la sostuvo entre sus manos para arrancarla del beato suelo al que ésta pertenecía. Las raíces eran más profundas y resistentes de lo que creía, pero estaba decidido que aquello debía ocurrir. Los hilos de Silliphiaal, por su parte, se agitaban cada vez más entre aquel gashi que se esparcía por doquier en el centro del Hipermedik. Su despertar, entre infinitas sombras risueñas y múltiples galaxias colapsando a su alrededor, era inminente.

–¡July, ahora podré curarte! Lo deseo con todas mis fuerzas y mi alma: quiero que July recupere la vista.

–Mertin, ¿de verdad esto funcionará? –replicó July asustada.

Mientras tanto, Isis se retorcía de dolor, pues la gangrena espiritual se extendía por todo su ser. ¡Uno de los tres jueces del karma y la reencarnación estaba envenenado! Mertin no tenía la menor idea de lo que había desatado y apenas comenzaba la pesadilla. Todos los destinos de todas las existencias en todos los universos y en todas las dimensiones se tambaleaban. Aquello era la señal de la tragedia multidimensional que estaba por desatarse. El plan de aquel viejo siniestro estaba marchando a la perfección, pues Mertin tan solo había sido su instrumento.

–¿Ya puedes ver? ¡Dime que sí, por favor! ¡Contéstame, July!

Entonces July abrió los ojos y no vio absolutamente nada, ni siquiera borrosamente como antes. Solo sentía una enorme tensión y un constante peligro, una psicosis abrumadora se extendía por su mente.

–No puedo ver nada, Mertin. Me siento muy extraña, me duele la cabeza. Lo siento, creo que no funcionará.

–¿Qué estás diciendo? Pero ¿por qué no funciona? ¿Acaso era mentira lo que ese viejo infame dijo?

Mertin se hacía esas y más preguntas, casi parecía que iba a enloquecer de la decepción tan amarga en la que se hallaba imbuido. Por alguna razón, se había convencido a sí mismo de que las palabras de aquel viejo cínico eran una verdad absoluta. O quizás era que estaba tan obsesionado con la idea de devolverle la vista a July que no reparó en sus actos. Ahora, las consecuencias reales de sus tonterías estaban a punto de manifestarse.

–¡Te lo advertí, insolente! –susurró Isis con la poca fuerza que le quedaba–. Ahora prepárate para lo peor, mortal. No tienes ni siquiera la más ínfima idea de lo que has desencadenado en todo el Hipermedik, todo será arrasado en un santiamén.

El juez del karma y la reencarnación se retorcía como un gusano en tierra caliente mientras su figura se tergiversaba y cambiaba violentamente entre la Virgen Mary, Isis y Neit. Era la trinidad que habitaba en su superalma la que se presentaba con tal caos. Y no solo eso, sino que múltiples contracciones y figuras monstruosas aparecían entre cada metamorfosis. Era realmente espeluznante contemplar aquello, pero era esa la percepción de seres inferiores como el ser humano.

–¿Qué es lo que está por venir? ¿Qué me ocultaste sobre la Flor de Lilith?

–Mertin, tuya será la superalma que habrá terminado con toda la existencia.

Entonces la Flor de Lilith dejó de centellear, sus hermosos pétalos negros ya no emitían ese brillo dorado. El tiempo en las dimensiones inferiores colapsó, los universos se tambalearon, la existencia misma se traqueteo, todo aquello que sería se redujo a la nada. El vació comenzó a devorar el Hipermedik y se escuchó un estruendo más horroroso que cualquier otro. El cielo también se tornó necroazul y una especie de aire helado invadió el lugar.

–¿Qué está pasando? Este color es… ¡Imposible!

Ya no había ninguna duda. Se trataba del ominoso matiz necroazul que tan impregnado se había quedado en la mente de Mertin, quien ahora, con infinito horror y desesperación, lo veía surgir de algún vórtice atemporal. Contemplaba con escalofríos por todo su ser como todo se derrumbaba, las dimensiones tronaban y comenzaban a despedazarse. Un dolor agudo se propagaba en su interior, casi quemándolo por dentro y ocasionándole severas contracciones. Sentía como si su corazón quisiese abandonar su cuerpo y unirse a aquel galimatías, como si su mente sufriera un cambio abrupto y repentino en su estructura más elemental. La destrucción de aquella perspectiva había alterado los destinos de sus observadores, tornándolos en meras consecuencias de los hechos. Ahora ya nada volvería a ser igual en ningún universo, absolutamente nada, pues había sido modificado el cúmulo de los infinitos senderos en los cuáles divergía la existencia.

–Esto es parte de tu arrogancia y estupidez –gritó Isis, enloquecida por completo.

Así, las paredes de aquella dimensión no resistieron más y se quebraron, al igual que un espejo cuando choca con el suelo. La entidad que entraba por el hoyo era nada más y nada menos que Desmetis.

–Pero ¿qué estás haciendo tú aquí? Pensé que este lugar estaba fuera de tu alcance. Eres un maldito, ¿cómo te atreves a corromper este lugar? –gritó Mertin con todas sus fuerzas, lleno de rencor y cólera.

–¡Vaya, vaya! Siempre tan groseros ustedes, ¡qué tristeza!

Desmetis hablaba con esa voz tan característica de él y parecía comportarse como un niño. Sin embargo, su poder era más inmenso que nunca.

–¡Pensé que les daría alegría verme! ¡Cuánto gusto me da saludarlos, en especial porque esta es la última vez que nos encontramos!

Desmetis estaba ataviado de la misma forma que la vez anterior. Lucía tan elegante con esas ropas necroazules en combinación con esos guantes blancos llenos de puntos negros y ese extravagante y demencial comportamiento. Además, ahora vestía una original corbata roja formada por lenguas de serpiente ensangrentadas. Había entrado a aquella dimensión recostado sobre una enorme pirámide con una silla en forma de ojo que se alzaba en la punta. Por cierto, dicha pirámide parecía impulsada por una extraña fuerza que emanaba del esbelto cuerpo de Desmetis. Para rematar, esta abominable entrada estaba acompañada por las Belz, esas sombras amorfas y risueñas que gozaban molestando a las almas.

–Desmetis, ¿qué es lo que planeas ahora? ¿Por qué no nos dejas en paz de una vez por todas? No entiendo de qué se trata todo esto, solo deja que July y yo nos larguemos, y luego haz lo que quieras con estas dimensiones –sostuvo Mertin.

–Ojalá fuera tan sencillo como eso, humano. ¡Tú tienes la culpa de todo lo que ha ocurrido! ¡Fue tu propia tristeza y oscuridad la que hizo que pudiera desarrollarme! ¡Gracias a ti pude parasitar tu alma y desarrollarme hasta convertirme en lo que soy ahora!

–¿Es mi culpa? ¿Yo soy el responsable de lo que ha ocurrido?

–No lo escuches Mertin, solamente quiere confundirte. Tú no tienes la culpa de lo que ha ocurrido –afirmó July.

–¡Oh, miren nada más! –exclamó Desmetis en tono despectivo–, mi novia defendiendo a un simple ser de las dimensiones inferiores del Hipermedik. Esto sí que es una novedad, ¡no puedo creerlo!

–¿Por qué? Esto no tiene ningún sentido. ¿Cómo es posible que alguien como él haya causado todo esto? Solo es un ser inferior y, aun así, tiene la misma energía que ese otro sujeto –elucubraba el juez del karma de la reencarnación.

–¡Ah! Pero creo que aún nos faltan dos invitados para que la mesa esté completa, solo que aquí no será la cena, nos iremos a otro lugar en donde nadie nos pueda molestar.

–¡Son ellos! –exclamó Isis con entusiasmo al ver cómo los otros dos jueces del karma y la reencarnación se acercaban al lugar, tenían la forma de Osiris y Horus.

–¡Oh no, querida mía! Por favor, tómalo con calma, de nada sirven tres cuando tengo a uno y en mal estado. Parece que ese humano logró dañar a una superalma divina, ¡qué lamentable! –mascullaba Desmetis mientras casi se ahogaba entre rimbombantes carcajadas.

–¿Qué dices? ¿Qué vas a hacer? ¡Lárgate! –vociferó Mertin.

–Ya te lo dije, ellos no tienen invitación. Ahora mismo nos vamos al lugar donde por fin todo se acabará.

Entonces Desmetis tomó su falo entre sus manos, el cuál parecía desproporcionado para su tamaño, lo agitó y, con la peor impudicia alguna vez vista, comenzó a masturbarse tan vigorosamente como pudo. Las Belz también gemían y se convulsionaban alrededor suyo, todo el lugar comenzó a temblar. El bardo estaba totalmente destrozado y las dimensiones aledañas estaban envueltas en una cortina necroazul. July, Mertin e Isis fueron envueltos por una cortina que parecía formarse por el repugnante esperma de aquél deplorable sujeto. Finalmente, sintieron cómo viajaban eones en algo que no era el tiempo ni el espacio conocido, hasta que todo cesó y, cuando el torbellino de porquería se esfumó, se encontraban en el lugar más opresivo y desalentador que alguna vez imaginaron.

–Bienvenidos sean ustedes al lugar de destrucción y desesperanza total. Disfrútenlo al máximo, porque este será el último sitio que ustedes contemplarán –afirmó Desmetis desternillándose.

–¿Qué es esto? ¿Por qué siento una increíble presión que me agobia? –formuló Mertin.

–Puedo ver muy difusamente, mis sentimientos se sienten tan contaminados aquí. ¡Es horrible! –dijo July mientras caía de rodillas.

–¡July, no te preocupes! Te sostendré entre mis brazos, yo te protegeré –replicó Mertin.

El lugar al que habían llegado era el más espeluznante y nefando de todos los que habían visto. Al igual que en las urbes de la tristeza, todo el lugar estaba plagado de imágenes que parecía tener vida. Eran, en realidad, como grabaciones que se repetían una y otra vez; la única diferencia era que en este lugar se sentían más vivamente. El cielo estaba manchado de un color necroazul terrible, que parecía comerse a los demás colores, los cuales estaban dispersos y oscurecidos. El suelo estaba repleto de flores secas y podridas, de huesos humanos y de extrañas formas en descomposición. Por todo el lugar se extendían las Belz y bramaban más que nunca.

En lo que podría denominarse las paredes y la parte superior de aquel aborrecible y funesto sitio había pirámides con ojos en la cima, que parpadeaban al ritmo de los de Desmetis, así como bocas necroazules con lengua de serpiente y labios de pescado que vomitaban pus y sangre cuando hacían eco a las palabras de aquel nefando sujeto. También había ahí mujeres que se enterraban un picahielos en sus vaginas para luego pasarlos por las bocas de los deformes bebés que sostenían con sus patas peludas e hinchadas. Había hombres que caminaban en cuatro patas con la cabeza volteada y que devoraban inmensas liebres de ojos negros y orejas con clavos. Estas imágenes y otras más se repetían hasta donde alcanzaba la vista y el corazón. No había duda alguna de que este era el lugar más luctuoso, terrible, vomipurgativo y adusto que alguna vez hubiese existido.

–No quisiera hacer esto. ¡Ja, ja! Bueno, en realidad sí, me da igual. Lo lamento, pero este juego es individual, así que ahora despídanse de su conexión –expresó Desmetis con mordacidad.

–¿Qué está ocurriendo? Me siento como aislada en un universo muy particular que surge de mí misma y forma uno conmigo, es tan pegajoso –exclamó Isis.

Cuando Mertin estaba por alcanzar a July, algo se interpuso y cada uno fue separado dimensionalmente.

–¿Qué nos has hecho Desmetis? ¡Explícanos ahora mismo! –articuló Mertin.

–Tú siempre tan exigente, humano. Descuida, lo único que hice fue separar sus destinos, ¡para siempre!

–¿Qué? ¿Cómo separarnos? ¿A qué te refieres? –inquirió July, quien por primera vez parecía enconada de verdad.

–No te enojes así, amor mío. Él no te conviene, yo soy una mejor opción.

–Eres lo que más odio en este universo o en el que sea –replicó July tremendamente airada.

–Bueno, del odio al amor hay un paso. Si tú supieras lo que hemos hecho, pensarías diferente.

–¿Lo que tú y yo hemos hecho? ¡Estás demente! ¡Nunca tendría nada contigo! –gritó July, cada vez más irritada.

–¡Oye tú, loco! –interrumpió Isis–. Puedo sentir un gran poder que emana de ti. No me importa qué asuntos tengas con estos dos seres inferiores, pero no permitiré que distorsiones las leyes kármicas y el proceso de reencarnación que conduce a la divinidad.

Desmetis se desternilló y cayó sobre su espalda presa de un ataque de risa que parecía no tener fin. Cuando reía, chorros ingentes de esperma salían de su inmenso falo, salpicando todo el cielo y haciendo surgir soles negros.

–¿Qué es tan gracioso, maldito? –formuló Mertin, quien trataba desesperadamente de romper aquellas paredes que lo aislaban, aunque todo era en vano.

–Todavía no lo entienden, ¿cierto? Ya se los dije, ahora sus destinos jamás volverán a cruzarse. Cada uno de ustedes está confinado en una celda dimensional, en su propio universo donde permanecerán para siempre. Una vez que lo quiera, serán absorbidos por ese universo paralelo. y nunca más se encontrarán.

–¿Qué está diciendo? ¿Acaso eso significa que no volveré a ver a July? –pensaba Mertin mientras caía destrozado.

–¿Cómo puedes tener el poder para hacer eso? ¿Quién te crees que eres? ¿Acaso estás desafiando mis habilidades? ¡Tu tonto juego se acaba aquí! –sostuvo Isis.

–Si no me crees, ¿por qué no intentas escapar? Ni siquiera tú representas una amenaza para mí. Debo admitir que los tres jueces son fuertes juntos, pero tú por separado y con esa herida espiritual no puedes hacerme ni cosquillas, así que no molestes. Tú también desaparecerás y, de ese modo, el puesto quedará vacante.

Al terminar Desmetis de hablar, un fuerte viento golpeó el lugar y la pirámide con el ojo en la cima se incendió en fuego necroazul. El ritual estaba por comenzar, todas las dimensiones estaban a punto de ser mezcladas.

–¡No puedo escapar, demonios! Mi energía no pude romper las barreras dimensionales que me aprisionan. En verdad este es el fin, ¡qué ridículo! Lo único que no entiendo es: ¿de dónde obtuvo ese poder que es capaz de confinar a los mismísimos dioses? Espera, ese es el mismo poder que esa superalma tiene. Sí, el joven que logró herir mi alma es la otra mitad. Entonces eso significa que… –cavilaba Isis con angustia.

–Y ahora, ¿qué piensas hacer? ¿Por qué no nos matas de una vez? –recitó July.

–Cálmate querida, el momento para lo que les corresponde llegará. Además, yo no hice nada, fue Mertin quien lo hizo por mí. Es el instante en que llegan los dos invitados faltantes que nos traerán una inmensa diversión. ¡Denles la bienvenida!

Desmetis se retorció de la risa y soltó unas carcajadas endemoniadas. Entonces otras dos prisiones dimensionales aparecieron, otros dos destinos que estaban aislados para siempre.

–¡Es Abdeko! ¡Oh, dios! ¿Qué le ha pasado? –exclamó July aterrada.

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Libro: Los Vínculos del Alma


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