Porque cuando pensaba en ti sentía un irrefrenable deseo de hundirme en tu mirada, de fundirme con tu espíritu y de enloquecer en tu boca.
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Y, cuando me acuerdo de ti, siento que podría enloquecer al besarte y morirme dentro de tus labios.
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Tan solo puedo decirte que, de todos los infinitos que pudieran existir, el de tu hermosura es el más infinito.
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Tu belleza no tiene principio ni final, pues es como el universo: inmenso y en constante expansión.
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Lo único que verdaderamente me aterraba de la muerte era pensar que no sería eterna.
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No conozco mejores frases para animar a alguien que las dos siguientes: “ya no debes existir” y “debes morir ya”. Cualquier otra cosa que se diga no será sino hipocresía, engaños o tonterías.
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Catarsis de Destrucción