Lo verdaderamente increíble es que haya millones de absurdas marionetas de carne y hueso que se sientan tan agradecidos y/o satisfechos con su trivial existencia y su vida de caricatura. No cabe duda de que la humanidad es una burla de pésimo gusto orquestada por el caos más nauseabundo y conminada a la más blasfema miseria. ¿Por qué debe ser así? ¿Por qué debe existir todo esto? ¿Por qué no pudo la inexistencia reinar por encima de la irrelevancia? Jamás lo entenderé… Lo único que sé es que, si este mundo no es destruido pronto, enloqueceré o, peor aún, me mataré presa de la más insana desesperación existencial.
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A los nefandos seres de esta patética civilización les encanta ser esclavizados y dirigidos, ya sea por gobiernos, religiones, sectas o corporaciones. Así, al menos, no tienen que molestarse en averiguar quiénes son ellos mismos ni embaucarse en reflexiones que podrían destruir sus ignorantes mentes. Pero tal vez esa es la magia de este sórdido sistema: evitar que sus esclavos se autodestruyan para que continúen cebando a la pseudorealidad y, con ello, perpetuar este malsano y ridículo error llamado humanidad.
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¡Qué repugnantes son las creencias, ideologías y pasiones de las personas! Y más asqueroso aún resulta el modo en que las consideran como fuentes de la verdad absoluta, como si no existiera absolutamente nada que pudiera hacerles dudar de su enfermiza fe en la vida y en toda la sarta de estupideces que repiten sin parar. Pero así es el aberrante ser humano, siempre está buscando algo de que agarrarse para evadir la inevitable conclusión de su infinita miseria: la muerte… Misma que algún día llegará irremediablemente y de la que no podrá librarse sin importar cuanto crea o predique absurdas doctrinas.
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Quizá no existen auténticos nihilistas, pues la vida sin ninguna creencia acaso no es posible. Siendo así, los únicos nihilistas verdaderos son aquellos que están locos o muertos. Sí, aquellos que fueron congruentes con sus ideales y que tuvieron la dicha de haberse podido matar. Los demás, como yo, somos solo hipócritas atormentados por una existencia que, en el fondo, tal vez adoramos casi tanto como decimos odiarla.
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Cada vez que rememoro todos los sucesos que he vivido hasta ahora y todas las cosas que me han sido dichas por mis padres, familiares, profesores, amigos, parejas, compañeros, autoridades, psicólogos, psiquiatras y demás personajes sumamente adoctrinados y esclavos sin remedio de esta execrable matrix, no puedo sino sentir una profunda y cerval sensación de vomitarlo todo para luego ir a colgarme en el árbol más próximo.
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Desasosiego Existencial
