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Corazones Infieles y Sumisos III

Pero ya era demasiado tarde, aquella vieja carroña había destrozado a Mateo y se había enrollado sus intestinos por todo el cuerpo mientras soltaba pavorosos gritos que parecían desgarrar la realidad en que se hallaba. De algún modo, Alister sentía una fortaleza espiritual que sabía no tenía, así que buscó en sus bolsillos y halló uno de los extraños crucifijos.

–Y ahora ¿qué debo hacer? ¿Cómo detener esto? –se preguntaba.

De pronto, estrepitosamente, sonó de nuevo esa singular voz:

–¡Déjà-vu! ¡Déjà-vu! –retumbaba en cada oquedad del infernal escenario.

–Es otra vez esa macabra voz con ese mensaje –farfulló Alister.

Sin darse cuenta, lo murmuró un poco más fuerte, y la criatura cedió en sus contorsiones alocadas.

–¿Acaso ese juego de palabras es la debilidad de esta cosa?

Alister no lo sabía, pero repitió con más fuerza aquellas palabras y algo misterioso hizo que moviera su brazo hasta colocar el crucifijo frente a la criatura y repetir con más fuerza:

–¡Déjà-vu! ¡Déjà-vu!

En ese momento, la criatura abrió los ojos que hasta ahora habían estado cosidos y Alister contempló que parecían ser púrpuras, pero de una tonalidad única y ostentosa.

–¿Cómo es posible? ¡Tiene los ojos más hermosos que puedan existir!

En ese instante, el ojo en el espacio arrojó una llama de un azul sumamente oscuro y la criatura gimió de dolor; aunque el cambio más notable eran sus pupilas, pues ahora eran de un negro profundo.

–¡No puede ser, se parecen demasiado a los ojos de Erendy! –adujo con horror Alister.

Cuando quiso acercarse, la ominosa criatura se había derretido y ahora solo quedaba un capullo del mismo color que la llama que acabó con ella. Alister se aproximó e intentó tocarla, pero tres de las cuatro encapuchadas exclamaron al unísono:

–¡Quiero que me preñes con tu miembro y que la criatura sea entregada al infierno!

Alister ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, pues las cuatro encapuchadas revelaron su identidad. Eran nada más y nada menos que sus hermanas en su anterior reencarnación, o eso sabía sin saber por qué. Ahora estaban semidesnudas, pues su cuerpo estaba cubierto por esas amorfas sombras que Alister había contemplado antes. Se trataba de los nuevos representantes de los jinetes del apocalipsis.

–Pero ¿por qué están aquí? ¿Qué significa todo esto? ¡Respondan inmediatamente!

Sin embargo, las mujeres no dijeron nada y comenzaron a vomitar una mezcla centelleante ahíta de moscas a partir de la cual se formó una ser con apariencia humana pero que tenía cabeza de toro y usaba guantes anaranjados. Este ser comenzó a penetrar salvajemente a las mujeres al mismo tiempo, pues tenía múltiples falos en uno. El espectáculo era tan demoniaco que parecía que las vaginas de las hermanas eran una misma.

–¿Qué te pasa? ¿No te gusta? –inquirió una de las encapuchadas.

–Tu voz me es familiar –expresó Alister–. Siento que la he escuchado en algún lugar, estoy seguro.

Entonces la encapuchada reveló su identidad y resultó ser la mamá de las jovencitas, ¡era la señora Laura!

–¡No puede ser! ¡Esto debe ser una pesadilla!

La señora Laura tenía la piel sumamente flácida y de su vagina salían gusanos, sus pies tenían pezuñas y, además, traía un crucifijo con el cual comenzó a picarse asquerosamente su nauseabunda cosa mientras exclamaba:

–¿No quieres metérsela? ¿No quieres metérsela?

Repetía lo mismo una y otra vez. Todo comenzó a realizarse más rápido y el ser de cabeza de toro eyaculó en las mujeres, las cuales explotaron al no resistir toda la cantidad de esperma, mientras la señora demolía sus órganos con el crucifijo y lo sacaba por la boca. El resto del escenario se encimaba contra Alister y, justo cuando estaba por aplastarlo, una mano tomó la suya.

–¡Alister! ¡Despierta ya!

Súbitamente, Alister abrió los ojos y contempló los de Erendy, quien tenía la mano en la suya.

–Pensé que nunca los abrirías, desde hace unos momentos te estoy observando y parecías estar teniendo una pesadilla. Cuéntame ¿qué estabas soñando?

Alister miró a Erendy y sonrió, sabiendo que nunca en su maldita vida podría contarle ese sueño.

–Solo estaba soñando que era devorado por leones alados.

Erendy echó a reír y, aunque quizá no creyó ese cuento, al menos lo disimuló. A continuación, se preparó el desayuno y se reunieron todos para degustarlo.

Los primeros en aparecer fueron Vivianka y Mundrat. Venían ambos de hacer ejercicio, o eso aparentaban, pues físicamente no se notaban resultados. Saludaron a todos y en especial a Alister.

–Y ¿qué tal va todo en la escuela? ¿Ya cuándo te integrarás formalmente como investigador?

–Muy bien, las cosas transcurren apaciblemente. Eso no lo sé; de hecho, ya tendría que estar haciendo un listado de los institutos a considerar.

–Y ¿qué estás estudiando, Alister? Siempre lo olvido.

–No te preocupes, Mundrat. Estoy estudiando física, también voy a una escuela de inglés, pues necesito saberlo si quiero enfocarme en la investigación.

–Y ¿cómo es que te da tiempo de hacer todo eso? –inquirió nuevamente Mundrat, que siempre parecía celoso de Alister.

–Bueno, solo es cuestión de organización. También practico artes marciales y tomo cursos de guitarra en línea.

–Ya veo. Esa es la razón por la cual cuidas tanto tu alimentación –dijo Vivianka–. Tú deberías de hacer lo mismo querido, de ese modo bajarías esa barriga tan voluminosa.

–En ese caso, vamos los dos –replicó Mundrat sarcásticamente.

Vivianka era en realidad delgada, aunque no tanto. Sin embargo, últimamente su ansiedad la había llevado a comer desmesuradamente. De hecho, desde pequeña había sido así, gustaba de comer comida chatarra en demasía.

–Haces muchas cosas –replicó Vivianka–. A mí me hubiera gustado tener un novio como tú. Lástima que ya es demasiado tarde.

–Pero ¡qué cosas dices, Vivianka! –gritó la señora Laura, sobresaltada.

Inmediatamente Mundrat se sobresaltó también. Siempre estaba celoso de todo cuanto Alister contaba y hacía; además, ahora un pensamiento totalmente ilógico lo invadía. Sabía que Vivianka estaba bromeando, pero algo muy en el fondo le parecía extraño, tenía una fuerte corazonada.

–Pero no te enojes, querido. Sabes que solo juego, a mí me gustas tú.

–Pues más te vale –contestó Mundrat sobresaltado y todavía afectado por la tremenda borrachera que se había pegado la noche anterior.

Todos rieron y convivieron tranquilamente. El día transcurrió como cualquier otro, sin sentido y con matices perfumados de irrealidad. El arrebol de aquella tarde era hermoso pese a la no concomitancia de planos. Cada quién se dedicó a sus labores terminando el desayuno, el mundo fue igual de absurdo para todos. Alister regresó a su casa, y, una vez en su cuarto, comenzó a elucubrar sobre lo ocurrido en el día.

–Pero ¿qué demonios me está pasando? –se preguntaba–. Nunca había tenido esta sensación tan vertiginosa, todo pasó tan rápido, todo cambia quizá.

Alister recordó también cómo era su relación con Vivianka, la dentista. Hacía algunos meses que platicaba con ella cada que podía, y es que Alister se había convertido en uno de sus pacientes más asiduos pese a su vergüenza. Constantemente reían y parecían congeniar. Además, ella siempre le hacía alguna caricia mientras lo revisaba o, incluso, cuando pasaba junto a él, le acariciaba la cara y los cabellos rizados los envolvía entre sus dedos finos y blancos. Una ocasión casi se besaban en la boca al despedirse; de hecho, sí pasó. En aquellos momentos Alister lo atribuyó a su paranoia, pero más tarde no pudo evitar sentirse conmovido al percatarse de que sus labios habían sido rozados por aquellos rosados y finos pedazos de algodón. Mientras cavilaba todo eso, un gran calor empezó a invadir la habitación y Alister cayó en un profundo sueño. Además, por la ventana podían atisbarse extrañas sombras amorfas que revoloteaban.

–Te deseo, te deseo demasiado. Quisiera comerte las entrañas y embadurnarme tu sangre en mis senos –susurraba una voz.

Alister despertó cuando aquella voz se hizo más intensa, pero al instante esta desapareció. Le parecía que hacía demasiado calor y decidió quitarse la ropa. Encendió la luz y se miró en el espejo, sonriendo al notar que su cuerpo lucía cada vez mejor.

–Parece que está dando resultados –afirmaba mientras se miraba fijamente en el espejo.

Entonces fue que algo ocurrió. Reflejada en el espejo podía atisbarse una mujer con un vestido negro. Alister volteó rápidamente y, por causa del “destino”, la luz se fue. Sin embargo, incluso en la oscuridad, le pareció que algo se movía de forma ominosa, algo más oscuro que la misma oscuridad. Por lo que fuese más ínfimo que la unidad de tiempo más pequeña observó una figura alada con una cara hermosa y blanca, que no supo definir como hombre o mujer. Cuando recobró el sentido, se sentó en la cama sorprendido.

–No entiendo qué me pasa. Últimamente todo parece sin sentido y ahora esto. ¿Por qué no logro comprender qué pasa conmigo y con estas voliciones demenciales?

Justo en ese instante la luz regresó. De algún modo, Alister miró el espejo y le pareció que la mujer con el vestido negro estaba ahí. Se acercó, pero nada, todo era la fachada de un corazón compungido.

–Debo estar volviéndome loco. Juraría que observé a una mujer aquí, se parecía tanto a… ¡Imposible!

Alister apagó la luz y se disponía a dormir cuando una gran erección surgió. Sin siquiera quererlo, la imagen de Vivianka luciendo ese atuendo tan provocador apareció como algo inevitable en su mente.

–Pero ¿por qué? ¿Qué relación tiene ella conmigo? ¿Acaso la deseo tanto?

Ni siquiera Alister pudo hablar, pues una sensación que jamás llegaría a explicar lo invadía de nuevo. Su sangre hervía y estaba temblando. Ni siquiera cuando se follaba a Erendy podía sentir una excitación similar. Estaba vez era incomparable, y, por más que intentaba bajar su miembro, este parecía más duro que nunca.

–¿Qué ocurre? Parece como si mi cuerpo deseara esto a pesar de que mi mente se opone.

Alister no pudo contenerlo más y comenzó a masturbarse. Pero no pensaba en Erendy, sino en Vivianka. Era algo incontenible e inusual. Llegaban a él los recuerdos de esas veces en que Erendy estaba ocupada, pero Vivianka siempre estaba en la sala, luciendo esas blusas de tirantes tan escotadas, las cuales reflejaban unos senos que, aunque pequeños a primera vista, parecían sumamente exquisitos cada vez que se agachaba a recoger algo. Le parecía además que sus piernas, aunque delgadas, eran bastante sexis. Por otra parte, algo que lo excitó sobremanera fue pensar en sus hijos. Sí, en Vivianka siendo penetrada como una maldita puta. Imaginaba su caras, sus gestos y gemidos, sus posiciones, sus senos y piernas, sus pies, sus manos, sus palabras candentes, su boca derramando esperma. Y lo que más le prendía era imaginar cómo le llenaban toda la vagina de semen, preñándola. Todo se combinó de un modo alucinante hasta que Alister eyaculó como nunca. El semen salió como fuente, sumamente espeso y en una cantidad demencial. Jamás Alister se había venido así, incluso hasta le pareció haber tenido un orgasmo. Finalmente, cayó en un profundo sueño con toda la mano batida de esperma.

–¡Ya es hora de la escuela, se te va a hacer tarde! –gritó su madre, despertándolo con su aguardientosa voz.

–¡Con un demonio, lo había olvidado! Hoy es el primer día de clases…

Alister había olvidado que empezaba un nuevo semestre en la universidad y su madre estaba ya lista para pasar a dejarlo.

–Ya voy. Solo dame unos diez minutos. Ya casi estoy listo, solo debo peinarme.

Entonces fue que recordó cómo se frotaba el miembro por la noche. Pero le pareció que había sido solamente un sueño, pues él quería a Erendy y no podría tener relaciones con alguien más. Pero grande fue su sorpresa al notar que las sábanas efectivamente estaban manchadas, en verdad había pasado. Hubiera querido reflexionar más sobre ello, aunque ya su madre esperaba.

–¿Por qué tan serio? –inquirió su madre mientras conducía a Alister a la escuela.

–Nada, es solo que me he hartado de estudiar. Ya nada tiene sentido en esta escuela; de hecho, en el mundo.

–Pensé que te gustaba la escuela. Siempre has sido un alumno excelente.

–Sí, antes era interesante, pero ahora pienso que todo esto es absurdo, Se trata solo de más acondicionamiento.

–¿Por qué lo dices? ¿Cómo acondicionamiento? No te entiendo, pareces otro.

Alister sabía que hablar de ello con su madre sería una pérdida de tiempo, pero, aun así, lo hizo.

–Hace un tiempo comencé a leer algunas cosas que me han parecido más interesantes que los libros escolares.

–¿De qué cosas hablas? ¿Acaso te drogas o eres nihilista?

Alister metió la mano a su mochila y sacó un libro titulado El extranjero de Camus.

–De cosas como estas y otras tantas que, si te lo dijera, seguramente pensarías que he enloquecido.

–Bueno, cuéntame. Aún falta para llegar a tu escuela.

Al principio, Alister no se decidía a entablar semejante coloquio con su madre, pero finalmente se animó.

–¿Qué sentido crees que tiene tu vida? Ese es el punto de partida.

–¿Qué clase de pregunta es esa? –inquirió sobresaltada su madre.

–Bueno, te dije que no te agradarían mis conversaciones.

–No lo decía por eso. Es solo que jamás me había cuestionado algo semejante.

–Entonces ¿qué respondes? ¿Tú a qué atribuyes el sentido de estar aquí y ahora?

Su madre meditó un momento, recordaba sus sueños juveniles de ser modelo y cómo se habían visto frustrados por el embarazo y posterior nacimiento de Alister. Finalmente, contestó:

–Pues nunca lo había pensado sinceramente. Nadie me lo había cuestionado. Yo pienso que mi vida tiene sentido gracias a ti y a tu padre. Vivo por y para ustedes.

Alister simplemente esbozó una irónica sonrisa, ya se esperaba algo así, eso respondía toda la gente. Esperó unos instantes y dijo:

–Esa es la clase de respuesta que esperaba, eso se contesta usualmente.

Su madre lo miró y se extrañó con tal afirmación. No lograba captar cuál era el objetivo de aquella peculiar plática.

–Bueno, y ¿qué se supone que debería de contestar? No sé qué más añadir.

–Me refiero a que eso es lo que contesta la mayoría de las personas. Desde hace un tiempo he preguntado lo mismo a quienes puedo.

–Y ¿qué has obtenido? ¿Alguien ha respondido correctamente?

–No se trata de responder bien o mal, solo nada alentador he recibido. Mira, ya no sé qué soy. Hasta hace algunos años me sentía parte de este mundo, pero ahora todo ha cambiado. Me he dado cuenta de que esta realidad es una farsa, solo un complot gigantesco. Al fin y al cabo, pienso que la vida humana carece de todo sentido, pues todos lo atribuimos a situaciones pasajeras o a personas igualmente temporales, y sé que todo es intrascendente. Por construcción, nos vemos reducidos a una falacia, es nuestra naturaleza.

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Corazones Infieles y Sumisos


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