No puedo estar conmigo mismo ni un solo instante más, pues mi mente es mi mayor enemigo. Te pido que te quedes solo esta noche y abraces mis intestinos hasta esparcirlos en el vacío, que convenzas a mi alma de no abandonar este cuerpo todavía mientras nos nuestras bocas colapsan en un onírico intercambio de colores, sabores y sonidos.
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Y la verdad es que no quería aceptarlo, pero sí: te necesito demasiado, quizás incluso más de lo que necesito quitarme la vida.
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No te vayas todavía, aún podemos pretender que nos amamos una última vez; aún podemos revivir esos momentos cuando todavía refulgía en nuestro interior un delirio llamado amor.
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No dejaré de extrañarte, pues tú eres la única inspiración que le queda a este marchito corazón para proseguir con su débil palpitar. Te lloraré más de lo que podrían llorar todos los cielos, te amaré hasta que se extinga esta asquerosa raza humana y te recordaré resplandecientemente cuando al fin el suicidio en mi patética vida se haga presente.
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Y, de todas las malas decisiones posibles, amarte fue sin duda la peor. Jamás debí confiar en alguien como tú, que tan solo iba a hacer trizas mi ya de por sí triturado corazón.
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No digas que me amas si no me vas a matar después, pues esa es la única forma de amor que aceptaré de ahora en adelante.
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Catarsis de Destrucción